NUEVA YORK.— En lo que concierne a Roger Federer, hay un par de recomendaciones que se deben seguir: no se ponga límites para el asombro y desestimarlo es todo un pecado capital.

Mientras las lesiones, los malos resultados y las dudas machacan a sus principales rivales, (Novak Djokovic, Rafael Nadal y Stanislas Wawrinka), el suizo simplemente sigue vigente y frente quizás, a su última y mejor oportunidad para conquistar otro título de Grand Slam, el número 18.

Con sus 33 años recién cumplidos y padre de dos parejas de mellizos, el suizo arranca el Abierto de Estados Unidos como favorito a partir de otro plan de acción que se fundamenta en toda su inteligencia, correr menos y ser más ofensivo.

Mucha gente dio por acabado a Federer hace un año, cuando cayó fulminado ante Tommy Robredo en la cuarta ronda del US Open, su derrota más prematura en el último Grand Slam de la temporada.

“Me autodestruí, me gané a mí mismo”. Esa fue la frase que disparó tras ese revés en Flushing Meadows, un resultado que desató toda clase de valoraciones sobre el Federer en su ocaso.

Fue un gravísimo error.

Decidido a demostrar que aún puede estar en la vanguardia, Federer fue al taller para presentar una nueva versión y se apoyó en Stefan Edberg como entrenador.

Sus 49 victorias le tienen al frente de la tabla en el circuito este año. Mientras Rafael Nadal desistió de venir a Nueva York, Federer acude a un Grand Slam por 60 ocasión consecutiva.

Novak Djokovic, su principal rival no llega en un buen momento y parece haber cambiado sus prioridades. Tras su boda con Jelena Ristik y su futura paternidad, Novak ha dejado en un segundo plano el deporte de la raqueta.

Wawrinka también buscará el título. El suizo derrotó a Nadal en el Abierto de Australia y se metió entre los candidatos a coronarse.

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