MONTERREY.— El grito de gol fue de Martín Bravo. Al mismo tiempo, un suspiro provenía desde la banca de los Pumas. Era de José Luis Trejo por haber conseguido tres puntos que le otorgan crédito para seguir como entrenador de los Pumas.

La euforia del delantero argentino se extendió en San Nicolás de los Garza porque por fin los del Pedregal ganaron en el Clausura 2014. El doblete de La Rata fue una garantía de darle credibilidad y continuidad a un proceso que estaba a punto de desmoronarse para siempre.

Bravo, con su tiro cruzado al minuto 85, regresó la alegría a los capitalinos. El partido agonizaba, pero los Tigres no pudieron resistir con 10 hombres.

Alegría puma, al fin, luego de cuatro meses de sequía liguera [1-0 ante Monterrey en septiembre]. Trejo se mantendrá como entrenador en CU por otra semana.

Parecía que en el estadio Universitario se concretaría el principio del fin del timonel de los felinos capitalinos. Trejo cargaba los cuestionamientos de su afición y prensa, quienes han visto que no ha podido responder a la jerarquía de la institución a la que defiende.

Esa cruz de críticas se hizo más grande cuando Guido Pizarro anotó el primero para los Tigres en presunto fuera de lugar que nunca se marcó. Eran apenas 10 minutos de juego. En el banquillo de los auriazules se respiraba nerviosismo, incertidumbre, porque no se veía ni por dónde Universidad podría reaccionar. El patíbulo se alistaba para recibir a Trejo.

Mas el partido para los capitalinos se lo compusieron los propios regios. Cuando más acorralado se veía el Club Universidad, vinieron una serie de errores disciplinarios de su rival. Pumas agradeció y fue cuando comenzó a crecer.

Primero, José Arturo Rivas se hizo expulsar en una jugada a balón parado. En el forcejeo con Marco Pikolín Palacios, La Palmera tiró un codazo, que de primera intención parecía escondido y quedaría impune como la mayoría de las marrullerías que suceden el área.

Luis Enrique Santander vio la agresión de Rivas. El árbitro central ni siquiera lo dudó y echó al futbolista de los Tigres.

Ricardo Ferretti, técnico de los norteños, rompió en rabia porque el partido se puso cuesta arriba.

La ira del Tuca creció, cuando vio que al complemento que los Pumas comenzaban a crecer más con base en su ímpetu y superioridad numérica que en lo que se había mostrado al inicio del encuentro.

Poco a poco se esfuma la jerarquía que habían mostrado los regiomontanos en los primeros instantes.

Luego vino una jugada en la que el silbante decretó penalti a favor de los Pumas. Martín Bravo lo cobró impecable para el empate.

El resultado lucía como un marcador que le servía a José Luis Trejo para tomar oxígeno, tener la confianza de no caer en Monterrey para recomponer el camino.

Pero una genialidad de Daniel Ludueña puso a La Rata de nuevo cara a cara con el guardameta.

El sudamericano no falló y dejó a los Tigres pidiendo un fuera de lugar que jamás existió.

Ferretti se quedó impotente, de nuevo, viendo hacia el césped de un Volcán apagado. Tristeza expuesta ante un público rabioso y que pone en entredicho su continuidad.

Y como el brasileño nunca ha sido despedido, parece que los Pumas le pueden propinar un golpe duro para su carrera. José Luis Trejo, en cambio, la libró. Se mantiene firme en el banquillo, gracias a un Martín Bravo que quiere echarse al hombro la resurrección de Pumas.

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