Cada vez que la camiseta roja se aparece en los sueños de dos jugadores azules, la pesadilla regresa. Ambos despiertan sudando y por ahí se escapa una lágrima en honor de aquel recuerdo que se aferra a no irse, que se aferra a quedarse enterrado hasta que alguien llegue y se atreva a romper el maleficio.
Todo se remonta al torneo de Apertura 2008. El domingo 14 de diciembre Cruz Azul hizo la hombrada de reponerse de un 0-2 sufrido en el juego de ida de la gran final, para ganar por idéntico marcador en la vuelta y llevar hasta la serie de penaltis la definición por el título de Liga.
Los penaltis, dicen, no tienen palabra de honor y como tal le dieron la espalda a los Cementeros, que de nuevo se quedaron con las manos vacías, con unas manos sedientas de levantar y beberse por completo la Copa de Campeón.
Los protagonistas
Yosgart Gutiérrez fue el portero titular en Cruz Azul aquella tarde, una tarde que todavía la sueña y se convierte en pesadilla.
“Me tiene marcado. Es algo que aunque se trate de olvidar, simplemente no se puede ir”, afirma el nacido en Sinaloa.
Gutiérrez había ganado la titularidad en la portería de La Máquina desde el torneo anterior cuando Sergio Markarián borró al símbolo Óscar Pérez. En el Apertura 2008, Benjamín Galindo, quien entró al relevo del uruguayo, le refrendó la confianza.
“Creo que a lo largo del torneo tuve una buena actuación y en la final, sobre todo en ese partido de vuelta, me fue particularmente bien”, afirma Yosgart orgulloso.
Pero llegaron los penaltis, los malditos penaltis: “Los sueño seguido. Sobre todo ese de la muerte súbita [ejecutado por Miguel Almazán, que dio en el larguero....], y en el rebote... Si no me hubiera pegado en la espalda. Entró, al final entró y ahí todo acabó, fue diferente”.
—Mala suerte.
—Sí, pero muy mala suerte. Hay veces que no te explicas las cosas que suceden, y menos las que le suceden a Cruz Azul. Pero en el futbol pasa, sobre todo aquí en La Noria”.
Las pesadillas no sólo son del guardameta, también se van al medio campo, por la izquierda, porque Alejandro Vela casi siempre que ve el rojo, le cuesta trabajo dormir.
Vela fue quien falló el penalti decisivo en esa tanda y como el penalti del larguero, su falla también quedó marcada en la memoria cementera.
“La imagen de ese momento la tengo en mi cabeza, no sale, nada más no sale. Hernán [Cristante] adivinó muy bien el disparo... No lo puedo negar, ese ha sido uno de los momentos más tristes de mi carrera”.
Dicen que el penalti es el castigo perfecto sobre el portero, que es un gol seguro, pero en las botas de Vela, sólo fue un quizás... un tanto que pudo cambiar la historia, “y hasta una carrera. Todo en Cruz Azul sería extremadamente diferente si ese penalti hubiera entrado”.
Por eso no lo niega, a veces sueña ese partido, sueña en el momento en que desde media cancha caminó para encontrarse con la pelota, sueña cuando se para en el punto de penalti, ve a Cristante, quien no es más grande que la portería, está seguro de que lo anotará, pero al final... “Todo termina igual [el portero detiene su disparo]. Pero son cosas que te engrandecen, tenemos que aprender de nuestros errores”.
Al inicio, el sueño es grato. Cruz Azul remonta un 0-2 para llevar el juego hasta los once pasos, pero, llegan esos recuerdos: aquel que rebotó en la espalda de Yosgart Gutiérrez; aquel que falló Alejandro Vela.
Al final, el sueño se transforma en una pesadilla, una desgracia que se repite cada vez que una camiseta roja se atraviesa a una azul.
Aún Vela y Yosgart se despiertan sudando en las noches.