América aburre, dista de ser un equipo agradable, vistoso y que haga honores a su historia. Con un bostezo y nada selló su pase a semifinales.
Un 0-0 global, el reglamento en la mano, que les permite avanzar por mejor posición en la tabla. Los azulcrema fueron incapaces de marcar en 180 minutos, por lo que la aduana semifinal ante Tigres se vislumbra más pesada y peligrosa.
Las Águilas desquiciaron a un Cruz Azul que tuvo el pecho más frío que nunca. Cumplirá 20 años sin título de Liga y los que le faltan. Patético equipo cementero que no pudo en dos juegos contra 11, ni 10, ni nueve emplumados. La paternidad americanista se mantuvo hasta cuando los de Coapa viven un momento de depresión.
Cuatro veces se vieron en el semestre y en ninguna cayó el América.
La racha se extendió a nueve encuentros sin celebración celeste en el clásico joven.
Primera mitad fría.
Equipos calculadores sobre la cancha. Ninguno de los dos se atrevió a arriesgar de más. ¿Temor o precaución?
Cruz Azul, con la posesión y la iniciativa; el América y su eterna apuesta al contragolpe, que poco trascendió, ya que los zagueros cementeros estuvieron bien parados. Las posturas dieron una parte inicial de bostezo. Pocas llegadas y un futbol somnoliento. El 0-0 de la ida condicionó a las dos escuadras para neutralizarse y que casi nada ocurriera en las áreas. Clásico joven hasta el descanso que defraudó casi tanto como el duelo del jueves pasado en el estadio Azul.
Un cabezazo de Felipe Mora que fue a las manos de Agustín Marchesín. Del bando azulcrema, un tiro de media distancia que obligó a un vuelo, más estético que necesario, de José de Jesús Corona. La serie estuvo para pocas memorias hasta entonces. Ninguno ejerció su presumida grandeza. La timidez, quizá miedo, apresó a celestes y amarillos. Martirio para el espectador que se prolongó en la segunda mitad.
Francisco Jémez, a los 68 minutos, decide quemar sus naves y envía a la cancha al último ídolo azul: Christian Giménez. La parcialidad de La Máquina comenzó a creer que en verdad era posible eliminar a su máximo enemigo.
Se coreó “¡Chaco, Chaco!” en las gradas, para avisar que las esperanzas visitantes estaban en aumento. Los cruzazulinos entendieron que tenían que ir por un tanto. Sólo uno. No importaba si el América les hacía gol, de todos modos, el empate con anotaciones en Santa Úrsula les daba el pase a los celestes.
Las Águilas se echaron atrás y siguieron con los contraataques. En uno, por poco hacen el primero de la serie, cuando Carlos Darwin Quintero se quitó a Corona, centró y Oribe Peralta no pudo cerrar la pinza. Encuentro roto, con intento de agobio de Cruz Azul, aunque poco efectivo para, por lo menos, hacer figura a Marchesín.
Hasta el minuto 75, el guardameta emplumado estuvo tranquilo. Aproximaciones rivales que resultaron diluidas por sus zagueros, dispuestos a evitar obsequios letales en su área.
El juego expiró sin goles.
La Máquina murió de nada. Cumplirá 20 años con las manos vacías de gloria. De lágrima.
América avanzó a semifinales ante Tigres con nada. Deberá replantear estrategias para poder dominar a unos felinos norteños con garra.