MANCHESTER.— Chico de gran corazón. No dona lo que le sobra en el Boxing Day, como muchos británicos acostumbran. Lo de Javier Hernández es compartir alegría, esa que detonó con el gol que hasta lo hizo bailar.

El niño consentido de sir Alex Ferguson volvió a hacerlo. La caja que llevó al estadio Old Trafford no contenía migajas. Obsequió el título invernal al Manchester United, con ese agónico tanto (90’). Los Red Devils cerraron la primera vuelta del ciclo futbolístico inglés en lo más alto de la clasificación, con siete puntos de ventaja sobre el Manchester City.

Logro alcanzado con drama. El Newcastle United subió al escenario del Teatro de los Sueños dispuesto a ser protagonista, pero la luminosa marquesina estaba reservada para el chico que suele irse al camerino ovacionado.

Ayer lo hizo acompañado por Ferguson, quien lució embelesado con la nueva hazaña de El Chicharito. El mítico entrenador escocés, ni siquiera terminó de dar las indicaciones al volante Darren Fletcher, quien ingresó en lugar del mexicano. La leyenda viviente quería apapachar al delantero, quien volvió a acertar en clímax de la obra, sin importar que había errado tres opciones ante el marco de las Urracas.

Anotación 42 de Javier con el coloso inglés. Su velocidad le permitió aparecer sin marca en el área rival. El servicio de Michael Carrick fue preciso. Lo demás, simple rutina para el depredador con rostro infantil.

Éxtasis colectivo. El visitante complicó al líder de la Liga Premier, mas se fue de Old Trafford con las manos vacías. Triunfo (4-3) que vale un título honorífico... Y el nuevo capítulo de la dulce historia protagonizada por el tapatío en la isla británica.

“Es una gran sensación, un magnífico momento”, expresó el héroe de la tarde. “Todos los compañeros, el personal, el ‘jefe’ [Ferguson] y los aficionados, esperaban este instante y, cuando llegó, la energía, la atmósfera, en el estadio fue increíble”.

Lo que explicó su peculiar gesto durante la carrera que emprendió para festejar: ojos vidriosos, lengua de fuera, uniforme totalmente sucio, prueba de lo complicado que fue el partido ante un equipo capaz de desnudar al gigante.

Aunque no de controlar a un chico que coqueteó con el gol durante todo el duelo. Por eso, el estratega lo mantuvo en el campo. Bastó que estremeciera las redes contrarias para relevarlo.

Volvió a irse ovacionado. Ritual coronado con un sentido abrazo, de ese hombre que no se le despegó tras el silbatazo final.

Hernández se curó de la “malaria decembrina” que padecía. Nunca había anotado durante este mes, incluso con el Guadalajara o la Selección Mexicana.

Rompió una racha de 308 minutos sin marcar. No lo hacía desde el 24 de noviembre, frente al Queens Park Rangers.

También fue sobre el escenario del Teatro de los Sueños, su refugio favorito, el sitio donde cada vez le quieren más.

Cariño correspondido con el más especial de los presentes en el Boxing Day, porque lo de El Chicharito no es regalar lo que le sobra. Le dio al Manchester el título que, durante los más recientes tres años, ha significado el preludio de la verdadera coronación.

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