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Los días inmediatos a la tragedia, los Avispones de Chilpancingo no podían conciliar el sueño. Noches de insomnio, temor y angustia. El traumático ruido de cohetes, los enfrenones intempestivos. El rostro grabado en la mente de David Josué García Evangelista, el chico de 15 años que murió tras la balacera de aquel 26 de septiembre.
“Era un muchacho alegre”, rememora José Luis Soberanes Sánchez, capitán del equipo de Tercera División. “Muy trabajador, y quería mostrarse en el equipo. Era de los nuevos que apenas venía llegando al equipo”, añade el muchacho de 19 años, en tono serio.
De visita a la cantera de los Pumas, donde ayer enfrentaron a la Sub-17, como preparación de cara al duelo contra Iguala, el próximo sábado en Chilpancingo, los Avispones recuerdan una y otra vez el inolvidable pasaje. La noche que los balearon y fallecieron David Josué y el chofer Víctor Lugo Ortiz, en la carretera federal Iguala-Chilpancingo, justo en el crucero Santa Teresa.
“Personalmente, lo estoy superando”, comparte el muchacho. “Es como una experiencia vivida y hasta ahí”.
Sereno, relata una y otra vez el pasaje. “Estaba acostado —en el interior del autobús, que los transportaba de regreso a Chilpancingo, después de ganar en Iguala—. Al principio se escucharon como cohetes. Cuando empezaron a tirarle al camión, fue cuando giré y me tiré al piso, me hice bolita”, relata. “Siguieron disparando, sentí unos rozones y fue cuando me cubrí la cabeza. Después sentí la espalda caliente y es que me habían dado las esquirlas”, dice en torno a la balacera, el mismo día de la agresión y desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
“Cuando dejaron de disparar empezamos a quebrar los vidrios y a saltar como pudimos”, cuenta José Luis.
Aquella noche estaban en el lugar y momento equivocado. “La agresión que recibimos no estaba destinada para nosotros”, precisa el entrenador Pedro Rentería Lujano. “Tuvimos dos pérdidas y damos gracias a Dios de que no fueron más, porque la agresión que recibimos era para morir la mayoría”, comparte. “Lloramos mucho, después, lo digo por mí. Estuve 15 días que no daba crédito, sobre todo por la pérdida de David Josué García Evangelista, quien era uno de los menores que se estaba iniciando en este equipo, y el chofer, que era amigo nuestro. Sentimos mucho su pérdida”, relata.
Hoy, gracias al apoyo de psicólogos están de pie y compiten por recuperar los primeros sitios, dado que han descendido hasta la octava posición.
“Es otra oportunidad que nos está brindando Dios y la tenemos que aprovechar”, asegura José Luis. “Es como una señal”, apunta seguro.
“Por tu mente, únicamente pasa tu familia, crees que de ahí no sales. Cuando esto termina, te levantas, ves el recuento de los daños, gente herida, grave y un niño falleciendo en tus manos”, lamenta Facundo Serrano, director deportivo del equipo. Es muy duro. ¿Qué es lo que haces? Primero agradecerle a Dios la oportunidad de continuar con vida y mejorar algunas cosas, las relaciones con la familia”.
Al principio, “los padres de familia querían retirar a sus hijos del equipo”, confiesa Facundo. “Habían resuelto abandonar a los Avispones”.
Pero “al menos yo no quería estar encerrado, quería salir, distraerme en algo y no estar pensando en lo mismo”, argumenta José Luis Soberanes.
“Cuando vieron que el presidente del equipo —Mario Moreno, presidente municipal de Chilpancingo— empezó a conseguir apoyos, que estuvo pendiente de los muchachos, cambiaron de parecer y no los retiraron. Hoy no he dado de baja a nadie, y estamos listos para empezar la segunda vuelta”, celebra Serrano Urióstegui.
Ayer acudieron entusiasmados a la cantera de los Pumas, con la ilusión de ser visoreados. Sólo uno de ellos no pudo asistir a la cita, Miguel Ángel Ríos, quien recibió seis impactos.
“Tuvo la fortuna de que no le tocó en hueso. Se rehabilita de un brazo, porque tuvo ruptura de tendones. No está aquí, porque vino a consulta con su papá, pero ya está jugando con nosotros”, explica Serrano. El otro ausente es el profesor Jorge León, también en recuperación. Los demás saltaron alegres del autobús rotulado que recibieron después del atentado.
“El primer viaje que hicimos, todos, sin excepción, no dormimos. Pusieron una película y era de balazos, y sabes qué, ‘quítala’. Oíamos cohetes y se te erizaba la piel. Es algo muy traumático.
Ese viaje fue a Morelos. Hoy los muchachos ya duermen, viajan más tranquilos, echan relajo, se sueltan. Pero aquella ocasión iban callados, no hablaban, no eran ellos...”, resume Facundo, también director de Cultura y Deporte en Chilpancingo.
“Ya después nos soltamos y echamos relajo”, revela el capi José Luis.
Mas “aún nos espantamos cuando el camión se para de repente, es lo único”, reconoce Érick Othocari González, quien salió ileso de la balacera.