Juan Antonio Torres Servín sabía que el chico de las fantásticas anotaciones merecía el glorioso déjà vu. Por eso, suplió a Javier Cortés durante el agregado. La orgullos a tribuna universitaria hizo el resto: sentida ovación a quien carga con buena parte de las ilusiones auriazules.
Los Pumas han vuelto a la Liguilla dos años después, impulsados por un jugador con cara de niño y definiciones de adulto.
Ayer hizo otras dos, sobre los apáticos Jaguares de Chiapas. Victoria inobjetable (3-0), delirio colectivo. Tal como sucedió durante la primavera de 2011, cuando Cortés fue pieza clave en la obtención del séptimo título felino.
El estadio Olímpico Universitario ha recuperado la más dulce de sus atmósferas. Quedó claro, mientras el héroe de la tarde se enfilaba hacia el banquillo. Auténtica salida de rock star, con miles de personas rindiéndole pleitesía.
La más reciente ocasión que los Pumas disputaron la fase final (Clausura 2011), dieron la vuelta olímpica. Javier aportó genuinas obras de arte, ninguna como aquella que valió el triunfo sobre el Morelia (2-1) en el encuentro por el título.
“Al escuchar todo eso y ver que la gente te apoya, está contigo al máximo y cree que puedo cambiar las cosas... Es algo extraordinario en mi carrera”, admite, sonriente. “Me siento muy contento de estar en Pumas, con una afición que cree en mí y deseo responderle, pero todos somos responsables e importantes aquí”.
Incluso Luis García, artista español al que su primer partido completo en el torneo le bastó para demostrar que es una opción confiable. La inactividad le ha vuelto rígidas las piernas, mas no el cerebro.
Fabricó una indefendible pared con Robin Ramírez, otro extranjero que ha vivido en el ostracismo. Lo demás, copyright de Cortés. Estética definición (8’) que aniquiló la poca ambición de los visitantes.
Cual felino que se regodea ante una presa desvalida, los Pumas sólo amagaron con otra mordida... Hasta que Robin aprovechó la enésima falla del central Leiton Jiménez (44’).
Trámite cumplido para casi todos, menos Cortés, quien todavía guardaba un truco en la chistera.
Amante de la plasticidad, volvió a presumirla con la “palomita” (88’) que sirvió para despertar a los aletargados aficionados; todos de los universitarios, porque la cabecera sur lució desolada.
Peculiar situación que no evitó el feroz rugido de un pueblo que se ha vuelto a ilusionar con esa etapa que tanto gusta al pequeño hechicero auriazul. Suma siete goles en el actual campeonato, toda una marca para él... Y lo mejor es que promete volver a brillar a la hora cero, porque es un adicto a la gloria.
Su director técnico lo sabe, así es que decidió sacarlo cuando el partido estaba finiquitado. Dulce déjà vu para el auténtico motor de todos los sueños universitarios.