Casi las 16:00 horas del día más importante del Clausura 2017 y un regio, llamado José al fin tiene boleto. Ha pagado 2 mil pesos por una entrada que en taquilla vale no más de 400.
Feliz y muy confiado se mete el boleto en el bolsillo de atrás y no alcanza a saborearlo cuando siente que ha perdido algo, que ha perdido todo. Un joven con lentes negros, camiseta y gorra de Chivas se lo ha sacado del bolsillo y comenzado a correr por la zona de comida que separa el estacionamiento de la entrada al estadio.
El regiomontano, muy pasado en kilos, hace un esfuerzo tremendo por alcanzarlo, grita con desesperación: “!Agárrenlo! ¡Agárrenlo!”, pero nadie alcanza a reaccionar, nadie hace siquiera por ponérsele enfrente. El anonimato es su aliado y la multitud su muda protectora. El boleto se ha perdido. José regresa decepcionado, triste, a punto de llorar… “nadie hizo nada, nadie hizo nada”. Se tratan de incidentes aislados en las inmediaciones del estadio del Guadalajara antes y durante el juego por la gran final entre Chivas y Tigres. La seguridad pública, cerca de mil elementos, actúa de manera organizada para tratar de parar a quien quiera comenzar una riña.
Los boletos libres aparecen en manos de la reventa, que se aprovecha de la ilusión de la gente de Chivas por ver a su Rebaño campeón y del fanatismo regio que ha viajado más de seis horas para volver a levantar el trofeo. Los autos y los camiones son detenidos antes de entrar a la explanada del estadio. Quien no traiga boleto, no podrá entrar, y en todo caso, sólo a aquellos que tengan una contraseña para recogerlos en taquilla se les permite el paso.
Muchos contingentes regresan desilusionados, unos en paz, otros escoltados por la policía ante su insistencia que va más allá de lo normal. En un momento dado se corre el rumor, “van a abrir una taquilla”, y todos los ilusionados tigres se arremolinan para entrar a ellas, pero la seguridad se los impide… “Pinches policías, dejen comprar”, grita un aficionado con la casaca de Lucas Lobos.
La llegada del autobús del Rebaño suma entusiasmo, la de Tigres de igual forma, aunque con algunos insultos y señas de dedo de parte de la afición. Más allá de eso y algunos detenidos por reventa, nada que lamentar en la gran final del futbol mexicano.