“¡Tony...!” Se oía gritar en los pasillos del estadio Neza 86. Y es que Tony, El Turco o El Gordo, había hecho de las suyas. El auxiliar Rafael Chávez Carretero se reía abiertamente, mientras que el técnico, Enrique Meza, guardaba silencio analizando a su estrella, al líder de su vestidor: Antonio Mohamed.
Eran los finales de los años 90, y en Neza se vivía la locura, una locura causada por un equipo de futbol que revolucionó el medio. Toros Neza, con Enrique Meza como entrenador y Antonio Mohamed como estandarte, vivían el futbol en su estado natural, el del barrio, a pesar de que ya era profesional.
Había, recuerda Chávez Carretero, “una gran alegría en el vestidor, una gran unión ocasionada por el gran manejo de grupo del profe Meza y claro, por la alegría, las travesuras de Mohamed”.
Y la combinación resultó exitosa. “Llegamos a una final de Copa contra Cruz Azul, que perdimos; otra de Liga contra Chivas, que también se nos fue. No ganamos ni un título, pero aún así, mucha gente se acuerda de ese equipo”.
A primera vista
Meza llegó en lugar de Alberto Guerra. “Era fundamental saber cuál sería la postura de Mohamed”, recuerda Chávez Carretero. “Lo vimos venir y dijimos al mismo tiempo: está gordito. Pero eso era lo de menos, así era la complexión de Tony”.
Meza puso reglas. “Pero éstas se acataban por convencimiento, no por imposición. Nunca tuvimos un problema de disciplina con Mohamed, él se movía como pez en el agua”.
Los centenarios
“Juan Antonio Hernández, empresario automotriz, era el dueño del equipo”, menciona Chávez Carretero. “A Tony le regaló una cámara de video... ¡Grave error! porque fue su juguete preferido e hizo de las suyas. Don Juan Antonio le dio a Mohamed unos centenarios, en modo de premio. Se suponía que los repartiría con el resto. Tony, a escondidas, le decía al cuerpo técnico que lo dividiéramos entre nosotros y él, nos negamos, pero la verdad es que nos estaba grabando con su cámara que estaba escondida. Al final de la revisión de video, de cada partido, nos poníamos a observar sus bromas”.
El escupidor
Las bromas no sólo eran en el vestidor, sino también en la cancha.
“Antonio tiene el extraño talento de escupir de ladito, muy finito. En plena cancha, lo hacía y nadie se daba cuenta”, relata divertido, quien fuera un contundente centro delantero.
“Estábamos en pleno partido, cuando los rivales sentían al salibazo. No sabían de donde venía. Muchos de ellos observaban al cielo, pensando que estaba lloviendo”.
El tinte de Pelo
Eran una auténtica pandilla. Chicos que se juntaban a jugar futbol y encima de todo les pagaban. En la Liguilla del Verano 97, en la final contra Chivas, “a Tony se le ocurrió que todos se pintaran el pelo”, dice Chávez, quien no deja de contar anécdotas.
“De él salió la idea. ¿De dónde la sacó? No lo sé. Un día llegó con un estilista y le puso color a todas las cabelleras de los jugadores. Cuando se acercó al profe, éste le echó tremendos ojotes y él se fue divertido”.
No se podía creer. “Gente tan seria como Pablo Larios con el pelo rojo, Memo Vázquez también. Sólo Miguel Herrera no quiso pintarse”.
Para el siguiente juego “llegó con un vendedor de sombreros. Lo había encontrado y le compró todos. Cada uno de los jugadores entró al campo con uno de los sombreros”. Hasta ahí, porque hay cientos de historias más del equipo liderado por El Ojitos, y El Turco.