Tras los yerros arbitrales cometidos en los triunfos americanistas sobre el Monterrey (2-1) y los Jaguares de Chiapas (2-0), fue inevitable la reactivación de esa añeja hipótesis que Adrián Aldrete se aferra a mantener en el baúl del olvido: los silbantes siempre ayudan a las Águilas.
“Eso de los arbitrajes no debe existir. Quizá sea una leyenda, historia, no sé... Como le quieran llamar”, sentencia el zaguero azulcrema. “Es algo que no nos importa, porque no lo vivimos ni pretendemos vivir”.
Los labios de sus compañeros todavía se secan cuando hablan de lo acontecido la noche del sábado en el estadio Jalisco. La derrota contra el Atlas (2-1) hirió corazones, mas no el orgullo. Ese sigue intacto... Hasta se alimenta al verse en el espejo rojinegro.
Ningún futbolista del América culpa al árbitro Erim Ramírez por el revés, aunque les gustaría que los contrincantes no enrarecieran el ambiente durante los días previos, como lo hizo Tomás Boy, estratega de los tapatíos, quien afirmó sentir eterno temor a causa de los silbantes.
“Cuando un equipo no tiene los suficientes argumentos futbolísticos dentro del terreno de juego para poder enfrentar a sus rivales, a lo mejor puede caer en ese tipo de artimañas: presionar en la prensa, con declaraciones”, considera el arquero Moisés Muñoz. “No nos dedicamos a eso, porque somos un equipo que debemos hacerlo en nuestro grupo y no necesitamos decir algo para demostrar... Lo más importante es hacerlo en la cancha”.
Filosofía dictada por Miguel Herrera, ese hombre dispuesto a escribir una nueva historia con las Águilas, por más que el pasado luzca ineludible.
“Tenemos que dejarnos de hablar del partido o el arbitraje en los medios [de comunicación]. Es algo de lo que no queremos ser partícipes”, reitera el guardameta. “Más bien, queremos hablar del buen futbol que desarrollamos; si ganamos o perdimos, por qué lo hicimos, y no tanto porque haya sido culpa del arbitraje”.
“Confío en que esas situaciones se dan por errores humanos y no por una intención de afectar a un club, sea cual sea. Confío en la honestidad del arbitraje...”.
