TOLUCA.— José Saturnino Cardozo se va a su banca con una sonrisa endemoniada, de esas que asustan al futbol mexicano. Le agrada que sus Diablos Rojos se hayan vuelto impíos, que metan un gol y quieran más hasta humillar a su rival. Atlante padeció ese tormento rojo al llevarse una goleada en contra de 7-1.

El Infierno arde como en los mejores años del Toluca (20 puntos), justo cuando su ahora timonel era el encargado de destrozar a quienes visitaban el Nemesio Díez. Uno tras otro fueron cayendo los goles en la portería azulgrana. Todavía hasta el minuto 92, los escalata no se habían cansado de hacer daño al frágil rival.

Ese cabezazo de Pablo Velázquez al fondo de la portería atlantista, el séptimo tanto toluqueño, demostró que el demonio de Cardozo es insaciable, que no se cansa de anotar.

La fiesta en el Infierno comenzó desde muy temprano. Los fieles escarlata llegaron a tiempo para presenciar uno de los partidos más impresionantes en la historia de su equipo.

Desde la semana pasada, Toluca avisó, tras vencer 4-0 al Querétaro, que está dispuesto a ganar, gustar y golear. Paulo da Silva, el “viejo demonio” de la zaga roja comenzó con la “orgía de goles” en La Bombonera.

Un remate de zurda al minuto tres del defensor paraguayo desquebrajó (al 3’) las esperanzas del Atlante (seis puntos) de pelear por algo distinto a una derrota. Dejar que el Toluca se fuera al frente demasiado pronto fue el pecado mayor de los equinos.

Vino una chilena impresionante de Raúl Nava (17’) y luego, Wilson Tiago colocó la goleada antes del descanso. Tres goles en 45 minutos, una marca que el Diablo superó en la segunda mitad, porque así lo dictan las leyes de Cardozo.

Otra vez Nava (49’) de penalti, seguido de Isaac Brizuela (69’), con un gol de habilidad, riñones y talento. Para cerrar un doblete de Pablo Velázquez en lós últimos 15 minutos del partido (75’ y 92’).

El descuento atlantista por el conducto de Ezequiel Miralles al minuto 47 se quedó en mera anécdota ante el podería rojo.

Así es como quiere ver José Saturnino Cardozo a sus muchachos: imponentes, con hambre de destrozar a quien esté enfrente. Por eso, el técnico escarlata se fue a su banca con una sonrisa endemoniada, tras la goleada de ayer.

Su equipo, el Toluca de sus amores, está convertido en la viva imagen de goleador impío que él daba cuando era nada menos que el delantero más temible del futbol mexicano.

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