Todo se reduce a uno para los Astros. La mínima expresión para una organización que consiguió 101 victorias en la temporada y que, al derrotar anoche 13-12 a los Dodgers, se sitúa a un triunfo del primer título de Serie Mundial en su historia.
Ni las 25 carreras que se anotaron alcanzan para describir lo grandioso de un juego que fue cómplice del batazo grande para acariciar la gloria. ¡Vaya! En Texas todo es grande y eso incluye al pequeño gigante José Altuve.
El venezolano se fue de 5-3 con el bat y remolcó cuatro carreras, incluyendo tres producto de un cuadrangular. Halloween será mañana y a nadie debe extrañar que el disfraz más utilizado sea el de Altuve, todos quieren ser superhéroe como él.
El de anoche fue el segundo encuentro más largo en la historia del Clásico de Otoño, solamente superado por el tercer partido de 2005 en el que los White Sox derrotaron precisamente los Astros (5:41 horas).
Un deporte que coquetea con los números, pero ama el drama. Vulnerable en su idiosincrasia, esculpió sonrisas y desvaneció alegrías en un instante.
La euforia en un batazo de Alex Bregman, que envió a la registradora a Derek Fisher.
Si la física indica que dos cuerpos no pueden ocupar un mismo lugar en el espacio, no tomó en cuenta el Juego 5 de la Serie Mundial. La pelota cayó en el mismo sitio donde estaba el triunfo y la derrota. Con el marcador 8-8, en la parte baja del séptimo inning, Altuve pegó un doblete que envió a la registradora la carrera del despegue en los spikes de Bregman.
En total, se conectaron siete vuelacercas anoche y suman 22 a lo largo del actual clásico de octubre, lo que rompe la marca de 2002 entre Giants y Angels,dada en la nublosa época de los esteroides.
Lo que se pronosticó como un duelo de pitcheo entre dos ganadores de Cy Young (Cleyton Kershaw y Dallas Keuchel), fue deformado por el poder del madero. Entre ambos pitchers aceptaron 14 carreras, siete y siete para ser exactos. Fue un juego inolvidable y con alto dramatismo.