José de Jesús Corona, Alejandro Castro y Mariano Pavone no podían creerlo. La granizada sólo había mutado en intensa lluvia, pero el árbitro Miguel Ángel Ayala buscó uno de los pocos sectores del campo que no estaban anegados para botar la pelota y “demostrarles” que el duelo podría reanudarse.

Indignados, los futbolistas del Cruz Azul y los Jaguares de Chiapas caminaron hacia la posición donde estaban nueve minutos antes, cuando al empecinado juez no le quedó de otra más que suspender el duelo, ante las enérgicas protestas del guardameta celeste y Carlos Ochoa, atacante sureño.

Empate (1-1) que quedó como simple anécdota de un encuentro sólo apto para valientes, o dementes, dentro y fuera del campo. La mayoría de los casi 20 mil espectadores que acudieron al estadio Azul se marcharon en cuanto los pedazos de hielo se convirtieron en proyectiles. Mucha tensión y más drama en los pequeños pasillos, así como túneles, del inmueble.

La multitud deseaba resguardarse. Segundos de pánico, en los que un fuerte empujón era tan peligroso como el constante granizo que caía. Al final, nada que lamentar.

Ambos planteles huyeron rumbo a su respectivo vestuario. Los que estaban más lejos de las bancas se cubrieron la cabeza con las manos, desesperados.

Los únicos que se mantuvieron en sus lugares fueron los integrantes de la barra Sangre Azul, esa que aglutina a los seguidores más radicales de La Máquina. Dispuestos a pasarla bien, se despojaron de las camisetas. Poco les importó la gruesa cortina de agua, esa que afectó al arquero Alfredo Frausto en aquel disparo de Mariano Pavone.

Justo cuando el Cruz Azul parecía encaminarse a otro papelón, el potente delantero argentino se valió de su experiencia para levantar el balón y empatar el encuentro, justo antes de que se incrementara la lluvia.

Google News

TEMAS RELACIONADOS