Atlanta.— Alguna vez nos ha tocado acudir a fiestas o reuniones en las que no conocemos a casi nadie y socializar cuesta más que comprar el nuevo Iphone. Pues bien, así es como se notó a la mayoría de los Rams de Los Ángeles en el día inaugural de la semana más grande de la NFL.

En la noche de apertura del Super Bowl LIII, que bien podría ser considerada como una fiesta de Año Nuevo en la que todos ríen, se abrazan y hasta Bill Belichick es cordial, los Rams fueron el clásico que se recarga en el fondo con cara de susto, esperando camuflajearse con la pintura blanca de la pared, mientras los Patriots volvieron a demostrar que están donde quieren estar: al centro de la pista.

Rob Gronkowski, quien tiene una habilidad especial para bailar, encarnó el sentimiento de Nueva Inglaterra al demostrar que no tienen miedo al escenario.

La reputación de ser un equipo metodológico la mantuvieron los jugadores de Nueva Inglaterra, pues con la experiencia ganada en los viajes pasados se divirtieron el día que tenían que divertirse para trabajar cuando hay que hacerlo.

Debido a los escasos aficionados con los que contó, la presentación del equipo de Los Ángeles fue más fría que los siete grados bajo cero que se pronostican para este día en Atlanta. Encabezados por Jared Goff, los Rams salieron en fila como cuando un grupo de presos sale para hacer trabajo comunitario.

El entrenador de los Rams, Sean McVay, habló sobre cómo Belichick le envió mensajes de texto durante toda la temporada para ofrecerle apoyo y aliento.

Lo destacado es que ahora sabemos que el Monje sabe utilizar un celular y se comunica en el lenguaje de un millennial.

“Significa mucho... Poder —incluso— tener esa relación y la forma en que me ha tratado. El poco de interacción que hemos tenido, significa mucho”, dijo McVay.

La Noche de Apertura reunió a 10 jugadores de cada equipo en sus podios personales durante 50 minutos. El resto caminó a nivel de cancha de la Arena State Farm, esperando las preguntas o dinámicas de los medios de comunicación. Por tercer año consecutivo y novena vez en su carrera, Tom Brady está a punto de ganar un Super Bowl. El quarterback se ha adjudicado cinco anillos en su trayectoria de 19 años, por lo que anoche no estuvo en un territorio desconocido.

Brady no recibió una propuesta de matrimonio, como en 2008. Lo único fue una almohada con su imagen que no piensa utilizar por ahora, pues —para él— a sus 41 años de edad aún no es tiempo de descansar. Inicio de la Semana del Super Bowl LIII entre los Patriots y los Rams, el juego donde para muchos comenzó la dinastía de Nueva Inglaterra y que parece ser una historia sin fin.

arq

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