Su mirada profunda y atenta contrasta con el estilo jovial y desenfadado que decidió utilizar el día de la entrevista. De inmediato, sus jeans y chamarra de cuero hacen pensar que le gustan las emociones fuertes, el riesgo y la adrenalina. Y es así. No en vano su fama de periodista y activista incisiva, audaz e incómoda. Es Lydia Cacho.
En entrevista con EL UNIVERSAL Querétaro, Lydia habla sobre el papel del periodismo en la época actual, de las nuevas tecnologías y de algunas de sus obras. Deja entrever algunos de sus proyectos próximos, ente ellos, la realización de una miniserie. Se niega a dar más detalles. “Vamos a ver qué pasa”, dice tajantemente.
Su gran pasión es el periodismo. Es evidente que no puede, ni quiere dejar de hablar de Los demonios del Edén. Un libro que le mereció, por un lado, múltiples reconocimientos; por el otro, un sinfín de amenazas.
“Cuando comencé a escribir Los demonios del Edén en 2003, recuerdo que le pregunté a los pocos expertos de temas cibernéticos que había en México, si creían que las plataformas digitales iban a explotar en todo el mundo e íbamos a poder tener acceso a la información; a la más positiva, pero también a la peor, a la criminal, que es la que estaba investigando en ese momento. No había manera de acceder a eso. Hubo expertos americanos y mexicanos que me tiraron de a loca y que me dijeron ‘Lydia, eso nunca va a suceder’. Tuve que volverme hacker para poder meterme en la deep web porque nadie me podía explicar qué pasaba con la pornografía infantil”.
Esos expertos le aseguraron que la explotación sexual infantil siempre se iba a mantener oculta, que nunca iba a permear el tema en la sociedad. A pesar de ello, no detuvo su investigación. Al final, su obra destapó una importante red de corrupción, tráfico de influencias, lavado de dinero y explotación infantil en la que estaban involucrados varios personajes del mundo empresarial y político.
Lydia Cacho hace una pausa a la conversación, para hacer un llamado a todos los periodistas a adaptarse a los nuevos tiempos y actualizar conocimientos que aseguren un manejo adecuado de las plataformas y herramientas digitales del momento, algo que incluso, ayudaría a proteger, tanto la integridad del reportero como su trabajo periodístico.
“Es necesario que un periodista sepa qué apps no debe utilizar de ninguna manera, porque sabemos que están cosechando toda nuestra información y eso nos puede poner en riesgo. Si aprendemos, si adquirimos verdaderamente una educación cibernética las cosas van a cambiar y entonces sí, el Internet va a ser la gran herramienta del próximo siglo”.
Lydia Cacho, en su paso por Querétaro, coincide con lo que dijera en su momento la periodista costarricense Giannina Segnini, ganadora del premio Gabriel García Márquez de periodismo en 2013. “Creo que este es el mejor momento para ser periodista”, señaló Segnini en su discurso.
Reafirma que ahora el periodismo es mejor porque, además de las enormes posibilidades que brindan las nuevas plataformas digitales para difundir información, se han logrado incorporar temas primordiales como los derechos humanos. No obstante, acepta que eso ha tenido un alto costo para los propios periodistas.
“Hemos logrado meter los derechos humanos en el periodismo de una manera transversal. Antes nunca nos hubieran dejado los dueños de los medios o los grandes editores. Creo que las plataformas digitales nos han abierto la puerta a contar historias que nadie más quiere contar, aunque con un costo personal porque nos aísla (…) cuando me volví famosa muchos medios me buscaron, pero en el momento en el que me volví ‘peligrosa’, esos medios me dejaron de buscar. Eso nos pasa a muchísimas personas, ahí está el caso de Carmen Aristegui”.
No cree que llamada generación Millenial vaya a hacer mucho en favor del periodismo, “porque la mayoría está en la luna todavía, y ahí se van a quedar; necesitan premios todos los días para ser reconocidos”.
Estima que la responsabilidad para hacer mejor periodismo recaerá en la generación X [aquellos nacidos entre 1965 y 1981] para evitar una crisis en el oficio. Ellos, dice, tendrán que crear medios de comunicación “que no terminen cediendo a los intereses del sistema convencional”.
“Tenemos que hacer un periodismo que se atreva a romper los paradigmas y las fórmulas tradicionales. Esto significa un sacrificio monumental. Pero si tienen la persistencia, la ética y mucha valentía, por supuesto que lo lograrán”.
Sin perder de vista el respeto a la verdad y a pesar de la resistencia de la “vieja guardia”, Lydia Cacho asegura que el Código Deontológico del periodismo está viviendo una remodelación bajo el esquema de trabajo actual. Una nueva narrativa que surge en gran medida por el protagonismo de las nuevas tecnologías a la hora de informar.
“Creo que tiene mucho que ver con cómo se utilizan las plataformas digitales. Ya son asuntos tecnológicos a los que le huye la mayoría. Tenemos que aprender justamente cuáles son las herramientas del momento y los instrumentos de comunicación, cómo funcionan y entonces, esas se tienen que incluir dentro de este código. Obviamente y de manera transversal deben ir la ética y la congruencia. Esas no son negociables”.
Son casi las 4 de la tarde de un sábado. Hace otra pausa a la conversación para iniciar otra; ésta vía telefónica. Pide datos del lugar donde va a comer con su pareja. El restaurante no está muy lejos del céntrico hotel donde nos encontramos. “Estoy terminando una entrevista. Ya voy. Espérame con una cerveza”, dice al tiempo que damos por terminada la charla con dos enormes sonrisas de por medio. La mía y por supuesto, la de ella.