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Querétaro
Máscaras de la Segunda Guerra Mundial, relojes de los años 20, cunas, comedores y cabeceras de caoba talladas a mano, dedales de porcelana y una infinidad de objetos grandes y pequeños se encuentran apilados en El Sitio de Querétaro, la tienda de antigüedades de Mónica Alcantar, quien desde hace años se dedica a comprar y vender objetos valiosos.
Ella se describe como una vendedora de tesoros familiares, de historias y sentimientos, no como una comerciante de objetos viejos. A lo largo de casi dos décadas, Mónica ha comprado antigüedades a personas que las venden con lágrimas en los ojos, porque son objeto fundamentales en sus vidas.
“A una mujer de 74 años le compré unas vitrinas que aún tengo a la venta aquí en la tienda, la señora literalmente se puso a llorar cuando vio que yo me las llevaba, se veía angustiada, pero me explicó que era la única opción que tenía porque su hija ya no le permitía conservarlas.
“Eso pasa seguido, la gente nos ofrece sus antigüedades porque ya no tienen dónde ponerlas, no saben qué hacer con ellas, sobre todo los jóvenes que no le encuentran ningún valor, e incluso se convierten en un problema para ellos porque dicen que les arruina el diseño de sus casas”.
Recorren rancherías y haciendas
A veces, sin que Mónica las busque, esas reliquias llegan a la tienda. Todos los días recibe interesados no sólo en comprar, sino en vender objetos antiguos. Sin embargo, cuando pasan varios meses sin conseguir nuevos artículos, Mónica y su esposo, que también es anticuario, salen a buscar nuevas piezas a los ranchos y haciendas de Querétaro; aunque varios de los objetos que tienen a la venta fueron comprados en subastas de Estados Unidos o Canadá.
El Sitio de Querétaro es uno de los cinco locales que se encuentran en una pequeña plaza de reliquias en la Calle Venustiano Carranza número 25. Ahí, Mónica exhibe cientos de objetos con más de 500 años de antigüedad, a través de las grandes ventanas de su negocio alcanzan a verse cunas, carriolas, estufas, baúles, teléfonos, juguetes, cubiertos de cristal y porcelana, candelabros, lámparas, relojes, pinturas e infinidad de objetos de trabajo, del hogar o de cuidado personal.
En la tienda parece que el tiempo se detuvo y fue colocado en repisas y vitrinas de cristal, las fotografías a color de Marilyn Monroe dan la bienvenida a los clientes, junto con los discos de acetato y placas de automóviles.
Un cliente entra a la tienda, mira con detenimiento cada uno de los objetos, hay muchísimo qué ver, pregunta por una máscara para niños que se usaban en la Segunda Guerra Mundial y cuyo valor es de 2 mil pesos, pregunta también por unos bordados colocados sobre una cuna. —¿Es lo menos?- pregunta a la vendedora esperando que baje el precio, al final sale del lugar con las manos vacías.
Las tiendas de antigüedades están en peligro de extinción, dice Mónica, pues cada vez es más difícil encontrar objetos valiosos, y un reto aún mayor es venderlos.
“Los jóvenes no saben el valor que tiene estas cosas y se deshacen de ellas como si nada, o no las compran porque les parecen caras, cada vez es menos la gente que entiende el valor de una reliquia, nosotros no vendemos sólo objetos, vendemos historias, sentimientos, tesoros familiares que han pasado de generación en generación. Hay piezas a las que simplemente no podemos bajar el costo, pero también es muy común que demos las piezas más baratas, porque si no, no se venden.
En las tiendas de antigüedades se pueden encontrar objetos que en otros tiempos fueron tecnologóa de punta, como estos teléfonos.
El reto del regateo
Óscar Juárez también es vendedor de antigüedades, su tienda está junto a la de Mónica, se llama Bazar Don Jorge, lleva 20 años vendiendo y comprando reliquias, y tiene casi 40 años reparando muebles antiguos, siempre ha tenido pasión por rescatar objetos valiosos que han logrado sobrevivir al paso de los años.
Coincide en que los anticuarios se enfrentan a un nuevo reto, cada vez hay menos reliquias qué rescatar y el regateo de los clientes es su pan de cada día.
“Generalmente las encuentro en los ranchos, pero cada vez hay menos, ese es el reto para cada uno de nosotros, porque los vendedores de objetos antiguos queremos tener siempre la mejor pieza, la más rara, la más antigua.
“Aquí se da mucho el regateo porque no son cosas nuevas, y claro, terminamos bajando el precio, pero dependiendo de la pieza, yo he vendido pinturas en 40 mil pesos y no me bajé más porque eran de un valor muy alto, afortunadamente todavía hay clientes, sobre todo coleccionistas, que saben el valor de las cosas que vendemos y deciden invertir para tenerlas”, refiere.
En su negocio Óscar exhibe collares de perlas, pinturas de santos, lámparas, cabeceras, relojes, libros, dijes, pipas y más. El objeto más viejo que tiene a la venta es una máquina de coser con más de 100 años de antigüedad, ha vendido objetos cuyo valor asciende los 40 mil pesos y también tiene objetos a la venta que no cuestan más de 40 pesos.
Dice que en su tienda hay objetos para cualquier tipo de cliente.
“Aunque no lo crea son varios los jóvenes que vienen a buscar antigüedades, no es algo que interese sólo a las personas mayores. Tengo clientes jóvenes que seguido vienen a comprar libros e incluso uno de ellos colecciona encendedores. Siempre trato de tener objetos nuevos en la tienda”.
El misticismo y el misterio no pueden faltar en este tipo de tiendas donde se guardan objetos con historias centenarias. Tanto Mónica como Óscar han coleccionado experiencias sobrenaturales o difíciles de explicar en torno a estos objetos que cada cierto tiempo se mueven sin razón o simplemente emiten una vibra diferente. Es un aspecto más que casi siempre termina fascinando a los compradores de estas antigüedades.