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A simple vista el desnivel de la calle es notorio. Más cerca se aprecia como el adocreto está cuarteado y separado de la banqueta, ésta última con daños visibles, pues el subsuelo de la zona está reblandecido, en la parte de atrás de plaza Antea, a un centenar de metros donde hace un año se abrió un socavón.
No hay muchas casas alrededor. Las más cercanas están a unos 40 metros. Frente al lugar del hundimiento hay un terreno donde pastan algunas vacas y caballos. Del otro lado hay un terreno amplio donde se aprecian excavaciones, quizá de alguna mina, debido a la profundidad del lugar.
Una joven mujer sale de prisa de una de las casas cercanas. Viste pantalón negro y blusa guinda. Explica que va a trabajar, pero relata de manera rápida que cuando se presentó el hundimiento semanas atrás, llegaron del gobierno y colocaron señalética para que los coches no pasaran por ahí, pero uno noche se escuchó un ruido muy fuerte y la señalética ya no apareció al otro día.
Alguien puso unas ramas en lugar de las señales, pero fueron arrastradas por las lluvias. Los automóviles circulan sobre esa zona que presenta cuarteaduras y grietas, quizá ajenos a lo que pudiera suceder.
La avenida es Camelinas, también conocido como Camino a Jurica, donde en septiembre del año pasado se formó un socavón, donde se hundió un camión de pasajeros y cayó un, con saldo de una persona muerta.
Habla el experto
Luigi Solari, investigador del Centro de Geociencias de la UNAM Campus Juriquilla, explica que el subsuelo de Querétaro es en su mayoría volcánico: “Son rocas volcánicas muy jóvenes, tienen seis, ocho millones de años, unas un poco más jóvenes. Querétaro no es una zona volcanicamente activa, entonces esas formaciones atestiguan la presencia de un volcanismo que ya se acabó, pues no hay abajo magma, y mañana no nacerá un volcán.
Es evidente que además de esas rocas volcánicas, en las zonas de valles (como en la zona de Jurica) todo ese material que se va erosionando se va transportando por los ríos y termina llenando los cauces. Mucho de ese material está relativamente consolidado, esto es, los fragmentos se pegan entre sí, pero es un material que de todos modos es inconsistente. Es como la arena de la playa”, explica el experto.
Cuando hay mucho movimiento de agua todo este material se remueve, lo que provoca, por un lado, que pueda encontrar el cauce nuevo de un río, o lo que ocurre muchas veces es que si hay zonas sujetas a la circulación de agua, finalmente se lleva todo el material. “El agua no la paramos porque ahí queremos construir una tienda de conveniencia, una calle, túneles o puentes”.
Precisa que todos esos tipos de fenómenos son favorecidos por la actividad humana, especialmente cuando las cosas no están bien hechas. Indica que esto no se puede desaparecer porque se quieran construir calles, aunque se pueden hacer, pero se requieren obras pluviales, de ingeniería hidráulica, que vaya de acuerdo a las obras que se quieran hacer en estas zonas.
“Querétaro no es una zona donde llueva mucho, o como en otras partes del mundo, sin embargo, es evidente que aunque caigan menos de 500 milímetros de agua al año, con el clima semidesértico, y todo lo que está hecho mal, con esos 500 milímetros son de sobra para que se dañe la infraestructura. No se requiere ser el mejor geólogo del mundo para deducir que esto ocurre porque fundamentalmente están mal planeadas, mal realizadas, con malos materiales, no están hechas para durar”, apunta.
El socavón que se hizo en la zona hace un año, dice, es porque en la zona alta, por el libramiento Fray Junípero Serra, hay varios bordos y vasos reguladores de los escurrimientos, que tienen la función de captar al agua de lluvia para regular el flujo del agua.
Como no son impermeables, al mismo tiempo permiten que se recarguen los mantos acuíferos, y para regular los escurrimientos, para evitar que el agua baje de manera abrupta hacia la carretera y zonas habitadas.
En caso de que tengan compuertas, al abrirlas se puede tener un flujo controlado de agua cuando las represas se llenan y se tienen los cauces libres para la circulación de agua.
“El punto al lado de Antea, donde se formó el famoso socavón, es un punto donde quienes manejaron esto [realizaron la obra] hicieron mal sus cálculos, supongo, en ese sentido. Ahí había un dren natural, una salida más o menos natural del agua, que permitía que el líquido que se saliera de esos bordos fuera drenando [al dren El Arenal] de manera natural hasta el río Querétaro”, explica.
Agrega que, aunque pusieron tubería subterránea, probablemente fue insuficiente, y cuando el agua fue excesiva y no cayó de manera controlada, sino que cae con toda la fuerza de millones de metros cúbicos de agua, se lleva todo el sedimento que usaron como relleno ahí y abajo de la calle formó un hueco, que con el peso de la misma calle todo se vino abajo.
“Son fenómenos naturales, pero ahí no estamos hablando del cambio climático, simplemente estamos hablando de que estamos construyendo demasiado y estamos construyendo mal, y de la misma manera queremos ahorrar en obras necesarias. Desafortunadamente esos fenómenos van a estar en aumento por el simple hecho de que la actividad del ser humano nos está llevando a tapar el suelo de casas, de cemento, y se evita que el agua se filtre en el subsuelo… el agua retoma su cauce”, puntualiza.