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Con sus 108 años a cuestas, vive entre la enfermedad y el desamparo. Ningún especialista la visita, mientras que sus vecinos la evaden, apurando el paso o cubriéndose la nariz. Sólo algunos patos, aves que poseen cierta resistencia a la contaminación industrial y a las parasitosis, se sumergen en sus aguas.
Es la presa El Centenario, situada a las afueras de uno de los mayores polos turísticos de la entidad, el pueblo mágico de Tequisquiapan. Se trata de un vaso regulador que aloja un promedio de 13 millones 760 mil metros cúbicos de agua residual, proveniente del cauce del río San Juan, en el vecino municipio de San Juan del Río.
EL UNIVERSAL Querétaro llevó a un laboratorio clínico una muestra del líquido superficial de dicha presa, comprobando la presencia de “una colonia de microorganismos coliformes fecales”, según lo indicó un “análisis rápido Proquimco, a base de sustrato cromogénico, con precisión de 99%”.
Pero el Monitoreo 2017 de la propia autoridad a cargo, la Comisión Nacional del Agua (Conagua), resulta bastante más revelador del deterioro de esta presa, así como de su cauce alimentador, el río San Juan; imponiéndoles en ambos casos un “semáforo rojo”, indicador de acarrear aguas “fuertemente contaminadas”, con niveles de toxicidad aguda (TA) de grado “alto”.
Desde el año 2012, la Conagua clasificó como “alta” la contaminación de todo el Acuífero del Valle de Tequisquiapan, que incluye una segunda presa, Paso de Tablas. Un manto acuífero colmado de bacterias como escherichia colli y enterococcus faecalis, además de compuestos sólidos de origen industrial (“plomo y nitratos, entre otros”). El deterioro del agua llevó a la autoridad a etiquetarla como de uso exclusivo para riego de “cultivos de tallo largo (no hortalizas)”.
“Antes había peces, ahora ni culebras”
Raúl, campesino de la comunidad ribereña de Santa Fe y quien dice haber vivido sus 75 años al lado de El Centenario, intenta recordar cuándo fue la última vez que una autoridad federal, estatal o municipal realizó faenas de limpieza:
“No, pues ya nadie le hace la lucha por limpiarla. Anteriormente sí pasaban, limpiando todo, yo creo que hará siete u ocho años (2010-11). Pero ya no le hacen caso”, afirma el agricultor retirado; expresando su rechazo de que las aguas sirvan para bañar milpas de Tequisquiapan, Cadereyta y de la Sierra Gorda, antes de fluir hacia la presa de Zimapán, en la frontera con Hidalgo.
Martha, también de origen campesino y nacida en Santa Fe hace 68 años, lamenta considerar que la pobreza de su pueblo se agravó a raíz de que se empezó a contaminar el agua: “se fueron muriendo los peces”.
“Todo esto era agua limpia, con muchos pescados de colores, carpas grandes y hasta mojarras. Hasta el más pobre podía comer pescado y una decía: ya no me quedé sin comer. ¿Pero ahorita cuándo? No hay ni una culebra. Cuando llueve, llega agua de otras presas, entonces sí cae pescado, pero luego se mueren. Se van hasta la orilla, ya muertos y quién se los va a comer”.
“Ni para lavar ropa”
Alfredo, Manuel y Arturo, trabajadores del sector turístico de Tequisquiapan y vecinos de la presa, se quejan de que esta no genera ningún beneficio a la comunidad.
“Es una vergüenza este sitio: hay turistas que de vez en cuando preguntan: oiga, la laguna, ¿qué tiene de bonito?, y uno les contesta: mejor no vaya, porque está pésima (Alfredo)”.
“A mí me encanta venir, aunque sólo sea para mirarla de lejos; no para bañarme, porque ni para lavar la ropa sirve. Si la arreglaran, imagínese. Aquí podría uno andar remando en una lanchita, bien padre (Manuel)”.
“Según el gobierno, iban a entubar toda el agua contaminada que llega de las fábricas de San Juan, pero se quedó en eso nada más, porque luego se les olvidó. Y así seguimos (Arturo)”.
“La presa ya no cumple su función”: experto
Gerardo Argudin Medina, especialista en tratamiento de aguas residuales, retira cuidadosamente la tapa del pequeño recipiente que contiene agua de la presa El Centenario, y tras olerlo durante unos segundos dicta un diagnóstico inmediato.
—Esta es agüita de superficie, huele a tierra y hierbas. Probablemente estará contaminada, habrá que analizarla; pero para evaluar bien esa presa, habría que tomar una muestra del fondo, donde se concentra la materia fecal, los compuestos sólidos.
Ingeniero con experiencia de 25 años asesorando a empresas y gobiernos en el campo ecológico, Argudin Medina afirma: “la presa de Tequisquiapan ya no está cumpliendo su función, porque perdió lo más importante: la confianza de la comunidad. Si los campesinos no se atreven a usarla para regar sus parcelas, entonces no sirve”.
—¿Qué se puede hacer?
—A reserva de contar con toda la información técnica, pienso que habría que vaciarla, darle una buena desazolvada, sacar todo el moho, toda la tierra que tiene abajo. Una vez retirada toda la suciedad, pensar en algún tipo de bacteria que pueda, a través del movimiento, restaurar el agua; pensar en sistemas de filtración natural, aprovechando la pendiente, etcétera.
“Por supuesto, mucho de esto habría que hacerlo también con buena parte del río San Juan, el cual se encuentra en las mismas condiciones. Se trataría de una obra ambiciosa, integral, con todo el apoyo de los sectores involucrados”.
Para el especialista, otro aspecto triste de la situación de El Centenario, es el desperdicio turístico que representa para un Pueblo Mágico como Tequisquiapan.
—La presa complementaría de manera espléndida el crecimiento de la región. Existen balnearios que inclusive se han visto reducidos, porque no tienen la cantidad de agua necesaria. Pero con un vaso de ese tamaño restaurado, se generaría un renacimiento. Pensemos en todo el cauce del río San Juan hasta la zona vitivinícola (Freixenet, La Redonda, etcétera. Y más adelante, de Cadereyta a la presa Zimapán. Si se manejara regionalmente y con visión de futuro, sería todo un éxito”.
Plomo, nitratos y otros: Conagua
Con el objetivo de justificar ante ejidatarios la expedición de un decreto de veda (posteriormente suspendido) para explotar el acuífero de Tequisquiapan, la Conagua presentó el 20 de marzo de 2015 un análisis de la calidad del agua, describiéndola como de “alta contaminación”.
Entre las conclusiones del estudio que acompañó al decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación en la fecha referida, destacan las siguientes:
“1) Altos contenidos de coliformes (de 9300 y 110,000 UFC / 100 m3). Esto indica su alta contaminación en cuerpos de agua superficial y su potencialidad para contaminar las aguas subterráneas”.
“2) Concentración de plomo (mayores a 10 mg/l, 3 mg/l). Las muestras de agua superficial indicaron niveles similares a los de aguas subterráneas (Valle de Tequisquiapan).
“3) Nitratos. Los resultados de los análisis (San Juan del Río y Tequisquiapan) se encuentran arriba de la norma establecida. El grado de concentración llegó a ser hasta 4 veces en orden de magnitud de dicho límite.
“4) Sólidos totales disueltos. En aguas superficiales, los valores fueron altos: 1786 mg/l para la Presa Centenario y 788 mg/l en el puente de San Nicolás, si consideramos que el máximo permitido es de 1000 mg/l”.
Urge saneamiento del río San Juan: académicos
Al sobrepasar su vida útil, estimada en cien años, la Presa Centenario se encuentra “en proceso de azolvamiento” (aumento del depósito de tierra, limo y arena en su fondo, por acarreo natural o voluntario), anotó un estudio conjunto de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) y el Instituto Mexicano de la Calidad del Agua (IMCA), elaborado en 2011.
La investigación cubrió la región hídrica San Juan del Río-Tequisquiapan, concluyendo: “(el agua) no cumple con los criterios ecológicos establecidos para sólidos suspendidos totales, sólidos disueltos totales y conductividad, y mucho menos para la conservación de la biota acuática o para establecer cultivos de peces comestibles”.
En su estudio, los académicos María del Pilar Saldaña Fabela (IMCC) y Edmundo Díaz Pardo y Altagracia Gutiérrez Hernández (UAQ), plantearon una “sugerencia” que, siete años después, sigue sin ser atendida:
“Los parámetros estudiados denotan el grave estado de salud del río San Juan, y la urgencia de un programa de saneamiento (…) para controlar y revertir el deterioro de la calidad del agua”.