Neblinas hace honor a su nombre. Esta pequeña comunidad del municipio de Landa de Matamoros está rodeada de montes que verdean, y en donde se siembra café. Aquí se encuentra el epicentro de la fe queretana. De aquí, en plena Sierra Gorda, salen las mujeres para comenzar su peregrinar hacia la Basílica de Guadalupe.
La mañana del viernes es húmeda en la sierra queretana. Para llegar a Neblinas las peregrinas y peregrinos tienen que llegar hasta Landa de Matamoros y seguir por la carretera que lleva a Xilitla, hasta la desviación a Agua Zarca. Después se tienen que recorrer una buena parte de un camino muy angosto, además de una vereda de terracería plagada de baches y que serpentea hacia el fondo de un pequeño valle donde se ubica Neblinas. Aquí las calles huelen a café, pues es el principal producto que se cultiva en la zona.
De las casas de la comunidad salen poco a poco las mujeres. Se dirigen hacia el predio donde se levanta la capilla que sirve para celebrar la misa de Buen Viaje. Las calles de cemento son empinadas. Una patrulla que intenta acomodarse derrapa, el cemento húmedo y la goma de las llantas impiden que la unidad pueda avanzar en reversa.
En varias casas de esta población serrana ofrecen café y algo de comer a la peregrinas que llegan al lugar, aunque también hay quienes venden las bolsas de café: 150 pesos por una bolsa de un kilo. Hay gente en cada esquina, en cada casa, da la sensación que salen a despedir a las mujeres.
A pesar de la llovizna matinal y el frío que se siente a esa hora, nadie quiere quedarse fuera. Algunas mujeres, las más jóvenes, van acompañadas de sus esposos o padres. Pero el acompañamiento es nada más a la misa, la caminata ya es asunto de ellas.
No hay despedidas en la mayoría de los casos. Sólo un “mañana te veo”, “cuídate, te busco mañana”. Es una breve despedida, pues las parejas peregrinan el mismo día, aunque separados.
Quienes hacen el viaje juntos son los adultos mayores, quienes caminan en la retaguardia de la peregrinación.
Zenaida Aguilar Campos es una de las peregrinas que comienza a caminar este viernes. Serán 445 kilómetros desde este distante punto de la sierra de Querétaro hasta la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México. Comienzan los primeros pasos
Luego de participar en la misa del Buen Viaje, que encabeza el obispo de la Diócesis de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez, y en la que también está presente la presidenta del Patronato del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), Karina Castro de Domínguez, Zenaida parte rumbo al Tepeyac.
Ella no es originaria de alguno de los municipios serranos. Se trasladó desde Santa Rosa Jáuregui, en la capital del estado, para comenzar a peregrinar desde Neblinas. “Nos venimos el jueves, dormimos aquí, y de aquí nos vamos. Es el segundo año que lo hago desde este lugar [lleva recorriendo esta ruta desde hace 17 años]. Es para darle gracias a Dios y pedirle por nuestro México, por nuestros jóvenes y por todos los que venimos aquí”, explica.
Apunta que su preparación es meramente espiritual. Tomó algunos cursos en la parroquia a donde acude para fortalecerse espiritualmente. Para su cuerpo basta una mochila en la espalda, donde lleva sus artículos personales, para los 17 días que durará el camino hasta la Ciudad de México, hasta la Basílica de Guadalupe..
“Es una experiencia muy bonita porque te desconectas del mundo. Pierdes hasta la noción de los días. Aquí todo se transforma, todo. Lo que me gustó del año pasado y que me hizo repetir la experiencia fue la sierra, la vegetación, la unión, todo. Te hace regresar, empiezas y te hace [querer] regresar, quieres empezar de aquí”, explica.
Dice que su familia le dice que son muchos días, pero que les responde que es algo que hasta que se vive, se siente: “Te transforma y te llevas algo para transformarlos a ellos". Por dos semanas Zenaida deja a su esposo y sus hijas de 24 y 18 años para encontrarse con ella misma, para que paso a paso pueda explorar ese misterio llamado fe. Su hija mayor ya la ha acompañado en el peregrinar de Querétaro a la Basílica de Guadalupe.
Zenaida comienza su andar. Sale de la comunidad de Neblinas con su amiga y compañera de viaje, Ana María Cruz García, también originaria de Santa Rosa Jáuregui. Tiene 17 años de hacer este recorrido. Las últimas tres ocasiones lo ha hecho desde Neblinas.
Explica que el primer año que peregrinó fue porque pagó una manda: “A mi hijo, el grande, lo operaron del riñón. Vine peregrinando con él y con otra de mis hijas. Al segundo año no me quedé y aquí seguimos, hasta que tengamos fuerzas”, indica la mujer de mediana edad, quien viste a la usanza de las peregrinas: falda larga, mallones o pantalones, tenis o sandalias, sombrero, y un banquito en la espalda.
Ana María avanza rumbo a la vereda que sirve para entrar y salir de Neblinas, mientras precisa que también fue al curso a la parroquia de Santa Rosa, pero también se prepara en lo económico, pues en el viaje también se gasta. Dice que de “donde quiera sale” para solventar los gastos que se hacen durante el camino, pues tienen que comprar para comer, y aunque mucha gente les ofrece alimentos en el camino, hay emergencias que se presentan en el camino, como un tenis roto, una prenda de vestir extra, entre otros imponderables que se presentan en este peregrinaje
Dice que en casa dejó a sus cuatro hijos y su esposo. Sus hijos han participado en la peregrinación, acompañándola en su viaje de fe a la Basílica de Guadalupe.
Las mujeres dejan atrás Neblinas, comienzan el ascenso para salir del valle donde está la comunidad. El sol comienza a calentar la tierra y a evaporar el agua que apenas unos horas antes había empezado a caer.
La gente de la comunidad ofrece café a las mujeres. Es bien aceptado para calentar el cuerpo, aunque la temperatura no es tan baja, pero les cae muy bien.
Los tenis se llenan pronto de lodo, pero no importa, casi nadie repara en ese detalle, más cuando van cantando y alabando a Dios, caminando entre la vegetación de la Sierra Gorda.
Sus pasos son firmes, saben que delante de ellas tienen más de 400 kilómetros, donde el frío, la lluvia y las incomodidades serán constantes, pero también es un viaje de fe, de estar con ellas mismas, de agradecer un favor, una forma de dar gracias, de expresar su fe, para muchos, algo que no entienden, pero para ellas muy lógico, muy natural.
Una larga fila de automóviles particulares y de gobierno acompañan a las peregrinas en su salida. Desde ambulancias hasta las camionetas del obispo y de Karina Castro, quienes caminan con las mujeres que inician su recorrido hasta el Tepeyac.
El escenario es espectacular: Los montes de la Sierra Gorda se levantan alrededor de las mujeres que avanzan entre el lodo y los charcos, lo hacen a un costado del camino. No ocupan toda la vereda, sólo unos metros, para que los automóviles ajenos a la peregrinación puedan pasar a un costado de ellas.
Mientras las peregrinas avanzan a buen paso, los conductores en sus autos lo hacen de manera muy lenta, pues tienen que esperar el paso de las mujeres que caminan y realizan alabanzas al mismo tiempo.
El camino serpentea y la columna de mujeres destaca con sus prendas, en su mayoría blancas, entre el verde de la vegetación de los montes; son fáciles de identificar a la distancia.
Nadie se detiene. El camino es de subida, es complicado, pues los pies se resbalan en el lodo, pero no se detienen, sólo avanzan, un paso a la vez.
En su camino las acompañarán personal de distintas dependencias de gobierno y de la Cruz Roja. Los hombres partirán este sábado desde el mismo lugar. Las columnas de la sierra no pasan por Querétaro, pues toman el camino hacia San Juan del Río. El resto de los municipios del estado se encontrarán con ellos en el camino.