Recorrer la empresa Agros Tomate es como moverse dentro de un aeropuerto, un lugar donde la maquinaria pesada siempre lleva preferencia y los trabajadores se hacen a un lado para que circulen carros cargados de jitomates.

El día a día dentro de este terreno de más de 20 hectáreas, donde se realiza agricultura protegida, se resume en un ir y venir de maquinaria y empleados que arman cajas de cartón, cortan, limpian invernaderos, empaquetan, cargan, montan y desmontan, todo tiene como resultado que los jitomates producidos en esta fábrica, ubicada en el municipio de Colón, lleguen a su destino; las grandes tiendas de autoservicio en Estados Unidos.

La empresa produce 12 mil 500 toneladas de jitomate al año, José Ignacio Moreno Oliveros, director general de la empresa, cuenta que a lo largo de 25 años la fábrica ha conseguido posicionar 85% de su producto en el extranjero, 13% se queda en el mercado nacional y 2% es producto para donar a hospitales u organizaciones civiles.

En el lugar se tienen 16 invernaderos en total, algunos son tradicionales, con cortinas de lona que regulan la temperatura del espacio y que pueden abrirse o cerrarse según sea el caso, pero los invernaderos adquiridos recientemente son más modernos y también más grandes, con ventilas de cristal, estaciones meteorológicas y rieles de trabajo que también sirven de calefacción para plantas, por ellos circula agua a 80 grados.

Los invernaderos miden desde 3.50 metros hasta 5 metros de altura, pueden resistir hasta 600 toneladas; se necesita una estructura robusta para cientos de racimos de tomates que cuelgan del techo, hasta que llegue el momento de cortarlos.

Todo inicia con una semilla. El proceso comienza en los viveros, donde se siembran semillas de jitomate, luego de varias semanas, cuando las semillas dieron frutos, las plantas están listas para un invernadero, donde tardan en madurar al menos ocho semanas.

Todos los invernaderos cuentan con al menos 10 trabajadores que revisan cotidianamente el proceso de evolución de los tomates, una vez que tienen el tamaño y color adecuado, son cortados dependiendo del tipo de tomate, estos pueden ser bola o en racimos.

Uno de los más modernos tiene calefacción, persianas de cristal y más de cuatro metros de altura; es una mezcla entre la vida y la muerte de la planta del tomate. La fábrica no puede permitirse tiempos muertos en la producción, por eso se mezclan plantas nuevas y viejas, algunas incluso carcomidas y oxidadas, todo forma parte del proceso natural de producción.

Ignacio Moreno explica que la técnica se emplea para agilizar tiempos de producción de tomate, de tal forma que cuando las plantas viejas ya no tengan frutos y sean retiradas del lugar, en ese momento las nuevas plantas ya tengan tomates en crecimiento.

Entre un invernadero y otro se tiene un estricto sistema de higiene. Al entrar y salir cada personas mete los zapatos en un pequeño cajón con agua para no ingresar con gérmenes que pertenecen a otras áreas. Al salir el proceso se repite “Dejamos los bichos viejos y se nos pegan bichos nuevos. Esto es casi como un quirófano”, dice.

Cuando los tomates están listos, los trabajadores, casi sólo mujeres, encargadas de cortar el tomate, utilizan un pequeño carro que avanza sobre rieles, a su paso van cortando los tomates. El lugar parece una pequeña jungla, con cientos de plantas colgando de la parte alta, pues nada debe tocar el suelo.

El último paso, la máquina Star Wars.Una vez cortados los mejores tomates, pasan a la bodega de empaquetado, donde una máquina enorme, al estilo de Star Wars como la llama Moreno Oliveros, se encarga de pesar, medir y determinar el color de cada tomate.

Para ingresar a la bodega, que es el último paso antes de que los jitomates salgan de la fábrica, los empleados dejan suéteres y demás pertenencias en un área especial, deben lavarse las manos, limpiarse los pies y usar cofias para evitar que algún cabello caiga al producto.

Las cajas de plástico, repletas de tomates, llegan directas desde los invernaderos, se colocan sobre una enorme tira transportadora y la máquina las mueve y las vacía en un gran contenedor, entonces los tomates pasan a una segunda tira y atraviesan un pequeño túnel donde un láser suelta decenas de flashes por minuto.

Éstos mandan información en tiempo real a una computadora, sobre cuánto pesa, cuánto mide y de qué color es cada uno de los cientos de tomates que pasan por la línea transportadora. Una vez clasificados, la misma máquina Star Wars los direcciona para que cada tomate caiga en una caja distinta, es decir, según el peso, el tamaño y el color. Los resultados son cajas de cartón llenas de jitomates idénticos, todos rojos o todos rosas, cajas con jitomates que pesan todos 200 gramos e incluso casi medio kilo cada uno.

“Es impresionante” dice Ignacio Moreno, contabilizar, clasificar y empaquetar 50 toneladas de jitomate al día, que es el promedio en Agros Tomate, y hacerlo en un tiempo tan corto, impresiona.

Una vez llenas las cajas, empaquetadas y cerradas, esperan en un segundo almacén a temperatura de hasta 16 grados para conservar la frescura del producto. Los jitomates espera en el almacén sólo un par de horas, hasta que llegue el trailer que los transportará a su destino; vehículos que deben tener la misma temperatura de la bodega para que no sufran afectaciones durante el camino.

A lo largo de 25 años, la empresa ha transformado la producción, el ritmo de trabajo y modernizado su maquinaria. José Ignacio Moreno Oliveros, director general de Agros Tomate recuerda que en 1992 sólo trabajaban dos hectáreas de pepino y pimientos, el tomate comenzó a producirse al tercer año.

Dice que el verdadero valor de una empresa de este tipo es empezar con poco y mantener un crecimiento firme a lo largo de los años, en lugar de apostarlo todo y quedarse estancado, sin posibilidades de expandirse.

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