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Amealco
La hija de Gloria Blas hubiera cumplido 14 años. Hubiera pasado a tercero de secundaria y caminaría por las calles de San Ildefonso, en el municipio de Amealco. Sin embargo, hace dos años la menor fue violada y asesinada por un hombre que aún espera sentencia, la justicia para la adolescente y su familia ha tardado, aumentando el dolor de la pérdida.
Plácida Pascual, abuela de la menor, pide que se haga justicia para su nieta, mientras que el abogado que lleva el caso pide que el crimen se tipifique como feminicidio, al contar con las características del mismo.
El pequeño jardín que se ubica frente a la iglesia de San Ildefonso luce, a diferencia de hace dos años, vacío. Están Gloria, Plácida, otra mujer que las acompaña, el abogado Ángel Sánchez Vicente, y un grupo de hombres solidarios.
El agosto de 2016 el caso provocó consternación en la pequeña comunidad amealcense. En esa ocasión la mayoría de la comunidad acompañó a la familia. Esta vez la plaza lució solitaria. “La gente tiene miedo”, dicen los hombres. Señalan que ha crecido la inseguridad y la drogadicción en la comunidad.
Gloria, mujer viuda, con mal de Parkinson e indígena, apenas puede articular palabra. El recuerdo del asesinato de su hija le rompe el corazón. Una pregunta es la que se hace es: por qué mataron a su hija.
El 31 de julio de 2016 la menor fue abusada sexualmente en una barranca de San Ildefonso. El agresor, tras golpearle en la cabeza con una piedra la dejó por muerta en el lugar, pero la menor sobrevivió, aunque murió por las heridas el 9 de agosto.
El abogado que lleva el caso señala que el hecho dañó mucho a la comunidad, a la familia de la menor, a la abuela. “Hoy hay un presunto responsable en la prisión, y desde aquí hago un llamado a las autoridades correspondientes, en este caso al Tribunal Colegiado de Circuito con competencia en Querétaro, para que agilice un poco los trámites, en lo que refiere a la revisión.
El imputado interpuso un amparo, se declara improcedente y se van a revisión. Este amparo suspende todo el juicio. Faltan por desahogar todos los medios de prueba que existen dentro de la carpeta. Medios de prueba que nos van a traer una sentencia muy favorable a estos hechos”, indica.
Agrega que el sujeto no puede salir libre, pues sólo está ejerciendo su derecho de defensa.
Lo que pide es que se reinicie el juicio y se pueda sentenciar al imputado, que podría alcanzar hasta 50 años de prisión por homicidio calificado, aunque el legista precisa que lo ideal sería que fuera calificado como femicidio.
“Todas las características lo hacen un feminicidio, sin embargo por políticas de gobierno y por estadísticas no les convino a los magistrados ni al gobierno del estado clasificarlo como feminicidio, pero cumple con todas las características. Hay lesiones, hay violación, todas las características de un feminicidio encuadran en este delito. Metimos varios escritos (con la autoridad) y dijeron que no, que era homicidio calificado”, enfatiza el abogado.
Un llamado a la memoria
El aire es frío en San Ildefonso. El cielo nublado a media mañana comienza a ceder al sol, que apenas calienta el lugar. La voz de la activista Alicia Colchado se escucha a través de una bocina, donde explica que a un día como hoy se cumplen dos años “del feminicidio. A casi dos años de esta barbarie cometida contra una pequeñita de 12 años, estamos aquí, exigiendo justicia. Es un llamado a la memoria, es un llamado a la dignidad, es un llamado exigiendo justicia, ante esta situación”.
Los habitantes de San Ildefonso que pasan por el lugar observan a la distancia, a la activista, vestida de blanco, acompañada de Gloria, Plácida, el activista Walter López y cinco hombres de la comunidad. Nadie se detiene. De la tortillería y la tienda que se ubican a un costado del jardín, apenas se voltean a ver los encargados, quienes siguen con su rutina, con sus actividades, como si los manifestantes y sus demandas fueran fantasmas, que nadie ve, que nadie escucha.
El mitin termina rápido. Gloria y Plácida voltean hacia el templo y se persignan. Plácida se quita el sombrero y se santigua. Mientras dirige sus pasos de manera lenta hacia un costado del jardín.
Plácida vuelve a exigir justicia. "No quiero más que se haga justicia”, dice la mujer mayor con voz entrecortada, con el dolor a flor de piel.
Otros casos
Los hombres que las acompañan también tienen su historia. Demetrio Julián Cruz y su hermano Raúl, denuncian que a su hermano Esteban, de 32 años, lo asesinaron en abril pasado, sin que las autoridades hagan algo para detener a los responsables.
Demetrio narra que el día del asesinato de su hermano llamó a la policía, pero no acudieron porque ese día era la feria del municipio y los uniformados estaban ocupados en ese evento.
Ahora los hermanos temen por sus vidas, pues los homicidas de su hermano los amenazaron también a ellos.
Señalan que en la comunidad falta seguridad, pues la drogadicción y los crímenes han aumentado en los últimos tiempos. A unos metros de ahí, un módulo de policía permanece cerrado.
arq