No ha parado de llover en la Sierra desde que la romería femenil salió de Neblinas el pasado viernes por la mañana. Las mujeres peregrinas cumplieron su tercer día de caminata y no se desaniman por los lodosos senderos que han cruzado, al contrario, les da gusto cumplir su propósito, pese a las condiciones.
Ayer, por ejemplo, en lugar de bajar hacia la carretera desde Tilaco, que es un camino de asfalto, tomaron una brecha como atajo que las llevaría a cruzar los cerros hasta Las Ánimas de una forma más directa, ruta que se cruza únicamente a pie.
Posteriormente retomaron su andar y llegaron a la cabecera municipal de Landa de Matamoros donde durmieron. Tras pasar la noche del sábado, luego de su segundo día de peregrinar, puntuales retomaron su andar a las 5 de la mañana tras recibir la bendición del sacerdote de la localidad.
Para peregrinar hay que madrugar, pues es cuando hay menor probabilidad de lluvia y cuando las energías de las caminantes están al 100% para atravesar las verdes y húmedas veredas. La fe cruza montañas, literalmente. No hay queja alguna, no hay desencantos ni desaliento. El clima no es para eso, sino para disfrutarse en conjunto con los majestuosos paisajes serranos y su caminar no se ha detenido. Avanzan llueva, truene o relampaguee. Siempre sonrientes y entusiastas.
Entre la densa neblina que se disipaba conforme amanecía, más de 400 mujeres no detuvieron su andar. Caminan alegres, cantan y ríen. Se siente la hermandad entre las mujeres guadalupanas que avanzan rumbo al cerro del Tepeyac, en la Ciudad de México.
De Tilaco caminaron a un entronque del camino que va de la comunidad landense de Otate hasta la comunidad La Reforma, y ahí hicieron su primer descanso, poco antes de las 8 de la mañana y por un lapso no mayor a una hora.
Por lo complicado de la ruta, los camiones maleteros, las patrullas y ambulancias que avanzan con la columna de fieles viajeras, tuvieron que irse por otro lado donde podían circular. Receso que aprovechamos para conocer las impresiones de las caminantes guadalupanas tras las primeras tres jornadas.
Algunas aprovechan para comer algo y reponer energías de la primera caminata. Se percibe buen ánimo entre todas que se llaman hermanas entre sí, se conozcan o no. Incluso antes de que el obispo Faustino Armendáriz llegara con las peregrinas, en un sector del descanso comenzaron a escucharse “Las mañanitas” dedicadas a Matilde, una peregrina a la que le tocó celebrar su cumpleaños con sus compañera de viaje y que llegó desde San Juan del Río para caminar hasta el altar de la Guadalupana.
Desde 2005, Patricia Flores participa en las peregrinaciones a la Basílica de Guadalupe; sin embargo, este año es la primera vez que parte desde la Sierra Gorda de Querétaro. Los años anteriores lo hacía desde la capital queretana.
Paty como las demás peregrinas que descansan juntas, enseñan sonrientes sus pies porque los caminos están mojados por las lluvias. Ninguna se salva de tener los zapatos llenos de lodo. No obstante, lo consideran parte de la experiencia. No hay queja alguna, sólo gozo por estar un año más en sobre las veredas de la fe, dentro de verdes e imponentes parajes que ofrece la Sierra y que la densa neblina deja apreciar conforme avanza el día. Algo que en época de lluvias dura muy poco tiempo.
Este año, Paty tiene varias razones para peregrinar. “El amor a Dios y a la santísima Virgen, pedir por nuestras necesidades, la familia, mi hermana Carmelita que está enferma de los pulmones, particularmente este año es por ella, así que ofrecí mi caminar para que cualquier penuria que yo pase sirva para aliviar un poco el dolor por el que atraviesa”, comenta.
El hecho de que durante los primeros tres días de camino no haya dejado de llover intermitentemente en la Sierra, Paty lo describió como ‘una experiencia muy bonita’. “Desde que se realizó la misa de ‘Buen Viaje’ ha estado lloviendo y nos ha seguido día y noche, pero se camina muy bien; en lo personal me gusta más que llueva a que haga sol, es una experiencia diferente porque hay más hermandad, más unión, valoramos más lo que tenemos, los paisajes y la naturaleza con lo que vemos la mano de Dios y lo que nos da sin pedirlo”, platica la devota guadalupana, originaria de la colonia Los Sauces en la capital queretana.
Aunque Paty reconoció que su famila, esposo e hijos, están orgullosos de que sea peregrina, “les cuesta trabajo separarse 17 días, sobre todo mi esposo que dice que es mucho tiempo, apenas hablé con ellos desde Agua Zarca y me dicen que es un caos cuando no estoy y apenas es el inicio”, dijo entre risas.
Sin embargo, cree que su ausencia en casa sirva para que tanto como ella y su familia reconozcan el valor y la importancia de cada uno dentro de su entorno.
“Cuesta trabajo pero ahí entra en parte el sacrificio tanto de la familia como de las que vamos como peregrinas, y cuando es una familia de fe, lo entienden”, añade Patricia Flores, quien hasta ahora es la única de su familia que sale a peregrinar cada año.
“Todos mis años de peregrina he venido en servicio, primero caminé en vanguardia, luego hicimos el grupo de nuestra parroquia y me tocó venir como jefa, ahora vamos empezando y si me dan algo en lo que pueda ayudar lo haré con mucho gusto”, refiere.
Pueblito Arteaga, procedente de Querétaro, contó que este año asistió con mucho fervor a la edición 58 de la peregrinación femenil, debido a que su hermano atraviesa complicaciones por una enfermedad.
“Mi promesa es venir a ofrecer mi camino y Dios designa lo que venga para todos", menciona la también primeriza en caminar desde Neblinas hasta la Basílica de Guadalupe, aunque son 29 años de peregrinar desde la capital.
“Aquí encuentra uno muchas cosas, fortaleza, salud, bienestar, alegría, unión, en esta peregrinación se experimenta de todos venimos gustosos en ella”, aceptó la peregrina quien hace casi 30 años vivió su primera caminata guadalupana porque “de niña veía a mi padre y mis hermanos salir de peregrinos”.
“Es algo que viene de familia, mi padre duró 54 años de peregrino y mi hermano que está enfermo también, así que como él no pudo venir ahora se quedó triste porque le gusta mucho venir a peregrinar”, relata.
Entre las cosas que le dan gusto a Pueblito está el que cada año puede ver a más participantes que se han sumado al recorrido, además que desde dentro de su andar en la Sierra han podido constatar la desinteresada ayuda de los habitantes de las comunidades por las que atraviesa la peregrinación.
“Es algo que se aprecia mucho más en la Sierra, no nos falta alimento, todo mundo nos ofrece a su alcance pero muy rico, nos reconfortan bastante, porque es una ayuda muy grande, aquí es donde se constata que todavía hay gente buena”, consideró la señora Pueblito quien viaja con su niño Dios entre sus brazos durante todo el peregrinaje.
Alma Danely Martínez suma 11 peregrinaciones en las que ha participado durante toda su vida. La joven de 27 años cada año establece parte de su tiempo para viajar de la Ciudad de México hasta Neblinas, con la intención de llegar al cerro del Tepeyac.
“Es muy bonito hacer el recorrido caminando, aquí en la Sierra no me había tocado el caminar por las veredas de los cerros y son hermosos los paisajes que se pueden ver", destaca la joven peregrina que este año tuvo la oportunidad de compartir el viaje espiritual con su madre.
Entre las bondades del peregrinaje, Alma resalta la convivencia generacional que se da en las caminatas, los descansos y donde pasan la noche, pues se tiene la oportunidad de que la juventud comparta experiencias con peregrinas de mayor edad, encuentros que siempre dejan grandes enseñanzas y más cuando se comparte la devoción guadalupana.
Ni la lluvia, ni los caminos complicados llenos de piedra y lodo. Nada detiene a las mujeres peregrinas que recibieron la orden de los encargados para prepararse a retomar su andar. Formadas, con sus impermeables de colores y gorros puestos que cubren sus tradicionales aditamentos, tomaron una vereda que las llevaría hasta la comunidad Las Ánimas, donde se celebraría la misa de la jornada. Mujeres que refuerzan su espíritu con cada paso, con cada kilómetro andado, nada las detendrá hasta estar a los pies de la Virgen de Guadalupe.