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La próspera industria textil de Querétaro cuenta con el apoyo de al menos 200 mujeres que habitan en Temascalcingo, en el Estado de México, un municipio situado a 42 kilómetros de una fábrica de mezclilla instalada en Amealco de Bonfil, o bien a 105 kilómetros del Parque Industrial Bernardo Quintana, donde se fabrican, para exportación, uniformes contra fuego y otros de alta seguridad.
Originarias de pueblos donde los caminos son muy angostos o de terracería como Calderas, San Nicolás Solís, San Francisco de Solís, La Cuadrilla o La Magdalena, entre otros, las costureras viajan diariamente (de ida y vuelta) a las fábricas a bordo de furgonetas de color blanco y de modelo reciente, propiedad de distintas firmas que subcontratan a la industria los servicios de movilidad de personal.
Según datos obtenidos por EL UNIVERSAL Querétaro, las obreras ganan sueldos semanales por mil 052 pesos en efectivo y 182 pesos en vales de despensa, además cuentan con prestaciones adicionales a las de ley, como los servicios de comedor y transporte. No se les exige experiencia, sólo disponibilidad para rolar turnos. Dentro de su rango laboral, los ingresos pueden ser mejores, hasta en un 20%, en función de la empresa y temporada de contratación.
Tradición bracera
El ayuntamiento mexiquense de Temascalcingo de José María Velasco, incluido su vistoso Valle de Solís, tiene una historia de interés nacional en materia de migración, al haber sido beneficiario del Programa Bracero, que en 1942 firmó el gobierno mexicano con el estadounidense, a fin de apoyarlo con la mano de obra que requerían los campos del norte a raíz de la Segunda Guerra Mundial.
De acuerdo con el estudio: Tres generaciones de migrantes trasnacionales del Valle de Solís, de las académicas Fabiana Sánchez Plata e Ivonne Vizcarra Bordi, al cierre del programa binacional, en 1964, la migración de jornaleros no se detuvo:
“Aquellos que ya sabían el camino, los tiempos de contratación y las formas de engancharse con un patrón estadounidense entraron al país vecino sin permiso y con mayor radio de circulación. Del Valle de Solís, concretamente de los pueblos de San Nicolás y Calderas, los ex braceros pasaron de la contratación legal al paso [o brinco] ilegal.
“[Aquellas] migraciones de tiempos concertados crearon las condiciones para que los solisenses, poco a poco, fueran haciéndose a la cultura de migrar, con modelos concretos y razones económicas diferentes a las de tiempos actuales.
“Las mujeres jóvenes comenzaron a emigrar con más riesgos que los jóvenes, y las que se quedaron superaron las expectativas de los padres al lograr las metas de profesionalización destinadas a los varones”, apunta el estudio elaborado por la Universidad Autónoma del Estado de México.