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Como todos los años, aunque sin una fecha fija en el calendario, pues depende de la Pascua, la grey católica, encabezada por el obispo Faustino Armendáriz Jiménez, celebró el jueves de Corpus Christi, con una procesión desde la colonia Álamos hasta el Centro Histórico, aunque de las mulas sólo queda el recuerdo.
Antes del inicio de la procesión, se celebra una misa en el Templo Parroquial de La Inmaculada Concepción de María, en la colonia Álamos, donde el obispo oficia la eucaristía. Además recuerda el origen de esta celebración, que conmemora el Santísimo Sacramento, una de las festividades más importantes del calendario religioso de la Iglesia Católica.
Los fieles se aglomeran afuera del templo. Llegan en buen número al sitio, movidos por la fe y la devoción. Las que no aparecen por ningún lado, son las tradicionales mulas hechas con hojas de tamal. Incluso durante todo el día se busca a los vendedores de mulitas, pero no, no se ven “ni sus luces”.
La procesión rumbo al centro de la ciudad comienza a unos minutos de las 19:00 horas. Avanzan al frente un grupo de monaguillos que llevan incienso y las cruces que guían al contingente de las diversas órdenes de religiosas y luego de sacerdotes franciscanos. Un sonido móvil marca el ritmo de las alabanzas que se cantan todo el camino. Un poco más atrás, los distintos grupos de laicos.
Caminan por Industrialización, rumbo a avenida Corregidora. Elementos policiales en motocicletas cierran las vialidades para el paso de la procesión, mientras que cohetones anuncian el avance de los fieles, que numerosos avanzan atrás del remolque que lleva la custodia con el Santísimo Sacramento, la hostia consagrada que representa el cuerpo de Cristo.
Muchos peatones, al paso de la custodia se arrodillan y se persignan, mientras que de los locales salen dependientes y clientes.
La circulación de automóviles queda detenida en su totalidad, mientras de manera lenta la procesión avanza.
Sobre Corregidora se ubica el primer altar de la procesión, en el Jardín Corregidora. El aire se llena del humo del incienso, mientras el obispo Armendáriz deposita el Santísimo Sacramento en una custodia de madera.
La circulación se detiene en Corregidora, pues hasta antes de esta primera estación de la procesión los fieles usaban dos carriles de la vialidad, dejando un libre para los automovilistas, insuficiente para los niveles de circulación a esa hora.
Muchos automovilistas, desesperados, ya tocaban el claxon de sus vehículos. Los que estaban al frente y veían el motivo de la detención esperaban respetuosos.
Tabletas y teléfonos celulares servían para recordar la procesión por parte de personas que salían de comercios y casas, para observar el paso de la parada religiosa.
La procesión avanza sobre Corregidora, a la altura del populoso barrio de El Tepe, con su bulliciosa actividad comercial, con tiendas de todo tipo, desde misceláneas hasta casas de empeño.
Llega al segundo altar, en el Templo Parroquial del Santo Niño de la Salud, donde una batería de cohetones asusta a una parvada de palomas que vuela en círculo, hasta posarse en una construcción frente al templo.
El obispo repite el ritual del primer altar. Las religiosas se arrodillan a la mitad de la calle, sin importar que a unos metros de ellas está la basura en el suelo. Muchas personas se juntan en este lugar. Observan a la distancia, participan en la procesión “de lejecitos”.
Durante el recorrido un grupo de mujeres con chalecos rojos pide una ayuda económica para la manutención del Santísimo Sacramento.
Incluso, un hombre con su perro, un labrador negro, se acerca y se arrodilla. Ahí se evidencia que el canino lleva junto con su cadena un escapulario. No es raro que los fieles crean que incluso los animales adoran a Dios, pues hay muchas historias en el folclor católico donde las bestias reconocen al creador.
Una mujer joven, a bordo de un auto subcompacto de lujo reclama a motociclistas de la guardia municipal, quienes sólo la escuchan.
Los “vivas” a Cristo Rey comienzan a escucharse, mientras la procesión reanuda su marcha hacia el próximo altar, en el Jardín de los Platitos, entre un depósito de cerveza y un bar.
Muchos automovilistas que se dirigían a sus autos estacionados apresuran el paso, abren rápidamente sus coches y arrancan apresuradamente, para no quedar en medio de la procesión que avanza custodiada por la fuerza policial capitalina.
Luego la procesión, con el ocaso encima, avanza por avenida Universidad hasta la calle de Guerrero, donde se enfilan al Templo de Capuchinas, penúltima parada de la procesión, ya con la noche sobre el cielo queretano.
El final de la procesión está, literal, a la vuelta de la esquina, pues el recorrido concluye en el Templo Expiatorio Diocesano, Ubicado en Balvanera y Ocampo, lugar donde el Santísimo podrá visitarse. Sin embargo, algo faltó en esta fiesta y que para muchos es impensable y no se concibe: De las mulas, ni sus luces.