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Querétaro
A las 10 de la mañana el Centro Histórico fue una pequeña ciudad desierta. La mayoría de los negocios ni siquiera se molestaron en abrir o lo hicieron después de medio día.
Las principales calles y anda-dores de la ciudad, como 16 de Septiembre, Corregidora, Juárez, Libertad, 5 de Mayo y Carranza, estuvieron vacías.
La voz de los comentaristas sonó en cada negocio, algunos personas se quedaron en los aparadores de las tiendas de electrodomésticos para ver los primeros minutos del partido Alemania - México, mirando en las televisiones a través del cristal, como si estuviéramos en los años 50.
El tránsito fluido en el primer cuadro de la ciudad desconcertó a los conductores, motociclistas y ciclistas, sólo el mundial convirtió al Centro Histórico en un lugar libre tráfico.
Los bares y cantinas estuvieron listos con sus televisiones de plasma en donde sintonizaron el fútbol, pero tuvieron pocos clientes; era muy temprano para tomarse la primera cerveza.
Sin embargo, las fonditas y restaurantes sí tuvieron cupo lleno. Los más concurridos fueron los del Jardín Corregidora y Plaza de Armas. Familias completas, con miembros de todas las edades se reunieron ahí para ver el partido y celebrar el Día del Padre con un rico desayuno.
“Pásele joven, tenemos buffet, “lo que usted quiera ordenar para ver el partido”, “vengase para acá a apoyar a México, ¿quiere que le consiga una mesa?” comentaron los mozos de los restaurantes que se lanzaron sobre cada persona que pasaba por el lugar.
Cada negocio tuvo una pantalla en el área exterior para que sus comensales disfrutaran el partido, algunos tuvieron hasta dos o tres televisores, todos sintonizando el mundial, el evento más importante del fútbol.
A esa misma hora en el templo de Santa Clara se ofició misa, los asistentes al evento religioso fueron 20 o 25 personas; desde el púlpito el sacerdote reprobó la poca asistencia de los feligreses “y todo por un partido de fútbol”, dijo con una risa en los labios, quizá lamentando que él también se perdería el partido.
Se juntan las celebraciones
En contraste con el ambiente solemne de la iglesia, la fiesta se hacía cada vez más grande en los restaurantes en Plaza de Armas. Algunos clientes hicieron reservaciones desde un día antes, otros llegaron desde las 8 de la mañana para escoger la mejor mesa.
“Es una locura, estuvimos llenos desde las 8:30 de la mañana. Ahorita hay lista de espera pero yo creo que los clientes que tenemos ahorita ya no se van a ir porque ya comenzó el partido, de hecho muchas personas de las que esperan un lugar se desesperan y mejor se van a otro lado”, comentó una de las trabajadoras del lugar.
Un empleado más, de uno de los restaurantes de al lado comentó que “el Día del Padre siempre es fecha llena para nosotros, pero pues ahora se juntó con el mundial. Si se fija los clientes son familias completas, no son chavos o parejitas, como regularmente se juntan para ver el futbol”.
Atraídos por el juego
Los despistados que pasaron por el jardín se detuvieron inevitablemente a echarle un ojo a las pantallas. “¡Ay no manches ya van 0-1!” , decían, y lo que sería una espera de apenas dos minutos, se convirtió en espera de casi 40. Los transeúntes optaron por sentarse en las jardineras, detenerse en los puestos de periódicos, escuchar el radio con los boleros, todo con tal de seguir de cerca el triunfo inesperado del equipo verde.
¡Gooooool! ¡A huevooo! Gritaron los comensales cuando el marcador fue 0-1 ganando México. Se levantaron de sus mesas, se abrazaron con desconocidos, algunos cantaron 'cielito lindo' y pitaron silbatos. La sorpresa se contagió por todo el centro.
La siguiente hora fue de zozobra. El inesperado gol después causó angustia entre los televidentes. ¡Traigame otra cerveza por favor! Se escuchó durante el medio tiempo, quince minutos para relajarse y después volver a la tensión.
Cuando el árbitro dio el silbatazo final, una segunda hola de alegría se volvió a sentirse, comensales y meseros festejaron por igual. “Esto no había pasado en 20 años, señor. Esto es histórico”, le explicó un joven mesero a un adulto de la tercera edad, que no entendía muy bien por qué tanto alboroto.
Otra pareja de ancianitos, perfectamente conscientes del triunfo de México se abrazaron e incluso lloraron de felicidad.
Los restaurantes llenos de comensales se vaciaron en menos de diez minutos. Toda la gente que estaba atenta al partido salió a caminar, celebrar y gritar al Centro Histórico.
El primer cuadro de la ciudad volvió a la vida, por todas partes se escuchó el festejo con el claxon de automovilistas y las playeras de México que aparecieron inesperadamente.
“Es la primera vez que festejamos el Día del Padre en un restaurante. Nosotros siempre preferimos celebrar en casa, pero esta vez nos invitaron a desayunar aquí y pues aprovechamos para ver el partido. Fue una experiencia muy padre, un ambiente familiar, lo recomiendo completamente”, comentó Martha López, que celebró con su familia el Día del Padre y el triunfo de la selección mexicana.
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