Luda Buendía y Nara Ramírez Morán son una joven pareja que se quiso alejar de los estándares laborales —sobre todo por los horarios—, por lo que encontraron en el cacao de la Sierra Mazateca de Oaxaca su mejor aliado y su mejor opción de desarrollo. Luda es originario de San Miguel de Allende y Nara nació en la Ciudad de México, sin embargo, en Querétaro vivieron por 10 años. Ahí se conocieron y juntos llevan tres años y medio.

Hace un año y unos meses trasladaron su taller para elaborar chocolate prehispánico a San Miguel de Allende, “pues ahí las rentas son más económicas que en el centro de Querétaro”.

“Con lo que aquí pagamos de renta nos alcanzaba para rentar muy lejos del centro de Querétaro, por eso decidimos instalarnos en San Miguel de Allende”, indica Luda durante la visita que EL UNIVERSAL Querétaro hace en su taller para conocer a fondo la historia de Amor y Cacao, marca que nació en enero de 2016 y con la que estos dos jóvenes emprendedores han destacado a nivel nacional. Ahora incluso buscan llegar al mercado europeo.

“Como tal, Amor y Cacao tiene año y medio de haberse creado, pero Nara y yo hacemos chocolate desde hace dos años y medio; eran otras marcas y trabajábamos con nuestro maestro, que fue quien nos llevó a la Sierra Mazateca y nos enseñó gran parte del método para elaborar algunos chocolates; luego ya por nuestra parte hemos ido descubriendo otras formas”, cuenta Luda.

El proyecto de Amor y cacao nació con la intención de retomar el ancestral consumo de cacao, además de devolver y reforzar el saber y los conocimientos perdidos acerca de una semilla que consideran maravillosa y sagrada, por sus propiedades benéficas para el ser humano tanto física, mental y espiritualmente.

“El chocolate hecho como lo hacían los ancestros es un alimento, no una golosina como se ha catalogado con los años”, asegura Nara.

“Para nosotros, cada parte del proceso es importante, desde el árbol, la tierra, desde los microorganismos que nutrirán la planta, por ello tenemos un contacto directo con la selva en que es cultivado, para verificar que esté limpia de agroquímicos, y con las manos que hacen posible que la semilla llegue a nosotros desde la Sierra Mazateca en Oaxaca, para no olvidar el importantísimo contacto humano, y así formar un lazo en el que podamos ser de ayuda a aquellos que cuidan la tierra y ayudarnos de su trabajo y esfuerzo.

“El mejor cacao crece entre los 200 y 400 metros sobre el nivel del mar y necesita una temperatura de alrededor de 32 grados, por lo que ahí es un lugar idóneo para encontrar cacao de gran calidad”, agrega.

En la elaboración de sus productos, Luda y Nara tienen siempre presente que trabajan con una medicina ancestral, “por ello cuidamos su alquimia, conservando sus aceites esenciales, su cáscara y potencializando estas propiedades con más semillas, como el amaranto y el piloncillo para enriquecer el alimento; por la misma razón no utilizamos azúcares refinadas ni lácteos y ningún aditivo artificial; nuestro labor consiste en hacer llegar a todos un alimento delicioso que nutra su cuerpo y su espíritu de la forma más natural que existe”, explican.

Nuevo molino, nuevas oportunidades

Además del ahorro económico, los jóvenes encontraron en San Miguel de Allende el espacio necesario para trabajar en la elaboración de sus productos de cacao. Una casa con mayor espacio, con su jardín para tostar la semilla de cacao al aire libre y una mejor distribución del proceso; también significó a su vez una mejora en la producción del alimento.

Hasta hace unos meses Luda y Nara molían las semillas de cacao tostadas en un pequeño molino que era con el que habían aprendido desde hace unos años, sin embargo, con el tiempo y la demanda resultó insuficiente: llegó el momento en el que se vieron rebasados por su producción.

Hasta hace poco, el papá de Luda les obsequió un nuevo molino, mucho más grande y con el que aumentaron su capacidad de producción. Este regalo significó un reconocimiento al esfuerzo de los jóvenes emprendedores.

“El nuevo molino es de piedra volcánica, el anterior era todo de metal, pero ahora es mucho más grande y se puede decir que llegó para Amor y Cacao, pues mi padre nos hizo la aportación cuando vio que estábamos creciendo, antes de su llegada ya no nos alcanzaba la producción para surtir las ventas que teníamos”, platica Luda.

Tras el nacimiento de la empresa, fueron cuatro meses los que pasaron para que comenzaran a ver que su producto finalmente sí interesó en el mercado local.

“Aquí en San Miguel de Allende las tiendas se animaron a comprar, ya teníamos pedidos frecuentes más nuestra producción de las ventas semanales. Hubo una vez que hicimos 10 kilos de cacao molido con el molino pequeño, fue mucho trabajo, pero lo que tardábamos en hacer una molienda fina no nos daba tiempo de vender más”, cuenta Nara.

La semilla de la felicidad

Luda platica que una de las principales razones para crear Amor y Cacao, chocolate puro solamente endulzado con piloncillo y combinado con amaranto, fue su intención de abonar a la cultura del cacao como un alimento y no una golosina, “como todos lo consideran”.

Tratamos de retomar lo que creían nuestros ancestros, quienes en realidad le tenían un alto aprecio al cacao por su valor nutrimental, pues además de ser muy rico, sabían las propiedades que aportaba al cuerpo.

“Nosotros investigamos cómo hacer los chocolates sin que se perdieran estas propiedades para que al momento de venderlo se convierta en un alimento nutritivo y también quisimos que en la labor de venta se conocieran sus beneficios y el valor que tratamos de darle”.

Amor y Cacao es un chocolate “que está kilométricamente lejos de los que se venden en la tiendita. Chocolate puro”.

“Es medicina preventiva —agrega el joven—. Si se come diario, hace mucho bien, pues es bueno para la memoria, el corazón, regula el azúcar en la sangre, inhibe el apetito, limpia las arterias, es antidepresivo, es afrodisiaco, alcaliniza la sangre, baja el colesterol malo”.

El principal alcaloide del cacao es la teobromina, “que actúa directamente en el sistema nervioso de la persona”.

Desde que se conocieron hace ya varios años atrás y desde que Nara supo de la existencia del cacao por un taller de alimentación, ambos lo adoptaron como parte de su dieta diaria.

Desde ahí nació su inquietud de conocer más sobre el trato de la semilla del cacao y la elaboración de sus derivados.

Su primera receta fue muy básica, de cacao con miel, pero con el paso de los años han encontrado otras formas de elaboración y combinaciones, como el amaranto y el piloncillo.

Popular entre universitarios

Desde que comenzaron con la elaboración del chocolate prehispánico, el mercadito de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) fue desde hace dos años y medio —y hasta la fecha— un escaparate importante para Luda y Nara, donde ya los reconocen y sus chocolates han tenido gran aceptación.

“Aquí en San Miguel de Allende también se mueve muy bien el producto, la ventaja es que hay mucho turismo nuevo cada fin de semana y es turismo con capital, pues pagan lo que realmente vale el trabajo y además seguimos en el mercado de la UAQ”, compartió Luda.

Actualmente se han asociado con otro joven, quien es el encargado de la labor de venta, mismo con el que se han estructurado de mejor forma para poder llevar Amor y Cacao a la Ciudad de México, así como a algunos festivales de cacao y chocolates, Guadalajara, además de que ya llegaron a Utah, Estados Unidos.

“Asistiremos a un festival de chocolate en Puebla; el 1 de julio vamos al festival de café y chocolate en la Ciudad de México y a finales de julio nuestro socio se va a un festival de chocolate en Viena, así que ya estamos presentado el producto mucho más y abriendo nuestra variedad de productos, pues queremos complementar esto con la venta de shampoo, jabones, pastas dentale y cremas... todo enfocado al cacao porque tiene las propiedades que benefician en estos rubros”, revelaron.

Los dos jóvenes reconocen que se han enfrentado a la renuencia de las personas, a escuchar “por qué este chocolate no cuesta cinco pesos”. Sin embargo, son impulsados por su creencia, que ha ido más allá, para entender —y enseñar— que el cacao era sagrado en tiempos prehispánicos, y resulta medicinal y beneficioso para las personas cuando su elaboración es totalmente natural.

“Tenemos esa cultura de creer que el chocolate saca granos, que engorda y no es verdad. Hay quienes no nos creen que es medicina o que es sano, pero la mayoría entienden lo que hacemos y ya buscan una mejor alimentación así que han sido bien aceptados los chocolates de Amor y Cacao”, finalizan.

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