“¡Llegar aquí es como si me hubieran abierto los ojos!”, expresa emocionado Oswaldo, mientras mueve las manos ágilmente y entorna la mirada hacia sus compañeros. Ana Luz Ramos, la intérprete en lenguaje de señas mexicanas, sigue con su voz los movimientos de Oswaldo, a la par que sus compañeros y maestros escuchan con atención.

“Cuando entré aquí por primera vez y me empezaron a hablar español… ¡Yo no sabía nada! Mis padres no me habían enseñado el idioma y me faltaba saber mucho sobre educación y cultura (…). Aquí empecé a aprender muchas cosas. Estoy en un sistema incluyente donde nunca antes había estado”, agrega Oswaldo, uno de los 20 estudiantes que forma parte del proyecto Ossie de la Universidad Politécnica de Santa Rosa Jáuregui (UPSRJ).

Ossie (Servicios para la Educación Inclusiva, por sus siglas en inglés) es un modelo educativo, que inició hace casi cuatro años en Santa Rosa Jáuregui con la intención de facilitar el acceso a la educación a personas con algún tipo de discapacidad.

Diariamente personas que tienen alguna discapacidad motriz, visual o auditiva conviven en las aulas de la institución y se incorporan a las clases con el resto de los estudiantes. La encargada del programa, Paloma Trejo Muñoz, define Ossie como “un trabajo en equipo”, cuyo principal reto es la inclusión y lograr el éxito profesional de los alumnos.

“El trabajo que hacemos es tratar de que todas las personas que tienen algún tipo de discapacidad puedan tener acceso a la educación. Estamos hablando de la discapacidad sensorial, sin embargo, también hay chicos con discapacidad motriz y en esa parte todavía le falta mucho a la universidad por mejorar los caminos.

“La mayoría de los estudiantes ya había estado en escuelas con personas que no tienen una discapacidad, pero la experiencia de estar con personas con discapacidad, en el caso de los sordos, no la habían vivido (…). No se busca apapachar porque tengan una discapacidad, más bien queremos impulsarlos a que después puedan competir con otros jóvenes”, señala.

Tecnología para la inclusión

“Yo nunca había vivido en un mundo de inclusión… todos somos normales, pero a veces hay personas con condiciones diferentes. Me gusta mucho convivir con otras discapacidades porque te das cuenta que no eres el único que vive situaciones distintas… ¡Me falta un año para terminar, pero no quisiera irme!”, dice Merry, una estudiante de preparatoria del proyecto Ossie, mientras sonríe al lado de sus compañeros.

A su lado, están “Las gemelas”: Isabel y Lupita, originarias de la Ciudad de México, que decidieron mudarse a Querétaro para incorporarse también al programa. “Apenas entramos a segundo semestre de preparatoria, junto con los oyentes. Nos ayuda compartir clases con ellos, aprendemos y también les ayudamos a aprender lenguaje de señas (…). Me gusta mucho que haya inclusión con oyentes, que tengamos intérpretes”, señalan las gemelas, mientras Laura Navarro, una de las seis intérpretes en la Universidad, sigue sus movimientos con su voz.

De esta manera, con el propósito de mejorar el acceso educativo, Ossie ha buscado la forma de modificar la infraestructura de la escuela, incorporar el uso de la tecnología y romper el paradigma en la forma de aprendizaje para los estudiantes con alguna discapacidad.

Máquinas de escribir en braille, audiolibros del material educativo, impresoras 3D y computadoras lectoras de documentos de texto son parte del inmobiliario de la sala tiflotécnica, a cargo de Claudia Frost Nájera, encargada de incorporar a los estudiantes con ceguera a los programas de estudio de la universidad.

Los retos

En 2014, la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid), realizada por el Inegi, arrojó una prevalencia de 6% de la discapacidad en la población a nivel nacional, al igual que en el caso de Querétaro. Según estos datos, los tipos de discapacidad más frecuentes a nivel nacional son caminar, subir o bajar usando las piernas (64.1%) y problemas de visión (58.4%), mientras que en el extremo opuesto se ubica la dificultad para hablar o comunicarse (18%). Alrededor de 33.5% tiene dificultades para escuchar.

Los resultados de la Enadid muestran que 23.1% de la población con discapacidad no tiene instrucción; cifra considerablemente más alta que la observada en personas sin alguna discapacidad (4.8%). Además, sólo 5.7% de la población con alguna discapacida tiene acceso a la educación superior; 44.7% mantiene una escolaridad de nivel primaria.

“Uno de los principales retos que tenemos a vencer no sólo en la capacidad visual, es la cultura que se tiene acerca de ella”, señala Frost Nájera, al explicar cómo la incorporación de los estudiantes a la UPSRJ, más allá de servir como un modelo de inclusión educativa, busca lograr la independencia y eliminar los prejuicios en torno al tema.

“Uno de los problemas más fuertes que tenemos es que se piensa que la discapacidad es de nacimiento, al contrario, 80% de la gente la adquirió. Cuando no naces con alguna discapacidad no tienes un comparativo. El sol lo he visto, hoy lo siento, pero finalmente no está, no lo veo. En cambio, si nunca lo has visto, tú sabes que el sol calienta, pero ignoras su color (…). Ese referente no existe”, añade.

“Estamos formando profesionistas. Se les da apoyos, se les da transporte, se les ayuda para que compitan y puedan obtener becas y cosas por el estilo, pero los acompañamos, para que ellos lo hagan todo, porque el día que no estén en Santa Rosa Jáuregui tienen que saber hacer sus cosas por ellos mismos. Tienen que ser personas independientes”, afirma.

No obstante, a pesar de las metas alcanzadas por parte de los encargados del proyecto Ossie, aún quedan retos pendientes para la inclusión. Trejo Muñoz menciona que uno de los obstáculos principales para mantener este proyecto —único en el estado— es conseguir los recursos para el pago de nómina y la adquisición de equipo especializado: “Lo que hemos hecho es cubrir con recurso federal, pero no alcanza lo suficiente. Como universidad, tendríamos que hacer un llamado a la sociedad. Hay muchas personas que les gusta dar dinero en la calle, pero aquí hay una razón para darlo (...). Es muy costosa la inclusión. Si lo ves desde el punto de vista de la capacidad auditiva, todos los chicos sordos tienen que estar acompañados por un intérprete y es como si tuvieras dos maestros en el salón. Por otra parte, también está el servicio que se brinda en la sala tiflotécnica, que tiene equipos muy costosos”, añade la colaboradora del proyecto Ossie.

“Tal vez por eso muchas personas no se animan a tener un salón con doble maestro. Hemos hecho todo esto a través de financiamiento de la universidad (…). Es muy difícil, es más de buena voluntad y de creer en la educación y que las cosas mejoren”, reitera.

Menciona que el programa Ossie de la UPSRJ busca “romper barreras” y llevar su modelo de educación incluyente más allá de la universidad, pues como parte de los servicios que oferta la institución se incluyen platicas de concientización para acercar a padres de familia que tengan hijos con alguna discapacidad, además de ofertar talleres de braille, lengua de señas y de uso del bastón en espacios como el Centro Cultural Gómez Morín.

A decir de Frost Nájera, se busca que el proyecto Ossie “no se quede sólo en el esfuerzo”; y, por el contrario, se replique en otros municipios y con personas de todas las edades.

“Cuando vas dando a conocer las cosas se van rompiendo los mitos y entonces las puertas se van abriendo. Con miedo a veces, a cuenta gotas en muchas otras ocasiones, pero finalmente se está haciendo la apertura (….). Ossie UPSRJ se trata de que las personas con discapacidad aporten a la sociedad, que no sean un número más de personas que están en la calle pidiendo, sino que ellos también estén ayudando a la gente y para eso nosotros los apoyamos con educación”, concluye Frost Nájera.

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