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Ser soldado honorario por un día significa mucho para David Amador Martínez, de 13 años de edad, quien padece parálisis cerebral con luxación de cadera congénita. “Este era mi sueño y por fin se me cumplió”, afirma el menor, quien en las instalaciones de la XVII Zona Militar pudo experimentar, al menos por un día, la vida de un elemento de las fuerzas armadas.
David, dice su madre, Rocío Martínez Jiménez, tenía el sueño desde hace mucho tiempo, pero hubo oportunidad en el Centro de Rehabilitación Integral de Querétaro (CRIQ), a donde acuden desde hace 12 años, por la condición de David.
“Nos invitaron y David dijo, ‘sí, sí voy’. De hecho anoche no pudo dormir de la emoción, eran las 2 de la mañana y no se dormía de la emoción. Como su mamá, todos los sueños que pueda lograr, lo haré, y este es unos de ellos”, aseveró.
David, quien porta el uniforme militar, en su silla de ruedas confiesa que está muy contento por cumplir uno de sus sueños.
Agrega que lo que más le gustó de la visita fue subirse a un tanque, “hace calor muy fuerte pero no importa”. Añade que también le agradó la muestra de obediencia de los perros y considera que los militares hacen una labor muy bonita para el país.
En tanto, Oswaldo Galván Merlos, otro de los soldados honorarios, de ocho años de edad y con problemas de lenguaje (autismo), comenta que lo que más le gustó del recorrido fueron los tanques.
José Raúl Galván González, abuelo de Oswaldo, dice que a su nieto siempre le ha gustado todo lo relacionado con la milicia y las fuerzas armadas y ahora que lo invitaron aprovecharon para vivir la experiencia.
Asegura que Oswaldo estaba ansioso por acudir a la zona militar , y a cada rato preguntaba cuánto tiempo faltaba. Destaca él y su esposa Martina González se cuidan del menor mientras sus papás salen a trabajar.
Mientras Mariana Godínez Landaverde, de 11 años, observa detenidamente lo que pasa a su alrededor, dice que todo le pareció muy bonito, que le gustó su uniforme y sus regalos. Ella padece autismo y tiene un implante coclear en el oído derecho.
Al lado de Mariana se encuentra su madre, Lorena Landaverde, quien observa el comportamiento de su hija frente a quienes se le acercan a preguntarle cómo ha sido su experiencia en las fuerzas armadas.
Lorena asegura que está agradecida con la XVII Zona Militar por la invitación que tuvieron para con sus hijos, los regalos que les hicieron, el recibimiento, y el detalle del uniforme que les mandaron confeccionar a cada uno a su medida.
“También el collar”, alcanza a decir Mariana, mientras se levanta y enseña la placa que contiene su nombre y datos generales.
Agrega que estas dinámicas son positivas, pues permiten a la gente acercarse a las fuerzas armadas, conocer los sacrificios que hacen por el bien de la patria estando lejos de sus familias y muchas veces en riesgo.