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“Gracias”, dicen los migrantes centroamericanos que viajan sobre la plataforma de un tráiler y que está a punto de cruzar por la caseta de la carretera a Celaya. Hombres, mujeres y niños siguen su camino al norte, tras pasar el fin de semana en tierras queretanas.
Los primeros migrantes abandonan el estadio Corregidora a las cinco de la mañana. Toman sus pertenencias y comienzan la caminata rumbo a Guanajuato, con la esperanza de llegar a Guadalajara este mismo día.
Piden “aventón” a los camioneros. Algunos se detienen, otros sólo los observan.
Los elementos de las policías estatal, federal y municipal, escoltan a los migrantes que caminan. Un grupo rezagado llama la atención. Viajan con un pitbull.
A media mañana el grueso de los migrantes están en la caseta de la carretera a Celaya. Ahí, algunos ciudadanos les ofrecen algo de comer. También hay personal de Derechos Humanos que vigilan que sus garantías individuales se respeten.
Frente a una gasolinería, dos tráileres con plataformas se detienen. Los migrantes suben a los camiones. Les darán un “aventón” a Celaya, Guanajuato.
David Hernández, es el chofer de uno de los tráileres que abordan los migrantes. Observa que vayan bien en las dos plataformas.
Agrega que en su estadía en Houston y Chicago tuvo la oportunidad de hacer amistad con muchos centroamericanos, por lo que los ayuda a todos, sin reparar de donde vienen.
Antes de partir, los despachadores de una gasolinera llenan botellas con agua que reparten entre los migrantes, quienes las agradecen el gesto. Ante la premura de que ya se va el camión, un despachador se apresura para llenar un garrafón de 20 litros. Corre con él hasta la plataforma y lo entrega.
Carlos, joven hondureño, dice que hace 22 días dejó su país. Dice que salieron a las cinco de la mañana, caminando hasta unos 500 metros de la caseta de la carretera a Celaya
Los que tienen dinero aprovechan el minisúper para comprar algo de comer. Otros reciben la comida que les brindan. Un hombre reparte tamales en una charola de plástico, que queda vacía en cuestión de minutos.
Algunos migrantes cruzan la caseta a pie. Del otro lado hay más patrullas y unidades de Protección Civil de Guanajuato, quienes desde ese punto vigilarán su trayecto.
También hay elementos del Grupo Beta, del Instituto Nacional de Migración (INM) que apoyan a los centroamericanos. Alejandro Magaña García dice que viene con la caravana desde Tapachula.
En su experiencia, indica que nunca había visto algo similar, que son muchos los migrantes y se espera un número mucho mayor de ellos para los próximos días.
Llega a niveles de crisis humanitaria, dice el hombre, que interrumpe de manera constante su charla para saludar a los centroamericanos y brindarles una sonrisa. “Nos tienen confianza, saben que estamos para ayudarlos”.
Agrega que lo más complicado de la caravana está por venir, pues en el norte, además de que el clima es más extremoso, las distancias entre ciudades son más grandes, por lo que los recorridos se hacen más complicados.
Poco a poco los migrantes se juntan pasando la caseta. Algunos piden algo de comer a los automovilistas. Otros descansan bajo la sombra de las patrullas. Buscan a sus conocidos, tratan de no separarse, las familias se unen, se compactan para no perderse en el camino. Los policías federales detienen, al pasar la caseta, a los automovilistas, para notificarles que van migrantes caminando a un lado de camino, que extremen precauciones.
Un pareja joven, con una niña de año y medio de edad corren hacia el camión. Sonríen, consiguieron el “aventón” tan buscado y necesario. En la nodriza van varias mujeres y niños. Una mujer con su hijo se asoman por una de las ventanillas del espacio de carga del tráiler. Ambos sonríen y dan las gracias. “Nos vemos”, dice la mujer, quien remata con un “gracias por la ayuda”.
arq