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París, Francia.
Esteban Inzúa González nació en la Ciudad de México hace 34 años, viene de una cuna familiar amante del español, su madre es correctora de estilo y su abuelo escritor. Él proviene de una educación que siempre ha estado sumergida en el arte.
En la secundaria siempre fue el “rarito” que leía los comics de Asterix, y desde muy temprana edad desarrolló un amor y admiración muy singular por Francia, aunado a que su abuela impartía clases de francés, por lo que siempre mantuvo ese contacto con el pueblo galo sin saber lo que le depararía el destino.
Esteban estudió en una secundaria pública, es hijo de papás con ideas izquierdistas, sus influencias musicales eran escuchar en aquel entonces a Silvio Rodríguez, y al entrar a un centro de educación artística, por primera vez se sintió como pez en el agua.
“La danza me eligió a mí, yo no tenía intenciones de ser bailarín, entré a un CEDART con la clara idea de ser actor, desde pequeño hacía pastorelas y me encantaba ser el diablo, sentir el aplauso del público y convertirme en el centro de atención. Una maestra un día me explicó: ‘actor lo vas a poder ser toda la vida, pero si quieres aprender de danza es el momento’”.
Así fue como el bailarín mexicano comenzó la aventura, tenía 14 años cuando inició con barra al piso y danza clásica, hasta lograr preparase para entrar al Centro Nacional de las Artes (Cenart).
De los elegidos
Después de un examen exhaustivo y más de 500 candidatos quedó dentro de los 30 seleccionados, formando parte de la primera generación donde salieron con licenciatura en Danza Contemporánea. Realizó su tesis sobre el análisis histórico de la experiencia de la danza contemporánea y la autogestión.
El bailarín llegó a París a complementar sus estudios, su primera barrera en la nación gala fue el idioma y el frío, alguien ya le había platicado de los duros inviernos, pero siempre experimentarlos en carne propia es otra cosa. También experimentó el choque cultural con los franceses por tener una proxemia distinta al mexicano.
Fue justo al primer año de su llegada a París cuando comenzaba a hablar bien el francés, su primer trabajo fue bailar en espectáculos latinos en barcos que recorrían el río Sena. Después logró estudiar un máster en Notación Coreográfica, su carrera artística comenzó a llenarse de proyectos más grandes.
Fue contratado por Disney París por un año y medio para el espectáculo de Frozen, convirtiéndose en intermitente de espectáculo con seis presentaciones al día de 20 minutos. Relata que el trabajo en Disney es duro, pero sólo debes preocuparte por cuidar tu alimentación, condición y bailar.
“Casi todo el mundo termina lesionado; en verano sufres de calor por los trajes y en invierno se sufre el frío, pero pase lo que pase siempre debes llevar una sonrisa”
Dentro sus grandes experiencias laborales en Francia interpretó para el juego Just Dance a Miguel el personaje principal de la triunfadora película Coco. Una experiencia corta pero enriquecedora que duró 5 horas de maquillaje y otras 2 horas para grabar tres veces el soundrack “Poco Loco”.
Perseverancia demostrada
Esteban Inzúa es la demostración de lucha para lograr un sueño, nunca se ha sentido limitado, sabe que al tener 1.68 de altura y fisonomía latina no cumple muchas veces con los requerimientos para hacer castings en Francia, pero jamás deja de intentarlo.
El bailarín mexicano sin tabús hoy le de vida en un show de Drag Queen a Lolita, una mujer fuerte y cabaretera que pone sazón latino en los brunchs de los franceses. Inzúa es también profesor de baile de un reconocido instituto parisino, y en la actualidad sigue creando proyectos.
“México es un país maravilloso y estoy orgulloso de ser mexicano, pero también está París, y París es una ciudad que me gané. Me la gané a golpe de sudor, fracturas de tobillos y torceduras, París es la ciudad que yo escogí, que yo adopté y que me adoptó, pero es mi ciudad porque me la gané con esfuerzo”.