Como es costumbre en cada escuela pública o privada, sin importar el grado de estudios, los alumnos preparan un festival antes de salir de vacaciones, en este acto muestran orgullosos a familiares y amigos lo aprendido a lo largo del curso; los padres de familia, con algunas lágrimas en los ojos, los abuelos tomando fotografías con el celular, mientras los sobrinos y amigos esperan entre el público con globos y flores.
La Escuela de Ciegos de Querétaro no fue la excepción, en la finca ubicada en 15 de Mayo casi esquina con Gutiérrez Nájera, los alumnos del plantel se preparan para su festival de fin de ciclo.
En total son 46 graduados; esperan en la planta alta de la escuela acomodando sillas, preparando la bandera para el acto solemne y apoyando en la cocina con la preparación de algunos bocadillos para sus invitados.
Cada alumno dará muestra de lo aprendido durante el último ciclo escolar; algunos estudian taquigrafía, otros computación, manualidades, literatura, masoterapia, inglés, sicología y música.
A las 13 horas, los invitados comienzan a llegar, toman sus lugares, se saludan entre sí, todos lucen contentos y orgullosos por el logro de sus familiares o amigos.
Alfredo Blandina Fernández de Lara, presidente de la Unión de Minusválidos de Querétaro, asociación de la cual depende la escuela, ocupa su lugar en la mesa de honor junto a los maestros.
Al fondo del salón, los miembros de la escolta toman sus lugares. Se conforma por alumnos con ceguera o baja visión que portan con orgullo un uniforme blanco; no marchan de la manera tradicional: se toman hombro con hombro y avanzan juntos, las personas en la retaguardia estiran sus brazos para no alejarse demasiado de sus compañeros.
Los honores a la bandera terminan. Es el turno de los alumnos del taller de literatura para recitar poemas de Amado Nervo; después vienen los alumnos que cursaron el taller de sicología y hacen una demostración sobre el manejo de las emociones; los de mecanografía reciben diplomas y reconocimientos por su esfuerzo.
Los alumnos de manualidades exhiben en una pequeña mesa sus trabajos hechos con hilo y cuentas de colores, son llaveros y cinturones. Pero lo más llamativo, sin duda alguna es la presentación de los estudiantes de música y canto, quienes se ponen de pie, toman sus guitarras y cantan a todo pulmón Tatuajes de Joan Sebastian.
Entre los alumnos cantores se encuentra Luis Alberto. Su madre, Rosa María Rendón, lo observa entre el público. La mujer comparte a EL UNIVERSAL Querétaro que su hijo perdió la vista hace cuatro años, a causa de un accidente automovilístico.
A pesar del dolor y el sufrimiento, hoy comparte con orgullo que su hijo es una persona completamente independiente. Recuerda que él mismo acudió a la Escuela de Ciegos de Querétaro para recuperar el control de su vida y lo logró.
Actualmente, el joven se desplaza desde Juriquilla hasta el Centro Histórico para acudir a clases de música y masoterapia.
“Los familiares de alguna persona ciega o con baja visión nos llenamos de miedo al tener que dejarlos solos, al saber que circulan por la ciudad, en el transporte público, por eso a veces caemos en el error de protegerlos demasiado. A mí me pasó con mi hijo, no quería que saliera de la casa, pero él mismo me dio una lección y me mostró de lo que es capaz.
“Perdió la vista en un accidente automovilístico, pero eso no lo detuvo. Fue él quien se inscribió en esta escuela porque estaba decidido a salir adelante y ahora veo que siempre tuvo razón, en la escuela les dan armas físicas y emocionales. Ha hecho grandes amigos que lo entienden y lo comprenden. A las personas que dudan de este tipo de asociaciones les pediría que no juzgaran, nadie sabe de qué se trata esto hasta que se enfrenta a alguna discapacidad”, comparte la mujer.
El festival concluye con las palabras de la maestra Brenda Leal, coordinadora general: “Me siento orgullosa de ustedes porque los he visto crecer, muchos llegaron con temor hasta de caminar solos, hoy son independientes”. Al final, el ambiente es de fiesta y alegría.