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"Me sorprendió que la tierra hacía ruido”, dice Gerardo Quirarte, ex director estatal de Protección Civil y quién en 1985 estaba casualmente en la Ciudad de México aquel 19 de septiembre.
Narra que estaba en el octavo piso de un edificio en la zona de Polanco, junto con su familia. Ya vivía en Querétaro, pero había hecho el viaje a la capital del país por el nacimiento de su hijo, ya que el doctor que atendía a su esposa estaba en la Ciudad de México.
Su esposa estaba en recuperación “cuando nos tocó el sismo del 19 de septiembre de 1985. Recuerdo claramente que mi iba a meter a bañar. Mi esposa le estaba dando de comer al bebé. La otra hija que tenía un año, año y medio, estaba en una habitación con mis suegros. Estábamos en un octavo piso de un edificio en la zona de Polanco.
La verdad es que fue muy impactante porque la tierra hacía ruido. Emanaba un ruido, una vibración muy fuerte. No era común. Luego el ulular de las sirenas y todo de lo que empieza uno a percatarse alrededor de edificios colapsados. Luego la cobertura televisiva de Jacobo Zabludovsky que fue el que salió y empezó a reportar. Hasta ese momento percatamos del tamaño del problema y de la magnitud de la tragedia”, recuerda.
Ahí, señala, nace la Protección Civil, porque todas las autoridades policiales, militares, incluso civiles, el presidente en turno, Miguel de la Madrid Hurtado, se vio rebasado totalmente.
“Realmente (la ayuda) era lo que te marcaba el instinto, y ahí nace el Sistema Nacional de Protección Civil, y a 34 años vemos una sociedad mucho más preparada, con autoridades con mayor interés en materia de prevención. Todo eso nos lleva a apostarle a la prevención, que al final la protección civil es la capacidad de resiliencia, de autoprotección y sobre todo de invertirle a la prevención”, subraya.
Apunta que él había sentido antes muchos sismos, pero nunca como ese, en 1985, además de duró más de un minuto, provocó que los objetos se movieran de su lugar, se abría puertas y se oía un ruido intenso, además de una sensación de mareo que duró varias horas.
Nunca imaginó que el temblor hubiera sido tan destructivo, pues el antecedente que se tenía era en 1957, cuando el sismo que se registró ese año hizo que cayera el Ángel de la Independencia, lo que recuerda de manera vaga porque era muy chico. “Nunca pensamos que fuera de ese tamaño y que fuera de ese impacto.
Lo que hicimos fue sumarnos de inmediato. Yo salí a la Cruz Roja a ver en qué podía ayudar, automáticamente cuando me pidieron donar sangre lo hice. Conseguimos medicinas, ropa, pañales para bebés, todo lo que podíamos. Ya después nos unimos a grupos cercanos a las colonias y ahí ayudabamos a mover escombros como podíamos, con las manos. Ya que pasado el tiempo la información arribó y conocimos la dimensión de la tragedia”.
Destaca la solidaridad de la sociedad mexicana que siempre apoya al prójimo cuando hay emergencias, aunque lo que hacía falta en ese entonces era orden. Ya con la Protección Civil existe mayor coordinación y orden, por lo que sociedad responde con prontitud y madurez.
Añade que le llamaba la atención ver en los parques a familias acampando, ahí estaba gente y la ciudad estaba oscura, totalmente oscura, además de que había mucho polvo en el aire. Había también una sensación de temor por lo que había sucedido y de impacto por las dimensiones. En la Ciudad de México estuvo 10 días más tras el 19 de septiembre. Luego regresó a Querétaro.
La lección que dejó ese sismo fue la necesidad de tener una institución encargada de la Protección Civil, y el terremoto de 2017 hace recordar a los ciudadanos que la naturaleza en cualquier momento reacciona. “Hay que estar preparados siempre”.