Querétaro
Desde la primera misa del día 2 de febrero, todas las parroquias católicas se lucen con figuras del Niño Jesús, finamente vestido con ropones blancos. Sus madrinas los llevan en brazos para presentarlos ante Dios en el templo, como hace más de 2 mil años se presentó de igual forma a Jesús de Nazaret, hijo de Dios, engendrado por la Virgen María, según la religión católica.
Por ello, para miles de católicos en el mundo, el llamado Día de la Candelaria representa una tradición bien arraigada, sobre todo entre las familias mexicanas.
Los relatos bíblicos dicen que cuando la virgen María cumplió 40 días después del parto, salió de su casa para presentar al recién nacido en el templo y entregar dos pichones como ofrenda.
Actualmente, 2 milenios después, las madres de familia son generalmente quienes encabezan esta tradición católica, casi siempre pasada de generación en generación.
En la iglesia del Santo Niño, por ejemplo, las familias se congregan en torno al altar para presentar a niños vivos y a niños dioses, todos por igual esperan la bendición del sacerdote, quien dice unas palabras en señal de oración y los rocía con agua bendita; algunas familias aprovechan la ocasión para bendecir agua, imágenes religiosas, velas, cirios y veladoras.
El agua bendita se extiende por todo el templo y salpica no sólo a los mejores, sino a las parejas de enamorados y personas de la tercera edad que asistieron a misa. Afuera de la parroquia, varias personas venden ropa para vestir a los niños que serán presentados, para ellos también venden zapatos y sombreritos de tela.
Las figuras del niño Jesús que son bendecidas tienen todas las formas posibles, algunos están sentados en su trono de madera, otros están de pie jugando con palomas, unos son enormes, del tamaño real de un niño de 40 días de nacido y otros más son tan pequeños que caben en la palma de la mano.
En esta tradición religiosa los niños menores a tres años son de igual forma vestidos de blanco, son llevados por sus padrinos de presentación hasta el altar, en algunas ocasiones se prenden velas y se pronuncia una oración frente al pequeño, seguido de un momento de reflexión y finalmente la bendición del sacerdote.
Para Guadalupe Patrón, la presentación de los niños al templo es una de las costumbres más arraigadas en su familia, pues ellos realizan este acto desde hace más de 50 años, siempre encabezados por la abuela.
“Para nosotros es muy común traer a los niños pequeños a presentarlos al templo, todos mis sobrinos han vivido eso, es como un segundo bautismo, esa importancia tiene para nosotros, a cada niño se le asigna un padrino y ellos lo traen aquí.
“También se acostumbra traer a los niños dioses a bendecirlos, igual se visten de blanco y se traen aquí para bendecirlos y, en nuestro caso, se convierte en un tesoro familiar porque es una pieza bendita que tiene mucho valor sentimental”, comenta.
En la misma iglesia esperan, con su bebé en brazos, Alejandra y José, una joven pareja que vistieron a su niño José Luis con sus mejores galas para su presentación. El pequeño se arrulla en los brazos de su madre sin sospechar que las gotas de agua bendita están apunto de caer del cielo, cuando toca su turno, el sacerdote lo mira y apenas se atreve a despertarlo con el frío del agua, así que sólo lo toca con la palma de la mano y pide en voz alta que en su vida tenga paz y amor.
Cuando la misa termina, las familias salen enaltecidas, todos se sienten un poco más dignos, entraron con una figura de barro y salieron con un niño bendito en los brazos. Algunos niños entraron por su propio pie, pues ya rondan los tres años y sus familiares bromean: “Esperamos que ya no haga travesuras porque se supone que ya se le salió el chamuco”, dicen entre risas mientras poco a poco desalojan el atrio de la iglesia.
¿Qué sigue después de la presentación del niño Jesús?
Una vez realizadas las presentaciones en el templo, las familias se reúnen en el seno familiar, tal vez en la casa de los abuelos, para continuar con la tradición y cenar unos deliciosos tamales, pues esto es parte fundamental de la celebración por el Día de la Candelaria.
Lupita, como le dicen sus hijos y sus sobrinos, recuerda cómo su mamá sembró la tradición de levantar al Niño Dios cada 2 de febrero. En esta fecha se escogía una madrina que debía vestir al niño y también era su deber entregar dulces y chocolates a los asistentes a la fiesta.
“Es una tradición muy bonita que siempre hemos realizado entre primos y hermanos, mi mamá inició con esa fiesta, pero ahora nosotros la realizamos, aunque ella ya murió. Además de la presentación de los niños en el templo, siempre nos reunimos para cenar tamales y levantamos el niñito Dios que bendecimos este mismo día; cada año es una madrina diferente, es una forma muy hermosa de fomentar la unión familiar”, finaliza.