Fieles a la tradición, los pajareros de Querétaro llevan a cabo su peregrinación al templo de La Cruz, desde el barrio de Santa Rosa. En su camino, además de ir acompañados por las miradas de los ciudadanos, los cantos de sus aves anuncian su paso.
Censurados por muchos, principalmente los defensores de los animales, los pajareros defienden con orgullo su oficio que se hereda de generación en generación.
El sol y el calor no son obstáculo para los vendedores de aves que caminan por las calles del primer cuadro queretano.
Casi de manera simultánea otra peregrinación parte del mercado de La Cruz. Son los comerciantes de ese centro de abasto que también participan en las fiestas del barrio del centro de la ciudad.
La llegada de unos y otros se anuncia con los cohetones que explotan en lo alto y que activan las sensibles alarmas de algunos automóviles estacionados.
Los primeros en llegar son los locatarios del mercado de La Cruz. Son precedidos por un grupo de concheros. El estruendo de los cohetones, el tañer de las campanas del templo, la música de la banda y las alarmas de los coches hacen una mezcla auditiva que llena el aire.
Los queretanos y los visitantes se acomodan en las aceras para ver pasar a los contingentes. Todos tratan de estar en la sombra, pues el sol es intenso y la temperatura superior a los 26 grados.
Antes, cuando los cohetones se escuchan a lo lejos, los vendedores de antojitos se alistan para quienes llegarán con hambre y con sed. Una joven vendedora empieza a asar carne y calentar tortillas. En unos minutos el aroma de la carnita asada se respira abriéndole el apetito a más de uno.
Los locatarios del mercado entran al templo para la eucaristía en el que dan gracias por un año más de trabajo.
Apenas termina la bienvenida para los locatarios, cuando a lo lejos ya se escuchan los cohetones de los pajareros. Avanzan por la calle de Independencia rumbo a La Cruz. Hacen una escala en el templo de La Merced. Los concheros con sus penachos, caracoles y danzas encabezan el contingente de las mujeres y hombres dedicados a la venta de aves.
Las torres de jaulas están decoradas con flores. Las más elaboradas llevan “templos” elaborados con cartulina y pintados con plumines. Dentro de las jaulas las aves cantan sin parar. De vez en cuando algún vendedor suelta un grito de “viva la Santa Cruz. Vivan los pajareros”, que es respondido con un “viva” de sus compañeros.
Entre los vendedores de aves hay de todas las generaciones. Caminan desde pajareros adultos mayores hasta una niña de escasos 10 años, quien lleva en su espalda una pequeña torres de jaulas, con unas flores amarillas.
Otros, extenuados por la caminata, deciden refrescarse. “Discretamente”, casi sin que nadie lo vea, uno de los pajareros saca de su morral una cerveza y da un trago largo. Casi media cerveza se va “de un jalón”.
Llama la atención que entre los espectadores de la procesión se encuentran muchos extranjeros, quienes atraídos por las tradiciones queretanas acuden para ver la procesión. Observan con atención el paso de los pajareros y las danzas de los concheros. Uno que otro brinca asustado por el tronar de la pirotecnia.
Mientras los pajareros, que cumplen ya 46 años de peregrinar cada 12 de septiembre, esperan para entrar al templo, a su alrededor se reúne una decena de personas quienes, al igual que durante el recorrido, les toman fotografías y hacen “lives” para sus redes sociales.
Las aves no paran de cantar en las jaulas. Alguna joven dice que lo hacen porque están asustadas por los cohetones, las campanas, la música y la gente que los rodea.
Atrás de los pajareros, un grupo de concheros se prepara para ejecutar algunas danzas. El tambor comienza a sonar y los danzantes, mujeres y hombres forman un círculo. Se mueven de derecha a izquierda, luego contrasentido, mientras la gente se agolpa a su alrededor para verlos.
El olor a carne cocinándose, flautas y otros antojitos invita a los paseantes a comer algo.
Más tarde se lleva a cabo El Gallo, tradición en el que se visitan las casas de los generales de los grupos de concheros y se bendicen sus cruces. Las visitas se prolongan hasta la madrugada. Ahí se ofrece comida y alguna bebida a los visitantes, mientras los concheros y apaches velan para el 13 de septiembre salir a danzar por las calles queretanas.