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El olor a comida impregna el aire en la calle Lorenzo Ángeles, en el centro de El Pueblito. Abajo de las carpas instaladas sobre la calle el calor comienza a ser intenso. Son casi las dos de la tarde y se preparan para repartir el caldo de buey, para cumplir con una de las tradiciones más añejas del municipio de Corregidora.
La gente poco a poco comienza a llegar a la calle, donde previamente saben que se llevará a cabo la fiesta. Carteles colocados en las calles de El Pueblito informaron desde antes el sitio donde sería el reparto del caldo de buey que el domingo se paseó en las calles de Corregidora para que la gente constatara que era un animal sano y que no era robado.
Sandra Mendoza Hernández, es “tenanche” 9, de la Corporación 2020-2021. Una tenanche son las mujeres que se encargan, junto con los mayordomos, de organizar las festividades en honor la virgen de El Pueblito.
Es primera vez que lo hace, y dice que “bendito sea el Señor no nos costó mucho trabajo, cuando las cosas se hacen con mucho gusto, siempre salen bien”.
La música de una banda se escucha de fondo. Ameniza los momentos previos al acto protocolario, donde los curas, en presencia del alcalde Roberto Sosa, bendicen los alimentos y reparten el caldo.
Sandra dice que prepararon 50 kilos de carne, que empezó a cocinar desde las tres de la madrugada de lunes. Al caldo se le pone col, zanahoria, cebolla, ajo, cilantro y hierbabuena.
Sus hermanas, su madre y tres personas más ayudaron a Sandra a hacer el guisado. Para repartir también hacen equipo. Explica que en su familia es la primera vez que preparan este platillo para la fiesta.
El proceso para seleccionar a las tenanches que participarán en la elaboración del caldo es relativamente sencillo. En las corporaciones eligen a la primera cocinera que se encarga de buscar a sus 12 acompañantes.
Les avisan con medio año de anticipación. Luego les dicen el procedimiento que se va a seguir durante la preparación.
“Es una tradición que viene ya de años y es muy bonita, la mera verdad. Sí, me ha gustado ir por mi caldo en otros años, porque es una bonita tradición. Ya viene gente de otros lados, no sólo de aquí [Corregidora]. Vienen de otras partes de Querétaro a conocer la tradición de El Pueblito”, asegura.
Es una añeja tradición. Sandra les dice a aquellos que aseguran que pasear el buey es una crueldad contra los animales, que es una tradición que ya viene de años. “Mucha gente lo ve que es muy rara. Ven que la paseada del toro está muy mal, pero es una tradición que sigue el pueblo y una tradición no se puede acabar. Es muy bonita y los invito a que convivan aquí. Dentro de las corporaciones es muy bonito. Se lo comen con mucho gusto, porque el animal que se pasea es el que se comen”.
María del Pueblito es “manda” desde hace tres años. Una manda, explica, se encarga del cuidado de la virgen Peregrina, que no le falten flores, que esté limpia a donde quiera que vaya.
Dice que seguirá siendo manda el tiempo que Dios se lo permita. Apunta que todo es de manera voluntaria, es un asunto de fe. Las mandas varían en número, pues hay ocasiones en las que se requieren de varias.
“A mí ya me habían hecho esa propuesta. Me preguntaron si no quería ser manda. En ese momento me nació, aunque ese primer año dije que no. Me siguieron insistiendo. Dije: no voy a poder, pero me convencí que sí. Le dije a mi esposo y él me dijo que yo viera. Ahora tengo tres años”, señala.
Llegan a bendecir los alimentos. Siendo las dos de la tarde los curas llegan para ocupar una mesa junto con el alcalde y sus funcionarios. El edil Sosa Pichardo se demora en llegar. En su camino hacia la mesa de honor se detiene para saludar a la gente.
La comitiva avanza lentamente. La multitud impide el avance rápido por la calle congestionada de personas que, bote en mano, esperan su ración de caldo.
Por las bocinas colocadas a lo largo de la calle se escucha la voz de un cura rezar y bendecir los alimentos que en un momento más todos probarán.
Terminada la bendición, Sandra y sus acompañantes comienzan a repartir el caldo. En poco tiempo la actividad es intensa y no permite un descanso. Es una especie de coreografía, pues mientras unas sirven los vegetales, otras sirven el caldo con la carne y unas más toman las piezas del pan y se las dan a las personas que llegan hasta las mesas que han dispuesto.
Las filas ya salen de la zona de la carpa. Son cientos de personas, quizá en un momento rebasen las mil almas que llegan hasta el lugar.
Unos luchan por salir con sus botes de comida y sus panes en las manos. Otros luchan por entrar y alcanzar sus raciones, para ellos y sus familias. Algunos mayordomos piden orden a la muchedumbre. Organizan a los que salen para que lo hagan por una costado de la calle, por una banqueta, pero en esa parte también hay personas esperando su turno para recibir su ración de guisado, como cada año en El Pueblito, donde la fe mantiene vivas las tradiciones.