El despertar de los vecinos del fraccionamiento Monte Blanco I fue violento este lunes, cuando el tanque Lázaro Cárdenas de almacenamiento de agua de la CEA se desbordó, arrasando con todo lo que encontró a su paso.

Los vehículos en las grúas. Alguno sobre una jardinera, son testigos del duro amanecer de los vecinos que vieron impotentes cómo el agua entraba a sus casas, destruía sus pertenencias y arrastraba sus vehículos por la pequeña calle.

Los empleados del municipio de Querétaro y de la Comisión Estatal de Aguas (CEA) trabajan en la limpieza de la calle afectada. Una decena de empleados limpia la calle, mientras otros más reparan el tanque roto. En total fueron 17 viviendas y 14 automóviles afectados.

Trabajadores administrativos del municipio levantan el censo de los daños entre los vecinos. Se ven tranquilos. Al menos el percance no provocó ninguna muerte.

Baltasar Elías regresa a su casa. Lleva un refresco en la mano y aún lleva puesta la ropa con la que salió en la mañana a dejar a su hijo a la escuela.

Dice que al momento del accidente no estaba en su casa. Su esposa, indica, reportó de las cuatro de la mañana que estaba subiendo el nivel del agua, que con dos bombas pudo ser controlado.

“Hicieron caso omiso. Cuando se les volvió a hablar ya estaba al nivel. No resistió la barda [que separa el fraccionamiento de las instalaciones de la CEA] por no tener castillos. Entró toda el agua a la planta baja [de su casa]”, narra.

Preocupado, con la boca seca, Baltasar recuerda lo que le dijeron a su esposa en la CEA: en dos horas irían a revisar el lugar. Antes de ese lapso la barda cedió ante la fuerza del agua. “Ahora sí hay como 50 personas trabajando”, agrega.

Con el lodo hasta las rodillas. La calle del fraccionamiento está llena de lodo. Los vecinos, desde las puertas de sus domicilios, observan el trabajo del personal de gobierno que coordina a las grúas que se llevan los coches. Todas las unidades presentan daños en las carrocerías, debido a que fueron arrastrados por la corriente.

En otros casos, los muebles de las casas están en los jardines.

Baltasar, anestesiólogo de profesión, señala que todos sus muebles de la planta baja de su domicilio se perdieron. Incluso su equipo de ultrasonido se perdió, así como su equipo de laringología. Es un equipo muy caro, aclara.

“Mi esposa se salvó de milagro. estaban abajo sacando agua, cuando se comenzó a meter el líquido que desbordaba, cuando dice que escuchó como un trueno”. Tomó a su otro hijo y lo llevó a la parte alta, mientras veía como se metía toda el agua. “Se llevó la puerta principal y por ahí salió el agua”, dice

Judith, vecina de Baltasar, añade que ella escuchó el ruido cuando cedió la barda y vio que la calle era un río, “como un tsunami”.

Baltasar añade que cuando regresó de dejar a su hijo de la escuela vio que la avenida Cimatario estaba inundada. Aún antes de llegar al fraccionamiento supo que esa agua había salido de su domicilio.

Precisa que su comunicó con su esposa, quien le dijo que no entrara, que el agua se había llevado todo, incluso su coche. El hombre hace una pausa. Sus ojos se humedecen. Toma fuerzas para seguir hablando. “Es una negligencia por parte de un trabajador haragán, porque les pagan para estar de guardia. Yo soy médico y no somos así, cuesta vidas. Aquí pudo costar vidas, y ese haragán tienen que correrlo. Y si no correrlo, meterlo a la cárcel por no estar atento”, asevera.

Ambos vecinos dan gracias que este accidente no causó víctimas fatales. Agradecen que dentro de las pérdidas sólo fueron materiales. Todos están vivos.

Judith pregunta a Baltasar dónde pasarán la noche él y su familia. Ofrece su casa, que no tuvo grandes daños. El registro del agua y una barda que cayó, pero son daños menores.

Entre vecinos se apoyan. Se echan la mano. A Baltasar le preocupa cómo protegerá su casa pues quedó expuesta ante la falta de la barda perimetral, además de que los ventanales y las puertas quedaron destruidas. “Todos los vecinos se han portado muy solidarios”, dice Baltasar.

En tanto, Judith explica que el percance ocurrió alrededor de las siete de la mañana. Escuchó un ruido muy fuerte y pudo ver el agua arrastrando coches, bicicletas y escombros del muro vencido.

Agrega que las autoridades reaccionaron rápido, pero “esto no debió de haber sucedido”.

Precisa que el tanque es vandalizado de manera constante, pues se roban las tuberías de cobre, dañando los dispositivos que evitan que el agua se derrame y ocurran estos hechos.

Los trabajos siguen hasta la tarde. Judith dice que por la mañana era imposible salir por la calle, por la cantidad de escombros y autos que estaban amontonados.

Los trabajos de los empleados de la CEA siguen en el lugar hasta después de las cinco de la tarde. Baltasar platica con los empleados de gobierno presentes ahí y que llevan a cabo labores de gestión con los vecinos.

Una mujer observa a la distancia a los operarios y sus vecinos. Luce desconcertada y asustada. No dice nada. Sólo los mira trabajar a los hombres. Son casi 12 horas del incidente. Tardará más tiempo en volver la normalidad.

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