Ayer, más de 200 globos aerostáticos adornaron y dieron brillo al cielo de una de las zonas más pobladas del Bajío mexicano, León, urbe hasta donde llegaron miles de personas que utilizaron sus dispositivos móviles para captar la imagen con mayor colorido o la mejor selfie.

Poco después de las cinco de la mañana de ayer ya se apreciaba en el Parque Metropolitano de León, Guanajuato, enormes globos que se inflaron con gas, que despegaron con una tripulación de cuatro a cinco personas máximo.

Los globos que más llamaron la atención son aquellos en los cuales se observaron figuras de animalitos, entre ellos la jirafa, la gallina, el armadillo, un oso y hasta un bebé en una carreola. Pero también fue común observar globos que lucían logotipos de distintas empresas, las cuales aprovechan el evento para promocionarse ante los miles de asistentes.

Al Festival Internacional del Globo, que se realiza en León, asisten durante cuatro días más de 550 mil personas; sin embargo, son pocos quienes logran volar, debido a que sólo son 200 globos y cada uno de ellos realizan un vuelo por día, además de que la mayoría de los tripulantes son invitados de las empresas que patrocinan el evento con sus marcas respectivas.

Javier Merino, piloto del globo de Caja Popular Mexicana (CPM) y con una experiencia que rebasa los 20 años en el manejo de este tipo de artefactos que surcan el aire, dice que, en promedio, se cobra como mínimo 2 mil pesos el paseo en un globo con una duración de una hora.

El globo de CPM fue de los que más tardó en despegar, lo hizo a las siete de la mañana con cinco personas, cuatro de ellas pasajeros que por primera vez vivieron la experiencia, además del piloto Javier Merino, nativo de San Juan Teotihuacán.

La presa El Palote, que rodea al Parque Metropolitano, se convirtió en un enorme espejo, en el que se reflejaron las enormes figuras de los globos que surcaron el aire, desde donde Javier, con sus habilidades, dijo que lo “más alto del paseo alcanzó los 2 mil 600 metros sobre el nivel del mar, es decir, mil metros a nivel de terreno”.

El descenso del globo fue lento, hubo un momento en el que hubo preocupación de los pasajeros, quienes dejaron de tomarse sus selfies, debido a que se sobrevoló el zoológico de la ciudad, donde se vio de manera muy cercana la fauna silvestre que habita ahí, entre ellos los salvajes leones, los elefantes, las jirafas y los rinocerontes. También, muy cerca de ahí se observó a cientos de águilas que confluyen en un santuario.

Al cumplirse 45 minutos de vuelo, Merino analizó las posibles alternativas para lograr un aterrizaje exitoso, lo que permitió que desde las azoteas de los condóminos, de manera constante, aparecieran los saludos a la tripulación y también se escucharan los ladridos de los perros a lo lejos.

Merino intentó aterrizar en un campo de futbol, pero el viento no se lo permitió, lo tuvo que hacer en un baldío frente a una de las vialidades de mayor circulación en la ciudad, como es el boulevard Morelos, hasta donde llegaron cientos de niños y madres de familia, para platicar con el piloto y tomarse la foto a bordo del globo, lo que motivó que tardara más de una hora en desinflarse.

El gusto por ser globero

Javier Merino no se considera un piloto, sino únicamente un globero, que incursionó y aprendió el oficio de manejar un artefacto de este tipo por casualidad, “mi curva de aprendizaje fue con muchos errores y dándome sustos”.

El dedicarse a la elaboración de globos para fiestas infantiles y el diseño de inflables de mayor tamaño para la diversión de los niños, lo llevo más tarde a vender publicidad en los primeros globos aerostáticos que hubo en México. “Yo compré uno de segunda mano, un globo gringo y con ese empecé a practicar, se lo rentaba al PRI durante sus campañas políticas”.

Un día en Metepec, Estado de México, durante la realización de un acto en el que lo que contrató dicho partido político, el globo, accidentalmente lo soltaron y él, por estar a bordo, tuvo que conducirlo, a pesar de que no tenía la experiencia ni la pericia. “Esa primera ocasión no me dio miedo, pero la adrenalina la tenía a tope, pues lo que buscaba era salvarme de algún accidente, ese día subí muchísimo, fue un vuelo extremo, debido a que subimos más de 5 mil metros”, recuerda.

En la actualidad, Javier Merino no sólo es piloto de globo, sino que también junto con varios integrantes de su familia se convirtieron en empresarios del ramo, al tener 20 globos que opera con una de sus hijas en Teotihuacán, Estado de México.

“Hoy, por ejemplo, le dimos el servicio allá a poco más de 180 turistas”, además de que uno de sus hijos varones se dedica a la fabricación de globos, los cuales llegan a costar alrededor de 700 mil pesos.

El globo de CPM es de Merino, “yo se lo rentó a la caja, tengo un contrato con ellos para volar ciertas horas y cuando se vence el contrato lo renovamos, ya llevamos varios años trabajando así. Yo llevo el globo a distintos puntos del país, a dónde ellos me digan. En la actualidad tengo cuatro globos que arrendo a empresas, dos de ellos a esta caja, otro lo tengo con Telcel y el último con Coppel”.

El negocio de los globos aerostáticos es poco común en México, pero es una actividad rentable que gracias a ella le permitió durante los últimos años 20 llevar a Merino el gasto familiar, “además, debo reconocer que en este trabajo me divierto y también me gusta”.

cetn

Google News

TEMAS RELACIONADOS