A Verónica Ugalde le detectaron un pequeño quiste en el seno derecho hace seis años, antes de que se hiciera su primera mastografía y antes de que cumpliera los 40 años. Era cáncer de mama, pero los doctores no lo sabían, se enteraron varios años después, cuando la enfermedad ya había avanzado.
Un año después de la noticia, también le detectaron cáncer de mama a su madre, María Isabel García Pérez. Desde entonces ambas mujeres luchan juntas contra el cáncer y han logrado sobrevivir; una de ellas salvó su seno; sin embargo, la otra lo perdió.
Verónica tiene 45 años y dos hijos pequeños, lo más atemorizante en todo el proceso de lucha, desde que le dieron la noticia, fue estar pensando constantemente en que sus hijos podrían quedarse solos, sin ella, además del miedo a la muerte. Pero sus temores se convirtieron en impulsos para salir adelante, para buscar alternativas e iniciar el tratamiento, no había tiempo para llorar ni lamentarse por lo injusta que podría ser la vida.
Cuando Verónica estaba lista para la operación, ocurrió el milagro. El quiste maligno que amenazaba su vida, ya había disminuido varios centímetros. Recibió la noticia como si se tratara de un cubetazo de agua fría, no podía creerlo, pero cuando lo asimiló, fue sometida a una operación y su seno quedó casi intacto.
“Cuando a mí me detectaron el cáncer mi bolita media 2.5 por 3.5 centímetros, cuando me operaron el doctor me dijo que medía .05 centímetros, el doctor se sorprendió mucho, se redujo mi tumor. Dios es muy grande.
“Lo mío fue hace seis años, me habían detectado una pequeña bolita pero me dijeron que no era peligrosa, que era grasa, que podía vivir con ella; cinco años después me hice una mastografía y me dieron la noticia de que tenía cáncer. Cuando detectaron que [padecía esta enfermedad] estaba en fase dos, el tumor medía 2.5 por 3.5 centímetros, me habían dicho que me iban a quitar todo el seno, pero afortunadamente sólo me quitaron la parte en donde está la lesión.
“Los doctores me dicen que voy muy bien, me han suspendido la quimioterapia, en noviembre vuelvo a ir con el doctor y espero que me dé de alta. Cuando a una le detectan cáncer lo principal es pensar que va a salir adelante. Yo siempre fui de la idea de que un día me iba a morir, pero no de cáncer”, cuenta Verónica.
Casi al mismo tiempo que su hija, cuando parecía que la vida por fin retomaba su curso natural, una segunda noticia golpeó a la familia de Verónica; a su madre, María Isabel, a quien también le detectaron cáncer de mama.
¿Qué posibilidades hay de que madre e hija padezcan la misma enfermedad terminal? ¿Casi en al mismo tiempo? ¿Es acaso algo hereditario? Nada respondía sus preguntas, los doctores repetían una y otra vez que el cáncer de mama puede ser hereditario, pero no en todos los casos, explicaban que puede atacar a cualquier mujer, sin distinción. Madre e hija no pudieron hacer más que asimilar la extraordinaria coincidencia.
María Isabel, de 67 años de edad, confiesa que a pesar de lo impactante de la noticia, no tuvo miedo. Lo primero que hizo fue preguntarle a doctor —¿Puedo salvar mi seno o me recomienda que lo remueva? y tomó la opción más segura, deshacerse de un pecho para aferrarse a la vida.
“El cáncer lo tenía en el seno izquierdo, las opciones eran [aplicarme] quimioterapias o quitarlo, yo nunca tuve miedo, desde el primer momento acepté que me quitaran mi seno. Tomé una decisión tan rápido porque yo no quería perder el tiempo, a mi edad ya no me sirve la quimioterapia, quería disfrutar con mi familia de una vida plena, eso fue lo que me motivó.
“Cuando le detectaron cáncer a mi hija, pensé ‘por qué no me dio a mí’ y bueno, después yo también tuve cáncer. Pensaba eso porque yo ya había hecho mi vida, mis hijos ya estaban grandes pero mi hija era muy joven y sus hijos estaban chiquitos, con ella sí me doblé pero en mi caso no. No se acaba el mundo porque tenemos cáncer”.
Después de la travesía, ambas mujeres lucen más jóvenes, más vivas, más guapas y contentas. ¿Por qué? “Es porque volvimos a nacer”, asegura María Isabel.
“Creo que tomé la mejor decisión, me siento muy bien, la gente no me cree que pasé por esto y yo cuento con orgullo mi historia, quiero que la gente tome conciencia”, asegura.
La historias de supervivientes al cáncer de mama son diversas, no todas se dan en el mismo contexto familiar como fue el caso de Verónica y su madre María Isabel. Algunas historias se viven en un país extranjero, con mil preocupaciones en la cabeza y sentimientos encontrados en el corazón.
Es el caso de Araceli López, una mujer venezolana de 39 años quien huyó de su nación y buscó refugio en México, junto con su esposo y sus dos hijas. Cuando sólo tenía un mes en el país, le detectaron cáncer de mama.
“Le doy gracias a Dios porque esta enfermedad me la detectaron en México, aquí por lo menos puedo acceder a servicios de salud”, comenta.
La joven madre de dos niñas cuenta su historia de supervivencia en medio de bendiciones y agradecimientos a Dios. Al igual que Verónica, nunca se había hecho una mastografía y recibió malas noticias en la primera revisión.
“Sentí que mi vida se venía abajo, tenía sólo papeles de turista, no teníamos seguro, ni dinero para cubrir los gastos del tratamiento o de un seguro particular; sin embargo Dios es grande, me presentó en mi camino a la doctora Guadalupe y al doctor Solorio, ambos del Muccam, ellos aunque no tenía yo dinero me comenzaron a tratar y gracias Dios y a los mexicanos estoy sana.
“Pude salvar piel y pezón para hacer una reconstrucción futura, me considero afortunada porque mi cáncer era de los más agresivos, el tumor medía 3 centímetros y me sacaron 39 ganglios de la axila”, relata Araceli.
Aunque perdió su seno, ganó la batalla. Sobrevivió al cáncer maligno albergado en sus glándula mamaria, pero la guerra continúa y no piensa darse por vencida. Hace unas semanas un nuevo diagnóstico reveló un problema en su cerebro; los médicos sospechan que alguna célula cancerosa pudo viajar por la sangre y llegar a su cerebro. Por fortuna, parece que dicha célula no está activa.
“En este año me detectaron una pequeña lesión con metástasis en el cerebro, recibí ya radioterapia y para el seno también recibí quimioterapia; los resultados dicen que tengo varias lesiones de cerebro, creen que aunque vencí el cáncer de mama, alguna célula debió irse hacia el cerebro. Yo no me dejo vencer, siempre digo que con actitud positiva y con la ayuda de Dios todo se puede, siempre digo que hay que ser agradecidos, tener siempre unas sonrisa”, asevera.
La doctora Guadalupe García, vicepresidenta del grupo Muccam, organización queretana que se dedica a asesorar, guiar y canalizar a mujeres con cáncer de mama, hace un llamado a todas las mujeres a practicar la autoexploración, reitera que detectar esta enfermedad a tiempo hace la diferencia entre la vida y la muerte.
Insiste que en estos tiempos ya no hay pretexto para realizarse la mastografía, pues ésta se realiza incluso aunque no se tengan servicios de salud como IMSS o ISSSTE, pues también la cubre el Seguro Popular.
“La gente que no tiene contacto con esto cree que no es real, por eso hago un llamado a la autoexploración, la detección a tiempo del cáncer hace la diferencia entre vivir o morir. Un cáncer detectado a tiempo en un 95% se puede curar, el problema es que la gente no lo toma en serio. La mastografía puede detectar bolitas que ni siquiera el doctor puede detectar, pero mucha gente la sataniza, que porque es dolorosa, que la radiación, falta mucha cultura en torno a esto.
“Nunca tomamos en serio el cáncer de mama pero cuando sabemos que le pasó a algún familiar o amiga cercana, entonces todas corremos a revisarnos. Ya no hay pretexto, hoy tenemos mastografías al alcance de todas y también muchísimas campañas de prevención e información”, comenta.
bft