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El lunes 24 de abril de 1989 quedó marcado en la memoria de la ciudad de Querétaro y de Manuel Paredón, periodista que aquel entonces cubría nota roja. La mañana de aquel lunes la sociedad queretana se enteró del triple homicidio de tres niños a manos de su propia madre, Claudia Mijangos. Don Manuel Paredón dice, que recuerda como si hubieran sido ayer los sucesos ocurridos en la casa marcada con el 408 de la calle Hacienda del Vegil, en la colonia Jardines de la Hacienda, que hoy es visitada por personas que, movidas por el morbo, acuden a ver la fachada del domicilio donde sucedió la tragedia.
Las personas que pasan en sus automóviles, al estar frente la casa de “la Mijangos”, como se le conoce, frenan su marcha, se detienen por unos momentos, hacen comentarios con sus acompañantes, algunos se bajan, toman fotos. Los vecinos son reacios a hablar. Los de mayor edad sólo dicen que es molesto que jóvenes acuden y salten la barda para estar dentro del domicilio. Otros, ni siquiera hablan.
Don Manuel Paredón recuerda que el periódico “Noticias” para el que escribía, fue el único medio de comunicación que estuvo en el lugar de los hechos, después de que fue denunciado ante la Policía Investigadora Ministerial y el Ministerio Público, a través de una llamada anónima de una mujer que decía que al parecer habían matado a unas personas en una residencia de Jardines de la Hacienda.
Narra que el mismo procurador del estado, Francisco Guerra Malo, dio instrucciones precisas para que se investigara a fondo.
Don Manuel llegó con sus compañeros Alejandrino Herbert (ya fallecido) y Lamberto Cervantes (también finado) que iban como fotógrafos. “Yo no entré a la residencia, pero desde la entrada me pareció… no te imaginas, nada más de recordar se me enrisca el pellejo, mano. Fue realmente un cuadro impresionante.
La señora Claudia Mijangos estaba en un sillón, desangrándose de ambas muñecas, un cadáver por un lado, otro cuerpo en una recámara. El Ministerio Público procedió a hacer el levantamiento de los cuerpos, el traslado al médico legista. La diligencia terminó tarde, como a las dos de la tarde, fueron más de cinco horas. Una ambulancia de la Cruz Roja fue llamada para que la señora Claudia Mijangos fuera trasladada al Seguro Social. Los paramédicos la atendieron y fue hospitalizada en un cubículo separado.
En la calle Hacienda del Vegil algunas de las casas cercanas son usadas como oficinas. Es el caso de la vivienda ubicada a un costado, tiene en la fachada una placa de la empresa que tienen ahí oficinas.
En el otro costado, una casa pintada de blanco ocupada por una familia. Sus moradores salen rápidamente, abordan un auto y se van.
Otro vecino, quien omite su nombre, dice que cada vez que algún medio de comunicación publica algo sobre el caso de Claudia Mijangos los visitantes a la casa se multiplican, llegan, se toman fotografías, desde el toldo de sus autos y, los más osados, ingresan al domicilio, cuya puerta fue cerrada, colocando una barda de ladrillos en todo el frente. A pesar del abandono de la vivienda, cuyos vidrios de las ventanas están rotos y la pintura de los muros se ha degradado por el paso de los años, de manera poco ordinaria, el medidor de energía eléctrica luce limpio y en buen estado.
Don Manuel Paredón recuerda un dato que le llama la atención: la cantidad de imágenes religiosas que había en la casa. Además, tenía varios ejemplares de la Biblia en diferentes lugares de la vivienda, así como varios rosarios colgados.
“Yo no me explicaba, no daba crédito a la saña con la que había quitada la vida a sus hijos con un cuchillo, a Claudia María, Ana Belén y Alfredo Castaños. Yo no me lo explicaba. Fue un caso que en mis 63 años de periodista, 35 en policía, nunca he vuelto a ver, y espero no verlo, conmocionó profundamente a la sociedad queretana de aquella época.
Los familiares, algunos vecinos reclamaron a los medios de comunicación el amarillismo con el que se había manejado la información. Yo les respondí porque en sus declaraciones ministeriales dijeron que escucharon gritos de auxilio. Les dije que si escucharon gritos porqué no levantaron. Les hubieran salvado la vida. Escucharon que los niños pedían auxilio”
Narra que en sus primeras declaraciones ante el juez Arturo González de Cosío, Claudia Mijangos dijo que no recordaba nada de lo que había sucedido, y que escuchaba voces extrañas, por lo que las autoridades determinaron que se le hicieran exámenes siquiátricos, que concluyeron que Claudia había sufrido una afectación del lóbulo temporal izquierdo que le había provocado un desorden transitorio, que derivó en el asesinato de sus tres hijos. Se le consideró imputable.
Don Manuel fue el único periodista que tuvo contacto con ella ya cuando estuvo presa. Incluso, tuvo intercambio epistolar, donde le pide que interceda por ella, porque se decía inocente.
“Yo la entrevisté. Estar frente a ella era… parecía que la señora era realmente inocente, que nunca supo lo que había hecho. Lo que pasó es que esta persona estaba en proceso de divorcio con su esposo, Alfredo Castaños. Ese domingo (un día antes) de los hechos, el esposo había ido a recoger a sus hijos y los llevó a pasear. Los regresó en la noche. Se los entregó a Claudia y discutieron muy fuerte. La discusión podía ser la causa de la afectación en el lóbulo temporal izquierdo”.
Don Manuel Paredón añade que la sociedad queretana de hace 30 años estaba indignada y conmocionada. No se había visto nada así en la historia de la ciudad.