Obreros, empleados eventuales, desempleados, padres que no tienen para darles de comer a sus familias, hombres y mujeres que huyen de la violencia que se vive en sus países, forman el primer contingente de la caravana migrante que arribó a Querétaro.
Llegaron a la Alameda, pues ahí quedaron de llegar en la asamblea que tuvieron una noche antes en la CDMX. Un número considerable de policías se reúne sobre Zaragoza y organiza, junto con personal del gobierno del estado a los migrantes, para trasladarlos al estadio Corregidora, habilitado como albergue.
Son hondureños, salvadoreños, guatemaltecos. Viajan juntos, por seguridad. Johan Estuardo, de Guatemala, dice que llegaron pidiendo aventones, en plataformas de tráileres. Por esoo pudieron parar en San Juan del Río y Palmillas, donde los esperaban.
Johan, quien salió de su país hace mes y medio, dice que hasta el momento los mexicanos los han tratado muy bien, pues en todos lados les han ofrecido comida, agua y ayuda. No han tenido problemas.
Indica que viajar en caravana es más seguro para todos, para evitar problemas por la inseguridad.
Agrega que lo único que lamenta es que las autoridades no cumplan sus promesas de ayudarlos con autobuses para llegar más rápido al norte del país. Apunta que su único objetivo es llegar a Estados Unidos, “a donde sea de Estados Unidos, [pero] bien, primero Dios”.
Frente a la Alameda, sobre Zaragoza, Vladimir Jaco, de El Salvador, espera que los autobuses escolares del municipio de Querétaro regresen para llevarlos al estadio. También llegan vagonetas del gobierno del estado.
Vladimir narra que lleva 24 días caminando, desde que salió de su país. Dice que la razón que lo orilló fue seguir y acompañar a sus hermanos catrachos, pues era una oportunidad de viajar con ellos a Estados Unidos, pues su país pasa por mayores problemas de inseguridad, “hay muchas muertes, por eso me decidí venirme yo solo, no arriesgar a mi hija y a mi esposa”.
Explica que en su país hacía estructuras metálicas (herrero), pero los pandilleros, cuando veían que iba a hacer un trabajo, le exigían la mitad de lo que cobraría, o cuando llegaba a trabajar a alguna colonia, le pedían “la renta”, una especie de derecho de piso, para dejarlo trabajar en paz.
La camioneta blanca llega y Vladimir se apresura para llegar al Corregidora, donde las autoridades estatales montaron un albergue, donde se acomoda a los 760 personas migrantes, donde pernoctaron con la debida vigilancia, atención y trato humanitario, de acuerdo al secretario de Gobierno, Juan Martín Granados Torres.
Ahí les reparten colchonetas, cobijas, y alimentos, además de contar con servicios médicos. Hombres, mujeres y niños pasan la noche en el estadio.
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