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Una pareja avanza por la calle. Van tomados de la mano mientras sonríen. No portan cubrebocas, como muchas otras personas más que salen a las calles queretanas a “dar una vuelta”. Las medidas sanitarias para detener la cadena de contagios de Covid-19 se quedan en la imaginaria, a pesar de que a partir de este fin de semana es obligatorio el uso de cubrebocas.
Son muchos los queretanos que, cansados del encierro por la emergencia sanitaria, deciden aventurarse a la calle, a pesar de los más de 21 mil casos de Covid-19 en el estado y los poco más de mil 500 decesos por la misma enfermedad.
La mayoría usan cubrebocas, junto con sus familias. Pero hay algunos que se niegan a usar la protección recomendada y ya obligada por las autoridades. En ocasiones, el cubrebocas lo llevan los adultos, pero los niños no lo hacen, lo que representa un riesgo, pues los menores pueden portar el virus SARS-CoV-2 sin presentar síntomas, por lo que se pueden convertir en foco de contagios.
Las calles queretanas recobran parte de la vida que tenían hace nueve meses. Los negocios abren sus puertas. Los restaurantes reciben a los comensales, aunque todos deben cumplir con los aforos máximos. Los comercios sólo aceptan el ingreso de una persona por familia y deben portar de manera obligada cubrebocas. Es la nueva normalidad que amaga con alargarse por el ritmo de contagios que no para.
Hay ciudadanos que “quieren pasar por listos” y antes de entrar a un comercio sacan su cubrebocas de la bolsa del pantalón y se lo colocan.
Lo han “logrado”, ante la molestia de quienes han mantenido las medidas sanitarias y que siguen conservándolas a pesar de las incomodidades, de las frustraciones, de las limitaciones de movilidad, todo por las ganas de sobrevivir a la pandemia que afecta a la humanidad.
Una familia llega en una camioneta color guinda. Conduce una mujer. De la unidad que se detiene frente al jardín de la Corregidora descienden tres adultos, dos de ellos mayores, junto con dos niños de no más de 10 años.Nadie lleva cubrebocas puesto.
La mujer avanza en la camioneta hacia un estacionamiento cercano, dejando en la calle a quienes deben de ser sus familiares, quienes esperan en medio del jardín, rodeados de personas que caminan en todas direcciones y que, en muchos casos, al igual que ellos, no llevan la protección que ahora es obligatoria.
El argumento es el mismo: “No puedo respirar bien. De algo nos tenemos que morir”, afirman. En los casos más extremos, dicen que el coronavirus no existe, que es un invento para de quienes manejan los hilos del mundo para controlar a la población y llevar a cabo sus “oscuros” intereses, que no alcanzan a explicar.
Más allá de teorías conspirativas, la realidad es que hay enfermos nuevos todos los días. A diario mueren personas por la pandemia. “¡¿Cómo es posible que la nieguen!?”, se preunta una joven mujer, quien ya sobrevivió al Covid-19 y que, pese a ello, cubre su nariz y boca, además de llevar un bote de gel antibacterial. “Si no nos cuidamos todos, todos moriremos”, dice.
Los argumentos no parecen importar a quienes no se protegen y cuidan de la pandemia. A quienes sí importa y mucho es a quienes ofrecen servicios, como a los empleados de los restaurantes, quienes ven con alarma el aumento de casos de la enfermedad en Querétaro y que provocaron nuevas medidas restrictivas para detener la cadena de contagios.
“Tenemos que trabajar. Ya estuvimos mucho tiempo encerrados. Que la gente salga con precaución, es bueno para nosotros, pero que se cuiden. No podemos darnos el lujo de volver a caer en el semáforo rojo”, dice el empleado de un restaurante que “caza” comensales en el jardín de la Corregidora.
Además del menú, un “plus” con el que buscan atraer a más clientes es decirles que cuentan con todas las medidas de sanidad, al interior de los recintos.
Parte de la nueva normalidad, un signo más de los tiempos que se viven.
En otros lugares de la capital queretana se repiten las escenas. Avenida Zaragoza presenta movimiento intenso de personas que buscan algún producto en sus tiendas, algo para llevar de comer a casa o que simplemente transitan por el lugar rumbo a sus destinos.
La sana distancia es imposible de respetar en algunos puntos de la ciudad. Las aceras, por momentos, son insuficientes para los ciudadanos que por ahí pasan. Muchas de las personas que usan la calle para trabajar no usan cubrebocas.
Quienes llevan cubrebocas tratan de evitar el contacto cercano con quienes no llevan mascarilla. La mayoría de los ciudadanos observa las medidas de sanidad impuestas por las autoridades. Sin embargo, quienes no lo hacen, ponen en riesgo al resto de la población. “Esos son responsables de que esto no termine, así seguiremos mucho más tiempo si no nos cuidamos todos; esto no ha terminado”, dice la joven encargada de un negocio de ropa en avenida Corregidora, mientras ve cómo pasan parejas, familias, personas solas, sin protección, sin temor.