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El repicar de las campanas de La Congregación llama a los fieles, les anuncia la próxima misa. Algunos apresuran sus pasos para llegar al santuario de la Virgen de Guadalupe en la ciudad de Querétaro. Pasan entre los puestos de comida y bebidas. Ya habrá tiempo para salir a almorzar. Cientos de católicos, solos o en familia, llegan al templo en el primer cuadro capitalino para festejar a la “morenita de Tepeyac”.
El olor de los guajolotes, las gorditas y otros antojitos invade la calle de Pasteur, cerrada a la circulación vehicular. Los fieles pueden transitar con tranquilidad.
Desde calles antes se puede ver a los feligreses que llegan con ramos de rosas y otras flores que ofrendarán a la virgen en su día. En el atrio se instalan vendedores de este producto. Una mujer mayor que pide caridad en un vaso de helado, sentada en el piso, ve pasar a quienes llegan a misa.
Junto al sonido de las campanas, se escuchan los cohetones que suben con su clásico silbido y estallan en el aire. Algunos de los fieles brinca por el ruido, otros mueven la cabeza de un lado a otro en desaprobación, pues recuerdan lo que pasó en Fuentezuelas, Tequisquiapan, apenas un día antes, en donde la pirotecnia explotó y causó seis víctimas mortales.
“Mamá, me dan miedo”, dice un niño de unos seis años a su madre. La mujer le responde que no debe temer, a lo que el pequeño señala que son malos, “matan gente”. Ambos llegan hasta el atrio del templo, se persignan y suben las escaleras del templo, para quedarse en la puerta, pues está abarrotado de feligreses.
Dentro del templo no cabe un alma guadalupana. Las bancas están ocupadas y por los pasillos no se puede pasar sin pisar o empujar a algún feligrés.
El altar está decorado con una monumental bandera mexicana que cruza del lado a lado. Sobre la misma, la imagen de la Virgen de Guadalupe. Todos los fieles tratan de llegar lo más cerca del altar, para ver mejor la imagen o estar más cerca de la misma.
La verbena
Si la entrada es complicada para los recién llegados, la salida para quienes ya participaron en las ceremonias religiosas que se llevan a cabo cada hora, no lo es menos. Entre quienes quieren salir y quienes quieren entrar avanzar para cualquier sitio es difícil.
Durante las homilías se recuerda a las víctimas de Fuentezuelas, se piden por su descanso eterno, más por la fecha y las circunstancias en las que ocurrió la tragedia. Sin embargo, se escucha “la tronadera”.
Afuera, los fieles que ya participaron en algunas de las ceremonias se dan gusto con los antojitos mexicanos que se ofrecen en las inmediaciones.
Los guajolotes, enchiladas queretanas, buñuelos, tamales y atole, son de los más socorridos. El aire frío obliga a buscar algo que caliente las entrañas.
Incluso los laicos empleados de gobierno que trabajan en las oficinas cercanas salen a comprar algo para el almuerzo, cuando el hambre se hace presente.
Puestos como los de Jarritos aún no reciben a muchos clientes. Las bebidas frías no son las más populares cuando el termómetro marca 14 grados. Al menos en Querétaro.
Visita obligada
Muchos de los fieles que llegan a La Congregación no son originarios de la ciudad. Vienen de otros municipios, aprovechando el asueto de los niños en las escuelas. Usan el día para acudir a misa y luego pasear un poco por la capital del estado.
Se toman fotos con el gran número 2019 que está ubicado en Plaza de Armas, se sientan unos momentos en las jardines, en lo que deciden a dónde ir. Otros avisan a sus familiares que ya van de regreso a sus municipios y que llegarán en un par de horas.
La circulación alrededor de La Congregación es normal. No registra más congestionamientos que en un día normal en el centro queretano. Salvo por un par de cierres de calles, todo es normal, con sus problemas para encontrar estacionamiento, los camiones de proveedores, y los conductores que llevan a algún conocido al centro.
Luego de almorzar devotamente en los puestos de comida, los fieles se retiran con pasos lentos. Se dan tiempo de ver un poco la fachada del templo, observan los edificios aledaños, y se toman su tiempo.
Una familia compuesta por ambos padres y dos niños hacen planes para ir al cine o pasear el resto del día. Los niños ya casi salen de vacaciones, pero como el 12 de diciembre fue marcado como asueto, esto es un adelanto.
Algunos otros fieles acuden solos, vestidos de negro. Son principalmente mujeres, quienes luego de dejar un ramo de rosas permanecen en la puerta.
Llama la atención una mujer de mediana edad, pues llora a un costado de la puerta. Nadie le pregunta qué le pasa o si se siente bien. Todos la dejan tranquila. El misterio de la fe es grande y sólo quien la siente sabe qué es. Mientras, “la tronadera” sigue en el aire.
bft