Una vibra tranquila envuelve el Metropólitan. El murmullo que entra al recinto va tomando poco a poco su lugar, cruzando a través de la niebla producida por una máquina.
“One, two, Three, Four, Four, Three, two..” repite a cada tanto una grabación con voz femenina desde el escenario y suenan algunas notas de piano amablemente. Parece un mantra que tranquiliza a la audiencia que acaba de huir del tráfico, los claxons, la ciudad y sus excesos: de luz, de ruido y de gente. Aquí adentro han venido a escuchar a Ludovico Einaudi, el compositor italiano que hizo parada la noche del viernes en el Teatro Metropólitan.
La pantalla simula el fondo del mar. Minutos después de las nueve aparece Ludovico y sin titubear se sienta al piano, de espaldas al público y comienza el concierto acompañado de cinco músicos que portan violín, cello y otros instrumentos.
Desde el principio sus melodías tienen un efecto tranquilizante, no muchos tienen ganas de grabar el momento pero sí de disfrutarlo, de escuchar el piano en sus piezas tristes que en algunas partes aumentan de fuerza para romperse, finalmente, en aplausos.
El compositor fue el creador de la música de Dr. Shivago en 2002. Entre sus discos se encuentran Elements, Project Taranta, Islands y Una Mattina.
Entre colores y formas que llenaban la pantalla, el músico, en completa armonía con sus compañeros, recorrió distintas facetas de su trabajo, sonó en el lugar "Nuvole Bianche", por ejemplo, igual que solos de piano que provocaban en el público catarsis silenciosas, evidentes solamente cuando algunos trataban de contener el llanto.
¿Qué estarían evocando esos que miraban silenciosos, en la oscuridad, al escenario? seguramente muchas historias se dieron cita esta noche en el Metropólitan como parte de esta gira titulada Essential Einaudi.
"Una Mattina", "In a Time Lapse" y "Eden Roc" también fueron interpretadas en el lugar.
El único momento incómodo fue cuando, en medio de una pieza que tenía a todos sumergidos en quién sabe qué pensamientos, sonó un teléfono celular. El dueño lo apagó lo más rápido que pudo y Ludovico, con su magia, los envolvió de nueva cuenta en ese no-tiempo del Metropólitan.
El espectáculo duró alrededor de dos horas en las que Einaudi no habló pero otorgó a la audiencia el mejor regalo: su música.