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A través de Tita, luego de Lucía y finalmente de María, sin olvidar otras mujeres de gran fuerza como Chencha o Rosaura, Laura Esquivel ha edificado una saga que relata la historia de una familia tradicional mexicana a la par que cuenta la historia de un país tan singular como México. El relato que arrancó con Tita en tiempos de la Revolución Mexicana en Como agua para chocolate, alcanza ahora la realidad actual mexicana en Mi negro pasado (Suma de Letras), la tercera y última entrega —al menos así lo cree ahora.
La escritora que alcanzó millones de lectores con Como agua para chocolate, publicada en 1989, retomó la historia en 2016 con El diario de Tita, y hace unos días apareció Mi negro pasado, en la que continúa la historia de las mujeres de una familia pero a través de una de ellas, quien vive el divorcio en la época actual.
“Ha sido muy importante Como agua para chocolate y las dos novelas que han seguido, pero no sólo por la historia en sí, por que significó un reto volver al rancho, sino porque me tocó reconstruir. Tengo la libreta donde yo tuve que reconstruir año con año desde que se muere Tita en el 36, hasta este año, año por año y con todos los personajes, entonces sí fue un trabajo de locos, de ir entretejiendo y viendo dónde se cruzaban las historias y en qué año y qué es lo que estaba pasando”, afirma la narradora.
Dice que la escritura de estas dos historias más recientes fue como una partitura, por todos los personajes y sobre todo también porque Mi negro pasado está escrita en función del presente.
“Lo que yo pretendo en esta historia es que la protagonista sea un espejo de nosotros mismos, los seres humanos, que de alguna manera, igual que ella, hemos sufrido un rompimiento generacional en el que se quedaron por ahí pendientes historias y sucesos que cambiaron la vida de las personas porque la historia es así, así se va haciendo”, señala la narradora que cuidó mucho que la historia de María respondiera a la situación actual de las mujeres y que tuviera como contexto la realidad mexicana del momento.
Esquivel comenta que su historia empieza con una mujer que estaba dispuesta a dar la vida por la Revolución Mexicana, y en las novelas le ha tocado dar cuenta de cómo se desdibujó un proyecto nacional y se desdibujó un proyecto de cambio.
“¿Qué es la seguridad?, ¿quién está a cargo?, el Estado que estamos viendo es un estado fallido y no está proporcionando seguridad ni paz ni salud ni educación y a nosotros nos corresponde retomar ese proyecto porque no podemos estar a expensas de lo que decide o no un modelo que impone y sanciona y pone sus reglas de mercado depredador. Qué tal que empezamos a recordar de dónde surge todo y así podemos ir creando comunidades sustentables y relacionarnos unos con otros de una manera fraterna, de lo contrario no habrá posibilidad de paz”
La autora tiene una filosofía centrada en las emociones, en el conocimiento milenario, en la idea de crear comunidad, de recuperar la alquimia de las abuelas.
“Desde Como agua para chocolate, para mí era muy importante hablar desde la cocina, pero como un espacio que las mismas mujeres hemos abandonado y devaluado. Es dentro de la cocina donde ocurren los cambios y desde donde podremos cambiar como individuos para restablecer los lazos que hemos perdido, es dentro de nuestras casas donde podemos hacer cambios que impacten nuestro país”, dice.