No hay palomitas ni refrescos, tampoco amigos o parejas platicando antes de una función. Lo que se ve en la sala de Ávido son varios sillones personales giratorios y gente que, sentada con visores y audífonos puestos, da vueltas de un lado a otro silenciosamente.
Lo primero que uno se pregunta es si así se verá el cine en el futuro. Hay varios jóvenes en la sala que están pendientes de los espectadores. Uno de ellos se acerca y da las instrucciones: te pones los visores, los audífonos, puedes ajustar el enfoque moviendo aquí arriba; si necesitas el audio más alto, te mareas o pasa algo, alzas la mano y nosotros venimos a ayudarte.
La película tiene cuatro finales alternativos, uno irá definiendo el rumbo de la historia cada que aparezca la opción y en total serán alrededor de 40 minutos, dependiendo del final que se elige seguir.
Una vez colocados los audífonos, activan algo que parece un celular y que se convierte en escenario. Uno se convierte en personaje de la película. Todo comienza en un cafecito de la Ciudad de México donde uno está sentado. Volteo a todos lados. De pronto sorprende atrás la voz de una chica que me pide la hora y antes de contestar por impulso, me detengo; ella agradece el dato, como si se lo hubiera dado. En seguida se estaciona un coche en la calle y mis amigos —que intuyo lo son porque se dirigen a mí— piden que entre al coche. En la historia somos músicos, queremos ir a un festival y estamos tocando en lugares públicos para juntar dinero. Lo primero que puedo decidir es si quiero ir a probar suerte en la calle o en un parque, así que muevo la cabeza en la dirección que corresponde. Justo cuando empezamos a tocar los instrumentos, la pantalla se detiene y todo se queda pasmado.
Alzo la mano, me cambian la pantalla y tengo que volver a ver todo desde el principio. Conforme va avanzando la historia uno piensa si más adelante no sólo decidiremos parte de la historia moviendo la cabeza, sino hablando o moviendo los brazos, o cuál será la evolución de esto. Y si uno quiere ver (y “vivir”) todos los finales.
Es una experiencia distinta, de inmersión, de ser parte activa de la historia. Son las primeras pruebas de realidad virtual llevada al cine que se realizan en México.