La empresa Marvel manejó en el cine popular el concepto de “universo múltiple” para la serie Avengers y varios personajes de ella derivados. Pero desde el año 2000 presentó otro universo, independiente: el de los X-Men, en manos de la productora Lauren Shuler-Donner. Logan: Wolverine (2017) sugería una próxima clausura de este universo. Al parecer no habrá tal.
X-men: Dark Phoenix (2019), película número doce sobre este universo paralelo, marca el debut en la dirección del guionista-productor Simon Kinberg, co-responsable de uno de los peores filmes Marvel: el refrito de Los 4 fantásticos (2015). El conflicto central, igual a otras entregas, es prácticamente el mismo: hay mutantes buena onda y mutantes mala onda. Los segundos tienen justificación: los humanos quieren matarlos por temor a sus poderes.
Pensados más para fanáticos que para el espectador común y corriente, los títulos recientes de la franquicia son de cierta complejidad debido a que su concepto del tiempo implica jugar con el pasado y el futuro. La propuesta es igual en cada cinta, porque hay que darle continuidad a momentos clave en la vida y escuela del profesor Charles Xavier (en su versión joven, James McAvoy).
Dark Phoenix propone que Jean Gray (Sophie Turner) sucumbe al “lado oscuro” de sus dones: tras un accidente en el espacio descubre enorme placer en destruir lo que se le antoje. Para afirmarse en ello recibe la ayuda de una misteriosa mujer casi albina (Jessica Chastain) y ni el siempre bien intencionado Xavier ni menos aún su eterno adversario Magneto (Michael Fassbender), podrán someterla. Ella les supera, con mucho, en capacidad de destrucción. Rebasando los 200 enemigos en su nómina histórica, ¿los X-men deben enfrentarse a Jean? ¡Sean payasos!
El tema estaba presente en X-Men 2 (2003), X-men III: la batalla final (2006) y X-Men: Apocalipsis (2016). Kinberg retoma elementos de estos filmes y los combina con la notable Saga de Fénix Oscura (1980), cómic de John Byrne, Chris Claremount & Dave Cockburn. La forma como se maneja la historia, modificando partes esenciales de la original, no fue buena idea para una franquicia sobrepoblada. Aunque Jean es la protagonista, hay líneas dramáticas sueltas con cada compañero de aventura. E igual a otras cintas de este tipo, ella obtiene tal poderío en su mente y manos que parece invencible y se enfrenta y (casi) vence a todos.
Las expectativas presentadas no son impredecibles como lo comprobará cualquier aficionado a la serie, o el conocedor del cómic en que se basa. Lo que, sin duda, sabe Kinberg. Por eso prefirió hacer un filme con muy cuidados valores de producción.
Quiere esto decir que las acciones son espectaculares, tal cual corresponde a una cinta cuyo costo fue de 200 millones de dólares y para la que se rehicieron innumerables secuencias, agregándole mayores efectos especiales y cambiando el tono violento por uno próximo al de una película de ciencia ficción tradicional. Pero, más bien, Kinberg entrega un episodio que estanca la saga insistiendo que los X-Men contienen la semilla de su propia destrucción. Llama la atención que el argumento sea que el peor enemigo es el interno, y que se renuncie al interesante trasfondo de la historieta creada por Stan Lee & Jack Kirby (la lucha contra el racismo, la simpatía por la diversidad de cualquier tipo, el horror al genocidio). Por eso Dark Phoenix se quedó corto para ser un buen episodio. Sólo que, gracias a la calidad de su producción pasa, sí, pero apenas de panzazo.