Qué diferente se vive en la comunidad de Soledad de Guadalupe, una de las más alejadas de Jalpan de Serra, donde las manos de sus habitantes en lugar de estar sobre teléfonos inteligentes, moldean barro y elaboran artesanías.
A mil 503 metros de altitud, sobre el nivel del mar, no hay internet. Apenas se realiza una obra para abastecer de agua a la zona. Sin embargo, la diferencia de condiciones propicia que existan otras formas de disfrutar la vida. Una menos acelerada que les da tiempo para moldear con calma cada pieza.
Es el caso del taller de cerámica ‘Las Mariposas’, fundado en el año 2000, con el propósito de proporcionar a algunas vecinas de la comunidad de Soledad de Guadalupe, la oportunidad de contar con un espacio creativo y laboral, que les ha permitido tener ingresos gracias a su habilidad paratransformar el barro en artesanía de todo tipo y para todos los usos.
El Grupo Ecológico Sierra Gorda atendió el llamado de doña Dorotea Loredo, una de las fundadoras, pues necesitaban un espacio dónde laborar, trabajar con barro de mayor calidad y tener un horno; así se construyó el nuevo taller, que con el paso de los años se ha consolidado en la distribución local y otros puntos del país.
Herencia artesanal, por necesidad
Cada pieza de “Las Mariposas” está hecha a mano y se inspira en la belleza natural y la vida silvestre de la Sierra Gorda. Los temas recurrentes son pájaros y flores de la región. Las piezas más populares son tazas, jarrones, adornos y vajillas.
“Me encanta venir”, aseguró doña Dorotea Loredo, una de las fundadoras del espacio artesanal. “Me siento más en casa aquí que en mi propio hogar”, añadió.
Recordó que fue gracias a la maestra ‘Pati’, como conocen a la ambientalista Marta Isabel Ruiz Corzo, como inició con el taller “para que ya no nos quemáramos porque se trabajaba con fogatas. El horno no nos aceptó el barro que usábamos antes, cambiamos a la cerámica, nos trajeron capacitadores y aprendimos la técnica, aunque es una comunidad en la que muchas personas trabajan el barro”, detalló.
Su abuela y su madre, recordó, trabajaban las artesanías de barro, hacían comales y ollas porque en ese entonces no tenían dónde almacenar el agua y recolectar el agua de lluvia. La creación nació por la necesidad de la vida diaria.
“Es una tradición que viene desde nuestros bisabuelos, son las enseñanzas que nos dejaron. Quedé huérfana de madre a los siete años, mi papá se casó con otra mujer, quien me enseñó a hacer trastes, luego cuando me casé, mi suegra también sabía y poco a poco empecé a hacer piezas en mi casa, así aprendí”, rememoró.
La segunda generación
Teófila Loredo Maldonado se unió hace 10 años al taller, es sobrina de doña Dorotea, que comenzó con la actividad años atrás. Lo que más le gusta es pulir, el vaciado, pintar y decorar las piezas pese a que le falla su vista. Sin embargo, uno de sus hijos, el que va en secundaria ha mostrado su interés por el decorado de las piezas y a veces les ayuda los fines de semana.
“Las mujeres más antiguas en el taller tienen alrededor de 15 años y las más jóvenes llevan seis años trabajando, en mi caso tengo 10 años, pero antes en mi casa hacía artesanía de forma rústica con chililite, que es una piedra brillosa que se muele como arenita en el metate y eso se hace masa para las figuras”, comentó.
La artesana jalpense dijo que con el apoyo que recibieron del Centro Ecológico Sierra Gorda, adquirieron el horno, la batidora, el molino, mobiliario y los materiales e insumos, con los que lograron aumentar su producción. Con el método anterior en el que horneaban el barro a la leña, elaboraban cinco piezas al día.
Todo lo que hornean se vende, aunque se elabore en casa, se llevan a museos, al centro de Jalpan, ya que todas las integrantes del grupo participan en la venta. Semanalmente, hornean 500 piezas, proceso que dura 10 horas y requiere 30 litros de gas.
Tazas, jarritos, platos, ceniceros, jarrones, tazones, vajillas completas y figuras diversas se extienden sobre el tablón hasta que completen la cantidad que será horneada a mil 50 grados centígrados por aproximadamente 10 horas.
Teófila reveló que actualmente atienden muchos pedidos particulares, además de la producción normal que se distribuye en diversos puntos de Jalpan.
“Son vajillas las que más nos piden, apenas vamos a entregar seis en la comunidad La Lagunita, aunque también vienen personas del norte, nos las encargan y luego las venden en el extranjero pero las dan más caras”, agregó.
El precio de cada vajilla depende de la cantidad de personas para las que sea, pues para cuatro personas cuesta alrededor de 300 pesos; mientras que para ocho cuesta 600 pesos. Sin embargo, sobresalen también las piezas individuales que son decoradas cada una de distinta forma y se pueden encontrar tazas y jarros en 22 pesos, cada uno. En general, los precios de las piezas son muy accesibles.
Un taller en el que Teófila y Dorotea, junto a cinco mujeres más, invierten su tiempo en la creatividad. Trabajadoras que gustosas utilizan sus manos para elaborar piezas que, al mismo tiempo de ser usadas en las casas de los clientes, son recordatorios de que en la comunidad Soledad de Guadalupe se vive de manera diferente, y dependen de sus artesanías para sobrevivir. Para esas mujeres, la venta de sus objetos significa mejorar sus oportunidades de vida, como hasta ahora, luego de más de 15 años.