Tomás Castro no se arrepiente de haber cambiado su lugar de residencia en los años 90. Originario de la Ciudad de México, llegó al municipio de Ezequiel Montes acompañado de su mujer y su hijo, con el propósito de instalar un taller de cerámica en la delegación Villa Progreso.

Diecinueve años después, Cerámica Servín da empleo a 26 personas y produce cerca de 200 piezas diarias de cerámica decorada a mano. La variedad de productos va desde un salero con un costo de 35 pesos, hasta una vajilla de 56 piezas cuyo precio ronda 13 mil pesos.

En el taller de los Castro Servín la división del trabajo es perfectamente clara: inicia con el vaciado de la arcilla en moldes, y concluye con una exhibición de piezas con las que la empresa ha concursado en certámenes locales, estatales y nacionales.

Tomás Castro comenta que la familia cuenta con una técnica que los hace únicos en todo el país. No se arrepiente de llegar a Querétaro porque ha ganado compadres, amigos y ha empleado a personas que habitan en una región que presenta alto rezago social.

Los orígenes del proyecto

La familia de Tomás comenzó a trabajar la cerámica en 1983, con Javier Servín a la cabeza, que junto con el hermano de Tomás, Javier inició en un taller experimental en la Ciudad de México.

En algún momento el gobierno del entonces Distrito Federal contrató a un maestro japonés para impartir cursos, al que ellos asistieron.

“Ahí fue donde tuvieron la inquietud de trabajar esto, y poco a poco se fue armando el taller. En 1983, ellos ya estaban trabajando y nosotros empezamos a ayudarles en 1984”, recuerda.

Con el paso de los años las dos familias —Castro y Servín— decidieron separarse para abarcar más territorio y poder vender sus productos en más partes del país.

A Tomás le tocó instalarse en Querétaro, su taller está ubicado en el municipio de Ezequiel Montes, en agosto cumplirá 19. Además Cerámica Servín tiene presencia en Guanajuato, Morelos, Chiapas y la Ciudad de México.

“Vamos creciendo poco a poco. Cuando llegamos aquí empezamos mi esposa y yo, y a los dos meses contratamos a una persona. Poco a poco hemos ido empleando a más gente. Trabajamos la cerámica de alta temperatura, y lo que nos distingue son nuestros decorados. En muchas partes hay cerámica, pero el decorado que nosotros hacemos es algo especial.

“En Querétaro somos los únicos, en toda la República [Mexicana] hay seis talleres de la familia, pero cada uno tiene un estilo propio y cada quien tiene una línea de decorado especial”, comenta.

El proceso

En el taller de Tomás la elaboración de las piezas se inicia con el vaciado de la arcilla en moldes. Este material es traído de Hidalgo, de bancos que procesan este material, donde también hay molinos que procesan la arcilla.

Anteriormente, en el taller se preparaba la mezcla para obtener la cerámica de alta temperatura, pero ahora ya se puede obtener la materia prima lista para revolverse y proceder con el llenado de los moldes.

Tomás explica que se trabaja con moldes porque de esta forma se le da mayor rapidez a la producción. “Antes lo hacíamos en torno pero es más tardado porque sólo se pueden hacer piezas redondas, y con el molde se pueden hacer todo tipo de formas”, menciona.

Actualmente, el taller cuenta con 200 moldes diferentes, número que se multiplica dependiendo del producto. Por ejemplo, de un tarro se pueden hacer hasta 150 modelos diferentes; de un caballo, 100; en cambio hay piezas únicas que sólo se trabajan de vez en cuando.

En el área de vaciado se le da la terminación a las piezas, después pasan al área de pulido, donde con ayuda de una esponja húmeda se les retiran todas las impurezas. Esta tarea es desempeñada por mujeres, pero son auxiliadas por un hombre cuando trabajan con piezas pesadas.

El mayor número de personas se ocupa en la etapa del decorado, la acción más tardada y cuidadosa de todo el proceso.

“En la decoración empleamos a puras mujeres porque así nos ha funcionado. Hay hombres que decoran muy bonito, pero tienen más paciencia las mujeres. Yo decoraba cuando era joven, pero con 30 y tantos años de trabajo ya se cansa uno. De la vista y de la espalda ya no se puede como antes”, explica Tomás.

En el decorado se emplean más de 15 mujeres, y éste incluye diversas etapas. Una vez concluido el pulido de las piezas, éstas son marcadas con lápiz a partir de la imaginación de cinco trabajadoras, porque no tienen plantillas establecidas.

Tomás destaca que ello hace de cada pieza un producto incomparable, pues tanto el delineado con lápiz como el relleno de color son únicos.

De acuerdo con Tomás, en los inicios del taller se hacía un decorado muy sencillo, pero poco a poco se fueron incorporando más variaciones hasta llegar a lo que él denomina la técnica Servín. Esta característica se distingue por la colocación de puntos en los espacios vacíos de las piezas ya pintadas con esmalte.

“Es un esmalte que nosotros mismos elaboramos. Compramos los pigmentos en polvo y preparamos una base de esmalte que aguante la alta temperatura”, explica.

“Antes todo esto se hacía con un pincel de pelo de ardilla; se mojaba en el color y se iba decorando, pero perdíamos mucho tiempo porque a cada rato había que mojar el pincel. Cómo fue creciendo la producción y nos fueron pidiendo más cosas, entonces pensamos en decorar las piezas con perillas y agujas para veterinaria. Ahora para lo único que se ocupa el pincel es para hacer ciertas líneas”, expone.

Las piezas son esmaltadas por la parte de adentro para el consumo y la parte de afuera se deja sobre relieve con el fin de que la pintura pueda sentirse con el tacto. La última parte es el horneado, en donde se utilizan dos hornos que trabajan a una temperatura de mil 240 grados.

La elaboración de una pieza toma un tiempo promedio de dos días desde que se empieza hasta que se termina, aunque hay piezas con decorados especiales que necesitan una mayor atención y en las cuales se llega a invertir una semana o hasta dos.

Distribución

Hasta el año pasado el principal centro de distribución de los productos era Querétaro, en donde se colocaba alrededor de 70% de la producción; sin embargo, en el último año los productos han tenido una mayor presencia en ferias y exposiciones, lo que les ha permitido hacer contacto con personas de centros turísticos como Cabo San Lucas, Cancún, Guanajuato y Nayarit, por lo que actualmente sólo 20% de la producción se queda en Querétaro y lo demás se distribuye en toda la República.

La empresa Cerámica Servín ha exportado productos, aunque no directamente. La marca tiene presencia en la Casa Queretana de las Artesanías, el principal distribuidor en la capital del estado.

“También mandamos piezas a la Ciudad de México con un japonés que a su vez las envía a Japón, pero es él quien se encarga directamente de eso. Nosotros no porque dicen que zapatero a sus zapatos. No nos metemos en ventas porque no sabemos. Nos dedicamos mejor a la elaboración de la cerámica”, abunda.

Tomás sabe que sus piezas han llegado a Japón, Alemania y Estados Unidos, esto a través de clientes que las compran y se las llevan a esos países. En Sudamérica las hay en Colombia y Argentina, los países que más los visitan en el taller y se llevan las piezas de recuerdo.

Oportunidad de empleo

En la delegación Villa Progreso muchas de las familias locales se dedican a la elaboración de artesanías con ixtle. Algunos otros se trasladan a Ezequiel Montes, donde las mujeres suelen ocuparse en el aseo doméstico o en fábricas. En tanto, los hombres ingresan a la construcción o a las fábricas.

“Aquí familias completas trabajan el ixtle pero con una ganancia muy mínima. Trabajan todos los miembros de la familia y a lo mejor al día sacan 150 pesos. Esto es algo que se necesitaba porque no había otra cosa. Ir a trabajar a Ezequiel Montes era la otra opción, pero allá ya está saturado. No hay fábricas tan grandes como para tener trabajando a muchas personas”, expone Tomás.

Con el paso de los años su taller continúa creciendo, y para este año se pusieron la meta de concluir una ampliación en las instalaciones y llegar a 35 trabajadores.

“Esa es la meta para este año. Siempre nos vamos poniendo metas y tratamos de cumplirlas. La producción pasaría de 200 a 250 piezas por día, para poder dar más empleos. Tenemos una lista de personas que vienen a pedirnos empleo y no les podemos dar a todos. Están formados, esperando que terminemos esto para poder llamar a la gente”, dice.

Retos y satisfacciones

El empresario recuerda que hace algunos años tenían trabajo sólo por temporada y eso a ellos les perjudicaba mucho. Sobre todo en los meses de febrero, relata que no habían ventas y había que descansar hasta una semana completa a los trabajadores.

“Cuando fue creciendo el taller hubo algunos años que la mitad del personal trabajaba tres días y la otra mitad dos. Así no la fuimos llevando, siempre dándole prioridad a las madres solteras que no tenían otra forma de ingreso.

“Ahorita gracias a Dios tiene muchos años que no nos pasa eso; al contrario, quisiéramos trabajar sábado y domingo, pero también se cansa uno. Ya no aguantamos”, expresa.

La mayor satisfacción de Tomás y Eva ha sido lograr las metas que se han propuesto, primero es crecer el taller, luego ampliarlo, acabar su casa y ver que su hijo ya se recibió.

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