Es mediodía en el mirador Cuatro Palos. La persona que nos lleva se llama José, un poblador que trabaja como guía de turistas comunitario. El paisaje de encinos forma un armonioso escenario con el cielo y las montañas: crea estrechos caminos de ensueño.
De repente, un cuervo juguetea con las frías ondas de aire que golpean esa parte de la Sierra Madre Occidental. Don José inmediatamente lo identifica en medio de aquel imponente paraje. Nos pide que detengamos y nos dice: “¿Ya vieron?”.
El cuervo jugueteaba con el aire, se elevaba y enseguida se enfilaba rumbo a la montaña para volver a hacer lo mismo.
Tras un par de minutos, don José rompe el armonioso silencio: “Yo digo que el hombre debería tener alas... sería divertido ¿no?”.
Seguimos el camino sin quitarnos esa fantasía de la cabeza. Aquel mirador a 2 mil 700 metros de altura sobre el nivel del mar, el punto más alto de la Sierra Gorda, entre el frondoso bosque de Pinal de Amoles, provoca la fantasía de dejarse ir con aquellos vientos que soplan entre las montañas. Quizá ese deseo también provenga del efecto de respirar aire tan puro.
En la cima del Cerro de la Media Luna, donde los bosques de encinos se encuentran con el semi-desierto y grandes riscos se desprenden de las alturas, el sitio ofrece imponentes panorámicas y también cuenta sus propias historias.
El mirador es propiedad de la comunidad de Cuatro Palos, en Pinal de Amoles. A través de una cooperativa integrada por mujeres, se ofrecen servicios de hospedaje, área de campamento y guías para visitar el mirador.
Para llegar hay que transitar sobre la carretera federal 120, San Juan del Río-Xilitla, a la altura del kilómetro 132+500 y la comunidad de La Cañada. Hay que adentrarse por un camino de terracería. Son cinco kilómetros hasta llegar a la comunidad de Cuatro Palos.
Unos metros antes de la entrada al mirador, don Jesús, el guía de los reporteros viajeros, hace un alto “para que se tomen la foto”.
Luego de disfrutar un poco aquel paraje, don Jesús sugiere volver a la camioneta para proseguir con el ascenso por la sinuosa vereda hasta la comunidad Cuatro Palos, hogar de alrededor de 45 familias, ubicada a 2 mil 600 metros sobre el nivel del mar. Hay un área para estacionar los vehículos.
Los 100 metros restantes hacia el mirador se deben ascender a pie por un angosto sendero que atraviesa el bosque a y al cual se ingresa después del área de registro para los visitantes. Se trata de uno de los espacios más escénicos dentro de la reserva de la Biósfera de la Sierra Gorda.
Al final del ascenso al mirador se llega a la cima donde un letrero anuncia: “Ascendiste 92 metros. Estamos en el punto más alto, a 2 mil 727 metros sobre el nivel del mar”.
Se trata de un amplio espacio entre rocas y los árboles de la cima, aquel mirador donde una familia que había llegado minutos antes disfrutaba del panorama. Es un lugar idóneo para practicar una regeneradora caminata, campismo o para la observación de estrellas por la noche y fotografía de paisaje.
Hay quienes se acercan más a la orilla del acantilado para una mejor vista; otros permanecen alejados de los bordes de la montaña por el vértigo que provoca, sin embargo, desde donde uno se coloque, el escenario es fiel retrato de lo maravillosa que es la naturaleza.
No hay límites para emprender. Es una cima en la que se esconden historias como la de doña Isidra García Casas, originaria del municipio de Peñamiller.
La mujer trabajó mucho tiempo como empleada doméstica en Querétaro, casi durante siete años
Ahí conoció a su ahora esposo, dedicado a la albañilería. “Llegué aquí porque acá estaba el amor de mi vida y sigue estando aquí, pero no había luz, no había agua, pero donde estuviera él yo iba a estar.
“Cuando me fui de mi casa no sabía leer ni poner mi nombre, pero cuando estaba trabajando me metí a estudiar y pude sacar mi primaria y mi secundaria en el INEA (Instituto Nacional para la Educación de los Adultos); y no sé mucho, pero ya me defiendo”, platica doña Isidra.
En 2011 atendió la invitación del Grupo Ecológico Sierra Gorda I.A.P. para recibir una capacitación para la construcción de unas cabañas ecológicas, las cuales actualmente administra y de las que es una cálida anfitriona.
Dentro de la comunidad Cuatro Palos se ubican tres cabañas y una más que apenas está en construcción. Sus primeras tres estructuras para alojamiento fueron hechas con materiales locales y la técnica de bioconstrucción que aprendieron las mujeres de la comunidad, a quien pertenecen las instalaciones.
Doña Isidra administra, pero las demás se reparten las tareas, como la limpieza de los cuartos o la oferta de alimentos que generan un flujo económico para las involucradas en el proyecto sustentable.
Incluso cuenta la mujer que cuando comenzaron con la construcción de las cabañas hubo personas de la misma comunidad que les decían que se las iban a tirar.
“No les gustaba que emprendiéramos pero les decía a las demás del grupo que no se desanimaran, que le echáramos ganas y que debíamos terminar lo que habíamos empezado y así fue, y hemos aprovechado lo que logramos”, comenta orgullosa doña Isidra.
Están frente al cerro de la Media Luna, que es la zona de transición entre dos ecosistemas tan distintos como los bosques templados de las partes altas de la sierra y los áridos matorrales xerófilos del semidesierto.
Las ganas de superarse y tener otras oportunidades de vida han hecho de este punto uno de los más visitados de la Sierra Gorda, algo que a la comunidad le ha servido para allegarse de un poco más de recursos económicos.
El mirador Cuatro Palos es uno de los tantos paraísos que regala la Sierra Gorda. El efecto de respirar aire tan puro es tangible dentro del cuerpo y pasan un sinfín de pensamientos por la mente. , Antes de emprender el regreso —pues la neblina y una pertinaz llovizna en el majestuoso lugar hace su aparición— Don Jesús dice nuevamente en voz alta a los visitantes: “El hombre debería de tener alas, sería divertido ¿no?”.