Ana Paola Sánchez Cortés sube a una cinta tensada, de unos 10 metros de largo y con un grosor de entre 5 y 10 centímetros. Cuando tiene los pies en el suelo todo es risas, junto con sus amigos e instructor, pero al subir a la cuerda su semblante cambia.
Ana Paola practica esta actividad desde hace un año, quien revela que le ha permitido equilibrar muchos aspectos de su vida
El rostro de Paola se endurece, mira hacia el frente con un horizonte fijo sin voltear hacia ningún otro lado.
Redacción
Se podría confundir con otras actividades como lo que hacen los trapecistas de circo, pero ella explica que la actividad se conoce como slackline; es un deporte de equilibrio.
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Si para caminar, los pies, las manos, la vista y los oídos son el sensor en cualquier sendero, el slackline reta los sentidos porque implica una mayor coordinación del cuerpo y la mente.
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Ana Paola se ha enfocado en yoga slackline. Si bien implica un grado de dificultad ejecutar las posturas de respiración del yoga, la joven comenta que jamás ha sentido que fallar en la cuerda sea sinónimo de fracaso.
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Para Ana, el deporte le ha permitido encontrar compañerismo por encima de la competitividad. El yoga slackline al ser una modalidad en la que no hay un ganador, implica el reto consigo mismo en búsqueda de la estabilidad mental, espiritual y física.
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Para ella mantener la balanza entre la emoción y la concentración es clave porque cuando recién inició, le costaba trabajo equilibrar estos aspectos de la vida.
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Ana Paola se sienta en la cuerda nuevamente y de inmediato se levanta.
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El desafío en la cuerda es hacer posturas impregnando un estilo personal.
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Pese a su corta edad, Ana Paola espera poder dedicarse por mucho tiempo y de forma profesional a este deporte, aunque todavía no es muy popular ella se empeñará en que así lo sea.